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Artículos referidos al pasado del hombre antes del conocimiento de la escritura.

HISTORIA ANTIGUA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época entre el conocimiento de la escritura y la caída del Imperio Romano.

HISTORIA MEDIEVAL

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la caída del Imperio Romano y el descubrimiento de América.

HISTORIA MODERNA

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HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la Revolución Francesa y la época actual.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Los griegos y el Egeo

La historia del mundo griego nos acerca a un ámbito cultural que se sitúa en un punto intermedio entre las culturas orientales y las occidentales. La cultura helénica recogió elementos de las prolongadas y fructíferas civilizaciones próximo-orientales. La historia griega narra la evolución de unas sociedades cuyas características iniciales se vinculan estrechamente a los modos culturales de oriente, con cuyas pueblos estuvo sin duda muy vinculada, para ir mutando paulatinamente hasta adquirir su propia personalidad social y cultural. En este proceso, los elementos políticos, organizativos y de toda índole calarán profundamente en el resto de culturas que se generaron en la Antigüedad occidental.

 EL ESPACIO EGEO: EL MAPA DE GRECIA  

Las civilizaciones del Egeo no se desarrollaron, a diferencia de las grandes culturas del próximo oriente asiático o de Egipto, en torno a grandes llanuras o valles fluviales. Por el contrario, el soporte físico sobre el que se desarrolla la civilización helena se caracteriza por la diversidad geográfica y la fragmentación espacial, así como por la relativa pobreza de recursos naturales.

Diversidad y fragmentación natural aparecen como características más destacadas en este espacio en el que el Mar Egeo actúa como centro alrededor del cual se desarrollará la civilización griega. Esta fragmentación, aunque no determina la evolución griega, sí la condiciona. Así, sin caer en un determinismo geográfico, sí que debemos reconocer que el espacio otorga cierta personalidad a estas culturas y orienta algunas de las actividades más características de estas comunidades, explicando en parte a su vez la importancia de las mismas.


Copa de Aisón (victoria de Teseo sobre el minotauro en presencia de Atenea),
por Marie-Lan Nguyen (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY 2.5

En este marco físico podemos diferenciar diversas áreas con un sustrato cultural semejante:

-    La costa occidental de Asia Menor: La costa minorasiática está compuesta por las estribaciones occidentales de la península anatólica (la actual Turquía). Una región definida por diversos valles fluviales que se configura como una de las pocas regiones del ámbito griego con condiciones para permitir un amplio desarrollo de la agricultura cerealística (en las terrazas aluviales generadas por los cauces de los ríos Hermos y Meandro). También comprende un conjunto de islas, entre las cuales encontramos algunas de la mayor importancia en la historia griega, como Lesbos, Quios, Samos o Rodas, por citar las más destacadas.
-    Las islas del Mar Egeo: Las otras islas egeas, como las Cícladas, a las cuales pertenecen Naxos, Paros y Delos, son de pequeño tamaño y se encuentran distanciadas regularmente, de manera que facilitan la comunicación entre sí y con la Grecia continental, actuando también como escalas del tránsito marino entre Grecia continental y Jonia. Las Cícladas, denominadas así por su disposición en torno a la isla de Delos (Kuklos, círculo), también jugaron un papel destacado en la historia de la región.
-   La Grecia continental: Grecia continental es una región enormemente montañosa, compuesta en su mayor parte por formaciones calcáreas. También muestra una considerable diversidad geográfica. El sur, recorrido por una cadena montañosa que separa las costas orientales de las occidentales, está compuesto de pequeños y numerosos valles, caracterizado por un sistema hídrico corto y caudaloso, de ritmo estacional variable, y franjas costeras con profundas entradas marinas, cuyo mejor exponente son los golfos de Sarónica al este (Calcídica) y Corinto (al suroeste). Al Norte encontramos las regiones de Tesalia y Macedonia, que contienen buenas tierras asociadas a llanuras de origen fluvial.

El Mar Egeo en la Antigüedad
Es cómodo generalizar a este respecto y caer en errores fácilmente evitables y en tópicos habituales que pueden llevarnos a errores comunes. Precisamente estas características del espacio egeo que acabamos de citar ayudaron a que la Antigua Grecia no fuera nunca un país o un estado sino la suma de un conjunto de realidades políticas diversas, con sus propias bases económicas y sociales, pero que comparten un sustrato cultural y étnico con aspectos comunes -koine- en un espacio físico común –oikoumene-.

Esta situación natural resalta la importancia en el espacio egeo del mar, elemento geográfico por excelencia en el mundo helénico, como vía de comunicación e intercambio, la necesidad de la navegación y las relaciones entre los diversos ámbitos, obligadamente marinas. También caracterizará en parte las formaciones políticas posteriores y supuso un handicap para una evolución histórica hacia la unificación del territorio bajo un mismo estado.


Venus de Milo (siglo II a. c.), por Shawn Lipowski
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Las principales ciudades griegas se ubicarían en la costa oriental de la Grecia continental, donde reciben mayor influencia de oriente próximo (o quizás precisamente por ello) aunque fuera en la costa occidental, sin embargo, donde existían mejores tierras. Los recursos de la zona eran escasos: poco metal, salvo algo de cobre y plata, las tierras de cultivos eran insuficientes, aunque sí se explotaron excelentes mármoles, cuyo empleo fue uno de los condicionantes en el desarrollo del arte helénico. Como fuente de recursos se recurrió a la ganadería, principalmente de cabras y ovejas, que se adaptan fácilmente a las condiciones orográficas del terreno y que no necesitan tierras forrajeras. La escasez de buenos árboles maderables contrasta con la abundancia de cultivos de olivos y viñedos, aptos para el secano, y de las plantaciones a media altura. Todo ello conformará el paisaje típico griego. Pan, queso, aceituna y vino componen la dieta básica griega.

La posterior expansión colonial, emprendida por los habitantes de este espacio, ampliará sus horizontes, integrando diversas regiones bajo sus áreas de influencia, especialmente en torno al Mar Negro, el sur itálico y el mediodía galo.



 LOS GRIEGOS: EL ELEMENTO HUMANO  

Es esta una de las cuestiones más complejas y controvertidas de la historia griega. En ella confluyen problemáticas diversas. Por una parte, la supuesta existencia de comunidades de diverso origen étnico en dicho espacio geográfico, este sustrato étnico original fue alimentado por sucesivas oleadas de poblaciones indoeuropeas. A estos movimientos de pueblos se sumaría la llegada al ámbito egeo de los pueblos dorios. De este modo la población egea mostraba huellas de al menos todas estas procedencias. Un segundo elemento, vinculado con el anterior y que viene a complicar esta problemática, es el conjunto de referencias en la propia tradición griega a movimientos migratorios diversos, que llevan a comunidades helénicas de un ámbito regional a otro, como los recogidos en la tradición literaria del «Retorno de los Heráclidas».

Historiográficamente, este tema fue objeto de un intenso debate ya que a estas circunstancias se une el gran desarrollo que, en los momentos finales del siglo XIX y principios del XX, adquieren las teorías difusionistas, que explicaban en sus posicionamientos más básicos la expansión de la cultura por irradiación, desde pueblos civilizadores hacia pueblos incivilizados. La importancia de los logros culturales alcanzados en el mundo griego y su trascendencia en la formación de la cultura clásica hacen a estas culturas especialmente susceptibles de ser interpretadas desde posiciones difusionistas, donde la ecuación «Llegada de pueblos indoeuropeos = Nacimiento de la cultura clásica griega», era lo mismo que hacer responsables del nacimiento de la cultura occidental a un determinado grupo humano, centroeuropeo por más señas.


Ulises y las sirenas, por Herbert James Draper (1909)
Fuente: Wikimedia Commons 

¿Qué sabemos con certeza de este asunto? La cuestión de los pobladores antiguos del mundo griego no es, como ya comentamos, simple, por el contrario posee vertientes literarias, lingüísticas y arqueológicas. Lo que a continuación exponemos es la posición más extendida sobre el asunto, pero hemos de ser conscientes de su provisionalidad a la espera de que salgan a la luz nuevos descubrimientos.

Se asume la existencia de un sustrato poblacional reconocido desde el neolítico. La cercanía espacial del neolítico oriental, así como la presencia de las técnicas productivas que lo caracterizan, inclinan a los historiadores a plantear un origen oriental para la población neolítica del Egeo, que llegaría hacia el IV milenio y cuya evolución cultural desembocaría en la cultura minoica (al menos sí parece admisible una fuerte influencia oriental).

Hacia el año 2.000 a. n. e. comenzarían a llegar a la región diversas oleadas de comunidades de origen indoeuropeo, quienes podrían ser responsables del desarrollo de la cultura micénica. Sería el elemento protogriego, los primeros griegos propiamente dichos. Su llegada se realizaría a través de flujos sucesivos, más o menos violentos, quizás con un carácter de infiltración.

Estos grupos indoeuropeos introducen una serie de elementos culturales que les son propios: determinados gustos ornamentales (empleo del ámbar), empleo de la caballería, lenguaje indoeuropeo e instituciones también propias del mundo indoeuropeo.


Pandora, por John William Waterhouse (1896)
Fuente: Wikimedia Commons

Por último, debemos abordar otro problema historiográfico: el de la existencia de las invasiones de los dorios. En primer lugar debemos tener presente que existe una región griega con este nombre - Doride o Dorión, en el Peloponeso - y que las alusiones a los dorios, como habitantes de esta región, son habituales en los autores antiguos.

Respecto a la supuesta invasión o retorno de los dorios, algunos autores la han querido relacionar con la tradición del Retorno de los Heráclidas, antes mencionado, vinculándoles a las causas que acaban con el mundo micénico. Otros investigadores inciden en la ausencia de elementos culturales nuevos en el ámbito egeo, que pudieran atribuirse a los dorios. Se resalta que arqueológicamente no existen, puesto que no conocemos una cultura material diferente que defina una comunidad dórica (no conoceríamos ni sus cerámicas ni sus armas) y, por otro lado, tampoco se aprecian innovaciones o aportaciones lingüísticas.

El problema de las invasiones dóricas fue ya oscuro para los propios autores antiguos, que no se ponían de acuerdo: por ejemplo, Homero sitúa Dorión en Pilos en la Ilíada, en cambio en la Odisea les sitúa en Creta; Estrabón los ubica en Tesalia, pero esta zona es interior, sin costa, y en teoría los dorios habían participado en la guerra de Troya, llegando en barcos al escenario de la batalla (Catálogo de las Naves).

La Escuela de Atenas, por Rafael Sanzio (1509)
Fuente: Wikimedia Commons

Sobre el Retorno de los Heráclidas es una tradición mítica incluida en el «Ciclo de los Nostoi», o retorno de los héroes. Los hijos de Hércules según la tradición tuvieron que huir hacia oriente. Al cabo de los años, sus descendientes conducidos por Hylleis, hijo de Hércules, retornan al espacio griego.

Una posición intermedia admite la llegada del elemento dorio procedente del noroeste de la Grecia continental, el mismo camino seguido por los indoeuropeos premicénicos, compuesto no por una comunidad homogénea, sino por diversos grupos que mezclan diferentes sustratos culturales, con diversos patrones o modos de vida.

Todo estos elementos no hacen sino confirmar dos hechos:

-   Durante el Bronce Egeo se conocieron movimientos poblacionales diversos, quizás a veces idas y venidas de poblaciones propias de la región.
-    Estos movimientos son bastante problemáticos y su conocimiento de difícil solución, pues en ellos se mezclan elementos históricos con elementos míticos, además de haber permanecido inmersos durante mucho tiempo en corrientes historiográficas que no proporcionaron un tratamiento objetivo al asunto.

Por último, no debemos olvidar que esta situación coincidiría en el tiempo con los fenómenos migratorios propios de los movimientos de los Pueblos del Mar y con el inicio de las Edades Oscuras en el Mediterráneo oriental.


Grandes civilizaciones: Grecia 
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viernes, 16 de noviembre de 2012

Los primeros faraones: fase protodinástica y tinita

Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento de la cultura egipcia. Su aparición está fuertemente vinculada a la vida prehistórica que surge a la ribera del Nilo. Este marco geográfico le proporcionará a la cultura egipcia unas señas de identidad que la diferencian de los demás procesos de neolitización que aparecen en la misma época. La formación de la civilización egipcia estuvo fuertemente vinculada a la aparición de un nuevo personaje que surge en esta época: el faraón. En torno a esta figura se agruparán las comunidades agrícolas del Bajo y el Alto Egipto, en un proceso turbulento y poco conocido.

Enlaces relacionados:
- Egipto antes de los faraones.

 EL PERÍODO PROTODINÁSTICO Y LAS PRIMERAS DINASTÍAS (3.200-2.780)  

En la historia de Egipto, hubo épocas en las que la zona no se encontraba unificada bajo un mismo dominio. La primera unificación del país del Nilo se da en torno al año 3.200 a. c. y, a partir de ésta, empiezan a surgir las primeras dinastías de faraones que gobiernan el país. Antes de esta unificación, Egipto vive en lo que llamamos un período predinástico.

La llamada fase protodinástica hace referencia a la época final del mencionado período predinástico y es también conocida como la «Dinastía 0». Aunque de este período protodinástico se conocen pocos testimonios, es de enorme importancia pues constituye la fase formativa de esta civilización tal y como la conocemos. También es el momento en el que el país se unifica y en la que se desarrolla la escritura egipcia. Hay que entender que la unificación del país no es el origen de la civilización egipcia, sino el fruto de la evolución previa de las comunidades que ya estaban asentadas en el Nilo.

Retrato de Horus Escorpión II, gobernante del Alto Egipto, 
(detalle de la maza ceremonial de Hieracómpolis), por Udimu
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0
Antes de la aparición de Egipto como estado faraónico, la zona estaba conformada por dos reinos: uno en el curso alto del Nilo (Alto Egipto) con capital en Nekhen o Hieracómpolis y otro en el curso bajo (Bajo Egipto) con capital en Buto. Estas dos formaciones políticas, que habían alcanzado un grado importante de desarrollo, ubicadas al sur y al norte de Egipto, sufrirán importantes cambios a lo largo de la época predinástica. Finalmente, y tras una serie de acontecimientos aún no suficientemente aclarados, un rey del Alto Egipto conquista el norte y unifica el país. Este rey, cuya figura histórica está poco definida, se identifica con el fundador de la I dinastía: Menes, Narmer o Escorpión.

El Egipto de las primeras dinastías es un trascendental período que conoce el establecimiento de los elementos básicos de la cultura nilótica. Este período, que abarca el reinado de la I y II dinastías, se conoce también como período Tinita por tener su origen en la ciudad de This o Tinis, ubicada en las cercanías de Abydos. El proceso de traslado de la capital desde Hieracómpolis (capital del Alto Egipto) acabó con su establecimiento en Menfis, al inicio de la II dinastía. Este período tinita se inicia con la unificación hacia el 3.100 antes de nuestra era y su desarrollo coincide con la formación y organización del estado egipcio.

Principales asentamientos del Egipto predinástico
Ya antes de la unificación, y según la teoría mayormente aceptada, el territorio egipcio se encontraba dividido en circunscripciones territoriales: nomos o provincias. Los nomos (que en origen se vinculan con superficies de regadío) sufren una importante evolución y transformación a lo largo de la historia de Egipto. Su origen prehistórico se remontaba al eneolítico (edad del cobre) y cada uno de ellos tenía sus propias peculiaridades (su territorio, sus comunidades, su organización social y sus ídolos totémicos, que darán lugar a gran parte de la cosmología y mitología egipcias,...). Debido a sus orígenes relacionados con los recursos hídricos, era frecuente que se enfrentasen por cuestiones relacionadas con los cultivos y las aguas. En época predinástica dos confederaciones de ellos dieron lugar a los reinos del Alto y el Bajo Egipto. Ya en época tinita, el nomo es una simple división funcional administrativa, conociéndose 38 de ellos, número que se incrementó posteriormente. El nomo se designaba según el nombre de su capital de forma que las ciudades más importantes poseían los nomos más extensos.

La unificación de Narmer, tras tomar la zona del Delta, se representó en la Maza y la Paleta del rey, donde aparece con los atributos del Alto y el Bajo Egipto (corona blanca y corona roja). La política cultural en ambas zonas estaba dirigida a un sincretismo y asimilación mutuos. Al empleo de símbolos de ambas zonas como el uso de las dos coronas se unen otros como celebraciones de la unificación o la asimilación de estilos arquitectónicos así como el recurso de las alianzas matrimoniales y los matrimonios mixtos. Algunos de los acontecimientos destacados de esta dinastía son las expediciones a Nubia, el control de los recursos del Sinaí, la elaboración del censo de habitantes o la instauración de la Fiesta Sed. Durante esta I dinastía se consolida la organización de los nomos, con sus nomarcas a la cabeza. En manos de estos reside un poder importante así como en otros altos funcionarios del país, que en muchas ocasiones entroncan con las élites locales precedentes.

Paleta del rey Narmer
Fuente: Wikimedia Commons

La monarquía tenía un destacado carácter militar pues el rey en persona o sus delegados directos participaban en las campañas. Nómadas procedentes de la actual Libia (que buscaban asentarse en el valle y el delta del Nilo), nubios del sur (con quien también se trababan relaciones comerciales) y tribus del este (que pretendían apoderarse de los recursos y minas egipcias) eran algunos de sus más usuales enemigos tras la unificación.

La I Dinastía abarca siete reinados: Aha (reciente y posiblemente asociado a Menes), Djer, Uadji, Udimu, Adjib, Semerkhet y Ka, todos enterrados en la necrópolis de Abydos a los que habría que añadir los posibles casos de regencia. El seguimiento de los reyes de esta época es complejo por varias razones. Por un lado, los vestigios históricos son escasos y tardíos, lo que dificulta su reconstrucción y por otro, la complicada red de titulaturas y nombres de la que hacían gala los faraones ha llevado durante décadas a confundir y despistar a egiptólogos y estudiosos. Existe, además, una dificultad añadida que consiste en la costumbre faraónica de intentar suprimir y eliminar de la historia todo vestigio de aquello contrario a su mandato (incluido reinados de faraones). El resultado es la existencia de multitud de fuentes heterogéneas, difíciles de interpretar, no contemporáneas en muchos casos y que ofrecen informaciones distintas y/o contradictorias (como en el caso de las llamadas Listas Reales). No obstante, el trabajo de historiadores, arqueólogos y egiptólogos ha permitido establecer unas bases sólidas para reconstruir la cronología egipcia, aún en épocas tan remotas.  


Esquema de la Lista Real de Saqqara, por PLstrom (2009)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0
La arquitectura funeraria de esta época todavía está en desarrollo, en un estadio inicial (mastabas) aún lejos de las pirámides y del Valle de los Reyes inherentes a la imagen que tenemos de Egipto. El término «mastaba» no es de origen egipcio sino que hace referencia al vocablo árabe que designa estas construcciones y que significa literalmente «banco». Se encuentran ubicadas en la ribera occidental del Nilo, fuera del alcance de las crecidas del río, pues la creencia era que los difuntos viajaban al más allá dirigiéndose a occidente. Su forma sufrió una importante evolución: en líneas generales es troncopiramidal de base rectangular y en épocas tempranas eran construidas con ladrillos de adobe aunque más tarde pasaron a elaborarse en piedra (a partir de la IV dinastía). Las más antiguas, sin embargo, diferían poco de ser meros túmulos de tierra delimitados por muros de adobe. La tumba era excavada en la tierra y sobre la misma se construía el túmulo. La fragilidad del material de las mastabas más antiguas ha dificultado su conservación desde épocas tan lejanas.  

Sin que conozcamos los sucesos que condujeron al cambio, se instaura la II Dinastía en la que se encuadran los faraones Hotepsekhemui, Raneb, Nineter, Uneq, Senedj, Peribsen, Khasekhem, Khasekhemui (la mayoría de egiptólogos asocian estos dos últimos a un mismo faraón); aunque hay que tener en cuenta que la sucesión enunciada tiene lagunas y períodos poco conocidos. 

En los primeros momentos, conocemos el establecimiento de censos bianuales y la existencia de guerras internas (con Nineter). Con Peribsen, la figura del faraón sustituyó su habitual advocación a Horus por la de Seth, lo que parece indicar que hubo revueltas internas entre el Bajo y el Alto Egipto, y que pasaron a solventarse antes o bajo el reinado del último faraón (quien usa en su serej la advocación a ambos dioses). Además, existen indicios de violencia en estos momentos contra los lugares de enterramiento de sus antecesores y la capital se trasladó a Abydos, abandonándose Menfis. Los últimos faraones conocerán problemas internos y el cambio de dinastía es también confuso. El nombre de Khasekhemui se traduce como «aparición de los dos poderes». Es indicativo de la existencia de problemas entre las regiones.
Serej con advocación a Seth (Peribsen) y a Horus y Seth (Khasekhemui, por Tedmek)
Fuente: Wikimedia Commons / Wikimedia Commons


 LA SOCIEDAD Y LA ADMINISTRACIÓN DE LA ÉPOCA  

En esta fase formativa de la historia egipcia se generan modelos que serán característicos de la cultura del Nilo. Los artistas y artesanos del momento serán responsables del diseño, en época tan temprana, de los modelos estéticos que conocemos, creando sofisticadas tradiciones artísticas y culturales que están en la base de la civilización faraónica.

También se perfilan en estos momentos aspectos esenciales de la administración y la sociedad egipcia. La figura del faraón y sus subordinados, los esquemas organizativos, la estructuración territorial, son aspectos que, aunque lógicamente evolucionarán, ya están en desarrollo en momentos tan tempranos.

Tablilla de marfil del faraón Den (Udimu) atacando a sus enemigos y con su serej (arriba), 
por CaptMondo (2009)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0
El faraón era una fuerza cuya esencia está tan ligada a la historia egipcia que es imposible entender la una sin el otro. Ya en el Egipto arcaico la figura real había adquirido una gran importancia. El faraón es el estado, representa una monarquía centralizada, basada en el carácter divino del rey. Es el propietario y administrador de todas las tierras del país. A él se dirigen los tributos y las corveas o trabajos gratuitos (en la práctica hay tierras en poder de los templos y de particulares). Su destacado papel social es un reflejo del modelo económico de la economía potámica. El faraón ya en las primeras dinastías aparece vinculado, además de a la conquista y consolidación política del territorio, a las labores de aprovechamiento y recuperación de tierras de regadío: drenaje de zonas pantanosas, construcción de canales, impulso de la puesta en cultivo de terrenos diversos, etc.

El faraón es dios, tiene fuerzas mágicas que se renuevan ritualmente a través de la Fiesta Sed. Esta fiesta era uno de los acontecimientos más importantes del reinado del faraón. A diferencia del rey mesopotámico, el egipcio es un ser divino y no un delegado de dicho poder. Por ello, mientras viva, es el mismo dios. Debido a que físicamente el faraón-hombre iba agotándose por el peso de los años, su fuerza vital debía renovarse mediante los ritos que componen este jubileo real cada treinta años (salvo excepciones). De esta forma, el faraón-dios se regeneraba y podía desempeñar de nuevo su papel. El faraón representa el auge de la civilización, el dominio del egipcio sobre el mundo y por ello, garantiza el orden frente al caos. En este sentido, es el garante de las crecidas del río y de su buen desarrollo.

Asume el título de Horus. Se representa como el rey del Alto y del Bajo Egipto, como unificador. Ostenta la alta corona blanca, símbolo del Alto país, y la baja corona roja, insignia del Bajo Egipto. Basa su poder en su carácter religioso y también en el poder coercitivo, en el control militar. La política de alianzas y diplomática se plasma en los enlaces matrimoniales entre príncipes del Norte y el Sur, así como en la construcción de templos dedicados a las divinidades locales.

Evolución de las coronas de Egipto antes y después de la unificación
Con respecto a la Administración, su misión era administrar el estado para el faraón. En estos momentos, tiene su centro en la capital, Menfis. Existían dos centros administrativos importantes, la Casa Blanca del Sur y la Casa Roja del Norte.

Conocemos diversos organismos vinculados a la administración:

- La Casa del Rey: Es la sede de la administración real, en ella se encuentran los asesores directos del faraón como el Jefe de los secretos de los decretos o el Compañero de la Casa Real. También  existe ya en esta época un importante cuerpo de escribas.
- La Casa Blanca y la Casa Roja: Ambas estaban dirigidas por sus respectivos cancilleres, portadores del sello. También tenían a su servicio un cuerpo de escribas y ayudantes. Su misión principal era la elaboración del censo bianual. Base fundamental para la percepción de impuestos.
Los impuestos eran percibidos en grano y especies. Se almacenaban en los graneros del estado, quien aseguraba su distribución en momentos de crisis. El faraón disponía de fincas especializadas que le proporcionaban otra serie de productos (como viñedos).
- El nomarca: Es quien está al frente de cada uno de los nomos. Con frecuencia pertenece a las élites locales predinásticas. Los nomarcas son, por tanto, grandes que sirven al rey y, como tales, tienen enseñas y dignidades propias. Su misión fundamental es la supervisión de la administración y del correcto funcionamiento del sistema de canales de riego por delegación del faraón.
- La Casa del Jefe de las liberalidades: Su misión era pagar a los servidores del estado.
- Encargado de los países extranjeros: De éste conocemos su existencia, pero no sus funciones.
- Adj-mer: Son funcionarios especializados en las labores de excavación de canales.

A pesar de esta organización, la urbanización del Nilo en esta época no alcanzó los niveles mesopotámicos, quizás por la presencia de una cierta seguridad que hizo innecesario el modelo fortificado, base importante del primer desarrollo urbanístico. Esta misma seguridad permitió, durante bastante tiempo, la continuidad de un sistema de aldeas agrícolas y la presencia de pocas ciudades que pudieran considerarse como tales. La urbanización de Egipto poseía un predominio de lo religioso y funerario, una situación que sólo se produjo en Mesopotamia en los inicios de la revolución urbana.

Estatua del faraón Khasekhemui (II dinastía), por Udimu (2010)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Sí se desarrolla en este período una cultura cortesana que también caracterizará la cultura egipcia, propiciando el nacimiento de determinados cultos y prácticas de enterramiento, la centralización de la producción y el almacenamiento de recursos (controlando su redistribución). Esta corte ostentaba los más importantes puestos del estado egipcio a través de una maraña de relaciones familiares, impulsando el consumo suntuario que mantiene un activo comercio y una manufactura asociada, y, en definitiva, permitiendo el paulatino desarrollo de las artes escritas, muy vinculadas a todas las actividades de estos grupos cercanos a la corte.

La sociedad egipcia tenderá a jerarquizarse en función del papel que desempeñen los individuos dentro de la comunidad. A grandes rasgos, podemos distinguir varios grupos dentro de una sociedad egipcia a cuyo frente se situará el faraón, como depositario del poder divino. La corte estará integrada por sacerdotes y altos funcionarios (como los ya mencionados) que desempeñarán un importante papel en la difusión de la cultura egipcia. El resto de trabajadores (comerciantes, artesanos, campesinos, etc.) forman un grupo muy heterogéneo de personas que dependen de su trabajo diario para sobrevivir aunque la propiedad privada y la posibilidad de ascenso social fueran una realidad. La esclavitud estaba extendida y su origen se debía principalmente a conflictos bélicos.


El Nacimiento de Egipto,
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martes, 13 de noviembre de 2012

Egipto antes de los faraones

Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento de la cultura egipcia. Su aparición está fuertemente vinculada a la vida prehistórica que surge a la ribera del Nilo. Este marco geográfico le proporcionará a la cultura egipcia unas señas de identidad que la diferencian de los demás procesos de neolitización que aparecen en la misma época. La civilización egipcia nació mucho antes de la aparición del primer faraón en torno a unas comunidades agrícolas que se agruparían, después de un largo proceso, en torno a dos grandes poderes el Bajo Egipto, situado en el delta del Nilo, y el Alto Egipto, al sur de éste.

Enlaces relacionados:
- Los primeros faraones: fase protodinástica y tinita.

 EL MEDIO FÍSICO Y SUS CONDICIONANTES  

Egipto es un «don del Nilo», según la célebre expresión de Herodoto. Quizás no haya un país y una civilización tan estrechamente ligados a un accidente geográfico como lo están Egipto y el río que le proporciona entidad. Egipto es el Nilo y sus propios condicionantes: el Alto y el Bajo Nilo; el delta; el valle y la franja fértil que acompaña el discurrir del río; sus riquezas y sus carencias. El Nilo tiene sus fuentes en dos áreas geográficas: por una parte los grandes lagos africanos, donde nace el llamado Nilo Blanco, por otra parte el Nilo Azul, que surge de las montañas de Abisinia. Ambos cauces se unen en Khartum, recorriendo hasta su desembocadura 2.170 kms.
El Nilo en la revista National Geographic nº 31, por Earle Harrison (1917)
Fuente: Wikimedia Commons
Este largo valle está protegido por los desiertos arábigo y líbico, que se encuentran al este y al oeste, respectivamente. Estos desiertos aislaron al país, hecho que tuvo repercusiones en cuanto a la unidad que le proporcionaba, así como por la protección natural que ofrecían. Este «aislamiento» del valle del Nilo otorgó algunas peculiaridades a la cultura egipcia. El tapiz sobre el que se dispone el territorio egipcio se completaba con diversos oasis del desierto líbico, una serie de pistas atravesaban el desierto arábigo conectando el valle con el Mar Rojo y, a través de éste, con el océano Índico y sus rutas comerciales.

Sin embargo, la imagen actual de Egipto no se corresponde con el medio físico existente en la Antigüedad. El Nilo era la auténtica columna vertebral del territorio, pero numerosos uadis venían a su encuentro. Entre estos afluentes naturales y los canales artificiales, unidos a un mayor coeficiente de precipitaciones, a la existencia de lagos y lagunas y mejores condiciones ambientales en las áreas desérticas periféricas, el País del Nilo se conformaba como un territorio bastante fértil, con una mayor vegetación, acompañada de numerosas especies animales, propias de un ecosistema más húmedo que el actual. Sin embargo, los cambios climáticos se agudizaron facilitando el acercamiento del desierto y la limitación de las tierras cultivables.
Petroglifos antiguos de los wadis de Gilf Kebir, por Ilan Molcho (2007)
Fuente: Flickr Wikimedia Commons / CC-BY 2.0

Egipto estaba dividido desde tiempos remotos en dos países: el Alto y el Bajo Egipto, que se correspondían con el Alto y el Bajo Nilo (éste último en la zona del delta, al norte). La línea fronteriza entre ambos territorios se ubicaba a la altura de la ciudad de Menfis. Aunque el país se unificó tempranamente, la existencia de dos realidades (norte y sur) permanecería latente en la sociedad egipcia, resurgiendo en momentos de crisis. Nilo arriba, el valle daba paso a una serie de accidentes geográficos que originan cuatro cataratas sobre el río. Al sur de la primera catarata se situaba la Nubia (Baja o Uauat y Alta o Kush) con la que Egipto mantendrá diferentes tipos de relación a lo largo de su historia.
Principales asentamientos del Egipto predinástico
El río estaba sujeto a periódicas inundaciones, similares a las que sufrían el Tigris y el Éufrates en Mesopotamia, pero más regulares. Estas inundaciones dejaban a su paso un fértil limo que paliaba los problemas de infertilidad y salinización de las tierras, frecuentes en otras zonas. Las crecidas procedentes del Nilo Blanco y del Nilo Azul no coincidían en el tiempo. El primero crecía en otoño y el segundo en primavera. Todo el curso del río estaba dotado de sistemas de medida de la crecida, los nilómetros, que aportaban una información que, acumulada por los siglos, permitía a los egipcios predecir con cierta exactitud la llegada de las aguas, los niveles alcanzados y la producción agrícola estimada. El control de las crecidas permitió una temprana organización social, cuya cúspide fue ocupada por la figura del faraón.


Nilómetro del templo de Kom Ombo, por Olaf Tausch (2014)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

 EL ORIGEN DE LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA. LA FASE PREDINÁSTICA  

El período predinástico es aquel anterior a la primera dinastía, establecida según la Lista de Manethon. Cronológicamente, el predinástico es anterior a 3100 a. c. y gran parte de dicho período lo conocemos por fuentes prehistóricas. Es problemático el conocimiento de las comunidades humanas de la región en tiempos tan remotos, aunque sí se admite la existencia de diferencia físicas entre dos poblaciones: la del Alto y la del Bajo Egipto (esta última con individuos generalmente más altos, de mayor complexión y cráneos más anchos).

De igual manera, está poco claro el origen de la lengua egipcia. Se sabe de su pertenencia al tronco que da lugar a las lenguas semíticas, y por tanto son numerosos los rasgos compartidos con éstas, pero también posee numerosos rasgos de otras lenguas afroasiáticas. El problema se plantea cuando se quieren ver estos rasgos -tanto lingüísticos como físicos- como aportaciones externas de grupos humanos, a los que se les hace protagonistas del nacimiento de esta civilización. Este planteamiento es uno más de los muchos que suscitaron las teorías difusionistas, fuertemente contestados por la investigación crítica. Aunque no se pueda negar el trasiego de grupos humanos y las aportaciones culturales realizadas, la civilización egipcia se debe estudiar como fruto de los propios condicionantes de su medio particular y la evolución de sus propias culturas prehistóricas.

Mango del cuchillo de Gebel el-Arak, por Richard Mortel
Fuente: Flickr / CC-BY-NC-SA 2.0

Los primeros y trascendentales cambios que surgen desde la llamada revolución neolítica y que empezaron a transformar el modo de vida de la humanidad, culminando con la invención de la agricultura y la ganadería, tienen como marco protagonista las tierras de Oriente Próximo y el llamado Creciente Fértil en su conjunto. Egipto, por su situación geográfica más aislada, no recibió el influjo de grupos neolíticos procedentes de Asia hasta una época algo más tardía que en el resto del Creciente Fértil, lo que le permitió desarrollar una economía productiva con sus propios indicadores y al abrigo de su propio marco geográfico, teniendo al Nilo como principal protagonista.

La prehistoria egipcia muestra la presencia de una fase importante de ocupación neolítica sobre el valle del Nilo. Las comunidades agrícolas prehistóricas enraizaron pronto en el delta del Nilo con centros como Merimda o El Omarí y en el oasis de El-Fayum, experimentando en el Bajo Egipto un espectacular desarrollo que las llevó, a partir de mediados del quinto milenio, al surgimiento de las primeras ciudades. En ellas va a aparecer entre sus moradores por vez primera la división del trabajo y, por tanto, el trabajo especializado así como la estratificación de las clases sociales. Así mismo, los trabajos agrícolas permitieron una mejor alimentación, el almacenamiento de excedentes y un enorme crecimiento demográfico como hasta entonces no se había conocido en la zona.

Por otro lado, el mayor desarrollo y dependencia de la agricultura permitió un mayor conocimiento y aprovechamiento del recurso principal de la zona, el Nilo. El dominio de las crecidas del río mediante diques y canales permitió un sedentarismo total y la aparición de aldeas y pequeñas ciudades que desembocarían más tarde en la creación de los nomos. Si bien estas circunscripciones territoriales en origen se vinculan con superficies de regadío, a lo largo de la historia de Egipto sufrirán una importante evolución y transformación conformando las provincias que constituirán los dos reinos del Alto y el Bajo Egipto y, más tarde, del reino unificado.

Vaso de cerámica Gerzeense (fase Nagada II), por Guillaume Blanchard (2004) 
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 1.0

Los yacimientos prehistóricos del valle del Nilo como El-Fayum y los otros mencionados se convertirán en la base para una posterior diversificación eneolítica (propia de la Edad del Cobre) que se organiza en los períodos: Badariense, Amratiense, Gerzeense y Maadiense. La búsqueda, por parte de colonos del norte, de los recursos minerales del Medio y el Alto Egipto permitió el desarrollo de la zona pero provocó el conflicto con las poblaciones meridionales.

La cultura Amratiense dará lugar a la cultura del Alto Egipto de la época histórica, una región unificada que rinde culto al dios Set. El Gerzeense, en cambio, se desarrollará en el Bajo Egipto y se relaciona con el culto a Horus. De la confrontación y posterior unificación de ambas regiones surgirán las dinastías del Egipto Arcaico. Si bien culturalmente la época se caracterizará por la continuidad, en materia religiosa asistimos a un fenómeno de sincretismo (el culto a Horus estaba ya presente en el Alto Egipto antes de la unificación), en el que las diversas tradiciones locales de los distintos nomos poco a poco irán conformando un todo unido que dará lugar a las particulares cosmogonía y teología del Egipto faraónico.

Pintura mural de la tumba 100 de Hieracómpolis, por Francesco Raffaele
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Mientras en el Bajo Egipto se desarrollaba la pujante civilización de Maadi-Buto, que mantenía relaciones con Mesopotamia, en el Alto Egipto se consolidaba la civilización de Nagada, que tenía a Hieracómpolis (Nekhen, en egipcio) como capital. Ambas constituirán el germen de los reinos del Alto y del Bajo Egipto, cuya prolongada confrontación terminará con la unificación de ambos bajo el mandato de Menes o Narmer, rey del Alto Egipto.

Aunque esta hipótesis es generalmente aceptada, los hechos concretos de la época no están claramente documentados y presentan grandes lagunas. Otros personajes que pudieron intervenir en la época son Horus Escorpión, rey del Alto Egipto anterior a Menes (Narmer) y Aha primer rey tras la unificación; aunque algunos estudiosos defienden la idea de que los tres personajes eran el mismo gobernante y otros que Menes y Narmer eran reyes distintos. Por ello, a pesar de que la tradición otorgaba el papel de unificador a Menes, identificado con Narmer, en tiempos más recientes se tiende a asociar a Menes con su sucesor, Aha, primer faraón de la primera dinastía mientras que Narmer y Escorpión pertenecen a la denominada dinastía 0.

Antiguo Egipto: Período predinástico,
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