viernes, 30 de noviembre de 2012

Los griegos y el Egeo

La historia del mundo griego nos acerca a un ámbito cultural que se sitúa en un punto intermedio entre las culturas orientales y las occidentales. La cultura helénica recogió elementos de las prolongadas y fructíferas civilizaciones próximo-orientales. La historia griega narra la evolución de unas sociedades cuyas características iniciales se vinculan estrechamente a los modos culturales de oriente, con cuyas pueblos estuvo sin duda muy vinculada, para ir mutando paulatinamente hasta adquirir su propia personalidad social y cultural. En este proceso, los elementos políticos, organizativos y de toda índole calarán profundamente en el resto de culturas que se generaron en la Antigüedad occidental.

 EL ESPACIO EGEO: EL MAPA DE GRECIA  

Las civilizaciones del Egeo no se desarrollaron, a diferencia de las grandes culturas del próximo oriente asiático o de Egipto, en torno a grandes llanuras o valles fluviales. Por el contrario, el soporte físico sobre el que se desarrolla la civilización helena se caracteriza por la diversidad geográfica y la fragmentación espacial, así como por la relativa pobreza de recursos naturales.

Diversidad y fragmentación natural aparecen como características más destacadas en este espacio en el que el Mar Egeo actúa como centro alrededor del cual se desarrollará la civilización griega. Esta fragmentación, aunque no determina la evolución griega, sí la condiciona. Así, sin caer en un determinismo geográfico, sí que debemos reconocer que el espacio otorga cierta personalidad a estas culturas y orienta algunas de las actividades más características de estas comunidades, explicando en parte a su vez la importancia de las mismas.


Copa de Aisón (victoria de Teseo sobre el minotauro en presencia de Atenea),
por Marie-Lan Nguyen (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY 2.5

En este marco físico podemos diferenciar diversas áreas con un sustrato cultural semejante:

-    La costa occidental de Asia Menor: La costa minorasiática está compuesta por las estribaciones occidentales de la península anatólica (la actual Turquía). Una región definida por diversos valles fluviales que se configura como una de las pocas regiones del ámbito griego con condiciones para permitir un amplio desarrollo de la agricultura cerealística (en las terrazas aluviales generadas por los cauces de los ríos Hermos y Meandro). También comprende un conjunto de islas, entre las cuales encontramos algunas de la mayor importancia en la historia griega, como Lesbos, Quios, Samos o Rodas, por citar las más destacadas.
-    Las islas del Mar Egeo: Las otras islas egeas, como las Cícladas, a las cuales pertenecen Naxos, Paros y Delos, son de pequeño tamaño y se encuentran distanciadas regularmente, de manera que facilitan la comunicación entre sí y con la Grecia continental, actuando también como escalas del tránsito marino entre Grecia continental y Jonia. Las Cícladas, denominadas así por su disposición en torno a la isla de Delos (Kuklos, círculo), también jugaron un papel destacado en la historia de la región.
-   La Grecia continental: Grecia continental es una región enormemente montañosa, compuesta en su mayor parte por formaciones calcáreas. También muestra una considerable diversidad geográfica. El sur, recorrido por una cadena montañosa que separa las costas orientales de las occidentales, está compuesto de pequeños y numerosos valles, caracterizado por un sistema hídrico corto y caudaloso, de ritmo estacional variable, y franjas costeras con profundas entradas marinas, cuyo mejor exponente son los golfos de Sarónica al este (Calcídica) y Corinto (al suroeste). Al Norte encontramos las regiones de Tesalia y Macedonia, que contienen buenas tierras asociadas a llanuras de origen fluvial.

El Mar Egeo en la Antigüedad
Es cómodo generalizar a este respecto y caer en errores fácilmente evitables y en tópicos habituales que pueden llevarnos a errores comunes. Precisamente estas características del espacio egeo que acabamos de citar ayudaron a que la Antigua Grecia no fuera nunca un país o un estado sino la suma de un conjunto de realidades políticas diversas, con sus propias bases económicas y sociales, pero que comparten un sustrato cultural y étnico con aspectos comunes -koine- en un espacio físico común –oikoumene-.

Esta situación natural resalta la importancia en el espacio egeo del mar, elemento geográfico por excelencia en el mundo helénico, como vía de comunicación e intercambio, la necesidad de la navegación y las relaciones entre los diversos ámbitos, obligadamente marinas. También caracterizará en parte las formaciones políticas posteriores y supuso un handicap para una evolución histórica hacia la unificación del territorio bajo un mismo estado.


Venus de Milo (siglo II a. c.), por Shawn Lipowski
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Las principales ciudades griegas se ubicarían en la costa oriental de la Grecia continental, donde reciben mayor influencia de oriente próximo (o quizás precisamente por ello) aunque fuera en la costa occidental, sin embargo, donde existían mejores tierras. Los recursos de la zona eran escasos: poco metal, salvo algo de cobre y plata, las tierras de cultivos eran insuficientes, aunque sí se explotaron excelentes mármoles, cuyo empleo fue uno de los condicionantes en el desarrollo del arte helénico. Como fuente de recursos se recurrió a la ganadería, principalmente de cabras y ovejas, que se adaptan fácilmente a las condiciones orográficas del terreno y que no necesitan tierras forrajeras. La escasez de buenos árboles maderables contrasta con la abundancia de cultivos de olivos y viñedos, aptos para el secano, y de las plantaciones a media altura. Todo ello conformará el paisaje típico griego. Pan, queso, aceituna y vino componen la dieta básica griega.

La posterior expansión colonial, emprendida por los habitantes de este espacio, ampliará sus horizontes, integrando diversas regiones bajo sus áreas de influencia, especialmente en torno al Mar Negro, el sur itálico y el mediodía galo.



 LOS GRIEGOS: EL ELEMENTO HUMANO  

Es esta una de las cuestiones más complejas y controvertidas de la historia griega. En ella confluyen problemáticas diversas. Por una parte, la supuesta existencia de comunidades de diverso origen étnico en dicho espacio geográfico, este sustrato étnico original fue alimentado por sucesivas oleadas de poblaciones indoeuropeas. A estos movimientos de pueblos se sumaría la llegada al ámbito egeo de los pueblos dorios. De este modo la población egea mostraba huellas de al menos todas estas procedencias. Un segundo elemento, vinculado con el anterior y que viene a complicar esta problemática, es el conjunto de referencias en la propia tradición griega a movimientos migratorios diversos, que llevan a comunidades helénicas de un ámbito regional a otro, como los recogidos en la tradición literaria del «Retorno de los Heráclidas».

Historiográficamente, este tema fue objeto de un intenso debate ya que a estas circunstancias se une el gran desarrollo que, en los momentos finales del siglo XIX y principios del XX, adquieren las teorías difusionistas, que explicaban en sus posicionamientos más básicos la expansión de la cultura por irradiación, desde pueblos civilizadores hacia pueblos incivilizados. La importancia de los logros culturales alcanzados en el mundo griego y su trascendencia en la formación de la cultura clásica hacen a estas culturas especialmente susceptibles de ser interpretadas desde posiciones difusionistas, donde la ecuación «Llegada de pueblos indoeuropeos = Nacimiento de la cultura clásica griega», era lo mismo que hacer responsables del nacimiento de la cultura occidental a un determinado grupo humano, centroeuropeo por más señas.


Ulises y las sirenas, por Herbert James Draper (1909)
Fuente: Wikimedia Commons 

¿Qué sabemos con certeza de este asunto? La cuestión de los pobladores antiguos del mundo griego no es, como ya comentamos, simple, por el contrario posee vertientes literarias, lingüísticas y arqueológicas. Lo que a continuación exponemos es la posición más extendida sobre el asunto, pero hemos de ser conscientes de su provisionalidad a la espera de que salgan a la luz nuevos descubrimientos.

Se asume la existencia de un sustrato poblacional reconocido desde el neolítico. La cercanía espacial del neolítico oriental, así como la presencia de las técnicas productivas que lo caracterizan, inclinan a los historiadores a plantear un origen oriental para la población neolítica del Egeo, que llegaría hacia el IV milenio y cuya evolución cultural desembocaría en la cultura minoica (al menos sí parece admisible una fuerte influencia oriental).

Hacia el año 2.000 a. n. e. comenzarían a llegar a la región diversas oleadas de comunidades de origen indoeuropeo, quienes podrían ser responsables del desarrollo de la cultura micénica. Sería el elemento protogriego, los primeros griegos propiamente dichos. Su llegada se realizaría a través de flujos sucesivos, más o menos violentos, quizás con un carácter de infiltración.

Estos grupos indoeuropeos introducen una serie de elementos culturales que les son propios: determinados gustos ornamentales (empleo del ámbar), empleo de la caballería, lenguaje indoeuropeo e instituciones también propias del mundo indoeuropeo.


Pandora, por John William Waterhouse (1896)
Fuente: Wikimedia Commons

Por último, debemos abordar otro problema historiográfico: el de la existencia de las invasiones de los dorios. En primer lugar debemos tener presente que existe una región griega con este nombre - Doride o Dorión, en el Peloponeso - y que las alusiones a los dorios, como habitantes de esta región, son habituales en los autores antiguos.

Respecto a la supuesta invasión o retorno de los dorios, algunos autores la han querido relacionar con la tradición del Retorno de los Heráclidas, antes mencionado, vinculándoles a las causas que acaban con el mundo micénico. Otros investigadores inciden en la ausencia de elementos culturales nuevos en el ámbito egeo, que pudieran atribuirse a los dorios. Se resalta que arqueológicamente no existen, puesto que no conocemos una cultura material diferente que defina una comunidad dórica (no conoceríamos ni sus cerámicas ni sus armas) y, por otro lado, tampoco se aprecian innovaciones o aportaciones lingüísticas.

El problema de las invasiones dóricas fue ya oscuro para los propios autores antiguos, que no se ponían de acuerdo: por ejemplo, Homero sitúa Dorión en Pilos en la Ilíada, en cambio en la Odisea les sitúa en Creta; Estrabón los ubica en Tesalia, pero esta zona es interior, sin costa, y en teoría los dorios habían participado en la guerra de Troya, llegando en barcos al escenario de la batalla (Catálogo de las Naves).

La Escuela de Atenas, por Rafael Sanzio (1509)
Fuente: Wikimedia Commons

Sobre el Retorno de los Heráclidas es una tradición mítica incluida en el «Ciclo de los Nostoi», o retorno de los héroes. Los hijos de Hércules según la tradición tuvieron que huir hacia oriente. Al cabo de los años, sus descendientes conducidos por Hylleis, hijo de Hércules, retornan al espacio griego.

Una posición intermedia admite la llegada del elemento dorio procedente del noroeste de la Grecia continental, el mismo camino seguido por los indoeuropeos premicénicos, compuesto no por una comunidad homogénea, sino por diversos grupos que mezclan diferentes sustratos culturales, con diversos patrones o modos de vida.

Todo estos elementos no hacen sino confirmar dos hechos:

-   Durante el Bronce Egeo se conocieron movimientos poblacionales diversos, quizás a veces idas y venidas de poblaciones propias de la región.
-    Estos movimientos son bastante problemáticos y su conocimiento de difícil solución, pues en ellos se mezclan elementos históricos con elementos míticos, además de haber permanecido inmersos durante mucho tiempo en corrientes historiográficas que no proporcionaron un tratamiento objetivo al asunto.

Por último, no debemos olvidar que esta situación coincidiría en el tiempo con los fenómenos migratorios propios de los movimientos de los Pueblos del Mar y con el inicio de las Edades Oscuras en el Mediterráneo oriental.


Grandes civilizaciones: Grecia 
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