miércoles, 19 de junio de 2013

Las consecuencias de la Revolución Industrial

El modo de vida de la población europea sufrió su cambio más rápido y profundo bajo el impacto de la "Doble Revolución" (la "industrial" y la "política", iniciada en E.E.U.U. y Francia). Tras esta "Doble Revolución", Europa pasa de tener una sociedad anclada en características y valores casi medievales (Antiguo Régimen) a otra más moderna (Nuevo Régimen). Las consecuencias del proceso de industrialización supusieron cambios en todas las esferas de la vida de la población europea que se tradujeron en el germen de la vida moderna tal y como la conocemos hoy día.



 EL DESARROLLO DEL COMERCIO 

La creciente urbanización y la mejora de los transportes, consecuencias del proceso industrializador, trajeron consigo un crecimien­to del comercio interior. A esto se añadía la progresiva unificación de los sistemas de medidas, tanto de peso y de superficie como de monedas y de aduanas. La organización co­mercial mayorista también sufrió importantes cambios con respecto a épocas anteriores. Además de las ferias, que eran los principa­les centros de venta al por mayor, algunos fabricantes vendían sus productos a través de sus propios viajantes de comercio, e incluso, tras el desarrollo del sistema postal, también se pudieron hacer pedidos por medio de catálogos. Para el comercio de algunos productos básicos (trigo, carbón) se constituyeron mercados especializados: para los nuevos productos industriales se organizaron exposiciones internacionales, y el comer­cio al por mayor se amplió y organizó eficazmente.


Locomotora de vapor británica, por Tony Hisgett (2010)
Fuente: Wikimedia Commons / Flickr / CC BY 2.0
El comercio al por menor continuaba con los mercados diarios y semanales, los puestos callejeros y el vendedor ambulante. Pero, desde mediados del siglo XIX las tiendas al por menor se fueron afirmando e hicieron su aparición los grandes almacenes.

Pero el problema radicaba en los niveles de consumo tan desiguales en función de la situación social. La mayor parte de la población obrera y campesina dedicaba porcentajes altísimos de sus recursos a la alimentación, mientras el gasto en vestidos era muy modesto. El contraste era claro con el lujo ostentoso del mundo burgués, del nuevo rico. En cuanto a la vivienda, pocas variaciones se introdujeron en el mundo rural, mientras que en la ciudad crecían día a día las nuevas zonas industriales donde los empresarios construían sus fábricas y residencias.

Respecto al comercio internacional, a lo largo del siglo XIX el volumen del comercio mun­dial creció constantemente, y entre 1750 y 1914 se ha calculado que se multiplicó por 50. Gran Bretaña iba a la cabeza, seguida de E.E.U.U. y Francia, y, en términos generales, Europa tendía a importar materias primas, alimentos y materiales industriales de otros continentes y exportaba mercancías manufacturadas, capital y técnicos.

Este comercio se ajustó en la primera mitad del siglo XIX a una legislación y un régimen aduanero proteccionista, pero desde 1846 a 1852 Gran Bretaña adoptó totalmente el librecambismo y su ejemplo fue seguido por otros países, aunque a través de acuerdos bi­laterales.


Esquema resumen de la Revolución Industrial
El proteccionismo es una doctrina económica que recomienda la protección de la producción nacional frente a la competencia de los productos extranjeros, a través de un conjunto de medidas como el establecimiento de aranceles o de restricciones cuantita­tivas.

El librecambismo es una doctrina económica que defiende el establecimiento de un co­mercio libre de aranceles de restricciones cuantitativas y de cualquier medida que obstaculice el movimiento internacional de bienes.

 LA NUEVA ESCUELA ECONÓMICA: EL LIBERALISMO 

Adam Smith es considerado el fundador del liberalismo económico con su obra "La riqueza de las naciones". El propósito de Smith era descubrir el procedimiento de enriquecer al Esta­do, llegando a la conclusión de que es condición previa el enriquecimiento de los indi­viduos. La obra de Smith se centra en tres ideas fundamentales:

  • El trabajo es la fuente de la riqueza.
  • El trabajo se realiza en función del interés particular, por lo que el enriquecimiento de los particulares es el único camino para conseguir la “riqueza de las naciones”.
  • Para desarrollar la riqueza, la iniciativa particular no debe ser frenada por actuaciones externas.
Adam Smith, por James Tassie (1787)
Fuente Wikimedia Commons
De ahí, se fundamenta que el estado no debe intervenir en la economía (laissez faire), que debe regirse por el libre juego de la oferta y la demanda. Smith es el gran defensor de la libertad económica; para él, es inútil la inter­vención del Estado, pues el orden se establece por sí mismo, por el juego de la oferta y la demanda. Si un producto es solicitado sube el precio y se favorece su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la importancia de los servicios que pres­ta. A partir de "La riqueza de las naciones" se habla del progreso económico que, según Smith, se basa en la acumulación de riquezas. El ahorro se convierte en la base del crecimiento: lo que se ahorra y, por tanto, no se consume, se invierte, es decir, deja de utilizarse en uso improductivo para emplearse en un trabajo productivo.

En consecuencia, el sistema preconizado por Smith consagraba la defensa total de la iniciativa privada y del enriquecimiento sin límites, que se convertían en los pilares básicos de la sociedad burguesa capitalista y no tenía en cuenta las consecuencias sociales de la industrialización.

Otro pensador de la escuela inglesa fue David Ricardo, que reforzó las ideas de libertad económica con su obra "Principios de economía política". Destaca en él su doctrina del salario, recogida en su “Ley de bronce de los salarios” donde trató el tema del proletariado. Según Ricardo, el salario del obrero debía mantenerse siempre con un mínimo de subsistencia, es decir, que sólo alcanzara lo suficien­te para subsistir. La razón de ello estaba en que la subida de los salarios nunca tendría efectos reales sobre el nivel de vida del obrero pues la elevación de los salarios provocaría el aumento de la demanda y el inmediato encarecimiento de los productos, según la ley de la oferta y la demanda. Por esta razón el poder adquisitivo real del trabajador no iba a verse incrementado a pesar de la subida de su sueldo. No tiene en cuenta, por tanto la capacidad de ahorro de los trabajadores; es más, pronostica con el tiempo una tendencia descendente de los salarios, debida al aumento del número de obreros y a la competencia entre ellos.

Conforme la industrialización se extiende, la preocupación por la situación del obrero se hace más patente. John Stuart Mill en sus “Principios de economía política”, intentó contribuir a la solución del “problema social” generado por la industrialización y la revolución económica. Propone moderar las pretensiones de libertad concediendo al estado un pequeño papel intervencionista. Justificaba este “proteccionismo” del estado en la creciente desigualdad social y en la crisis del capitalismo.

En la escuela clásica francesa destaca Jean-Baptiste Say, con su obra "Tratado de eco­nomía política".

La doctrina del liberalismo económico es la doctrina del "laissez faire, laissez paser". En su base se esconde una glorificación de la libertad: el mercado se regula por libre concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se des­plaza libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros. El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica independiente de cualquier regulación política. Es la doctrina del “no intervencionismo del Estado en materia económica”.
Esquema sobre la evolución del pensamiento económico imperante en el XVIII
Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y de la demanda, rigen el mundo económico y equilibran la producción y el consumo de los distintos productos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que dificulte las leyes del mercado, debe ser abolida. Se postula el crecimiento del comercio internacional y se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital.

La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas gigantescas, pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los problemas so­ciales de la industrialización.

 LA NUEVA SOCIEDAD: LA CUESTIÓN SOCIAL 

Las dos consecuencias más importantes que la revolución industrial tuvo en el campo social fueron:

  • La sustitución de la sociedad estamental por la sociedad de clases, que eran grupos abiertos que fundamentaban su posición social en el dinero. El dinero es fuente de poder y la consecución de fortuna supone el ascenso de clase. Ninguna función es monopolio de ningún grupo y el hombre con capacidad puede acceder a cualquier car­go o responsabilidad. En el gobierno colaboran los hombres salidos de las universi­dades; los negocios son administrados por empresarios audaces e imaginativos; es la hora de las clases medias, que apelan no a su cuna sino a su fortuna o a su ca­pacidad.
  • Se diferencian claramente dos clases: la burguesía, poseedora del dinero y, por tanto, dueña de los nuevos establecimientos fabriles, y el proletariado, asalariado en las fábricas, que sólo tiene la fuerza de su trabajo, que no tiene reservas ni recur­sos, y que es una mano de obra no cualificada que viene directamente del campo en busca de trabajo y que debe conformarse con lo primero que encuentra.
Salida de La Madeleine, París, por Jean Béraud (finales s. XIX)
Fuente: Wikimedia Commons
Así pues, de ahora en adelante existen dos clases enfrentadas, que no coinciden más que a la hora del trabajo y que no tienen más relación que la de mando o subordinación. Sus intereses son incompatibles: el interés de los patronos es evidentemente bajar los salarios; el de los trabajadores, defenderlos o aumentarlos. La competencia, que opone a los asalariados entre sí, y el paro, que pone a disposición del patrón un ejército de reserva donde encuentra lo necesario para reemplazar a los posibles huelguistas, agrava aún más la dependencia de los trabajadores.

La revolución industrial y la ideología capitalista que le sirve de base traen consigo una serie de problemas para los obreros industriales o proletariado. Esta clase, formada por los antiguos artesanos y los obreros agrícolas excedentes que se han visto despla­zados de sus ocupaciones tradicionales a causa del desarrollo industrial, constituye una enorme masa de población que busca empleo en las nuevas industrias. El primer capi­talismo se basa en la competitividad, en la libertad absoluta para el empresario en todos los aspectos, incluido el de contratación y la obtención de rápidos y máximos beneficios.

Principales cambios en el rol del trabajador industrial
Por ello, con el objetivo de reducir gastos y aumentar los beneficios, las fábricas no tienen el mínimo de condiciones para el obrero, son insalubres y antihigiénicas, no tie­nen ventilación y se encuentran, a veces, encharcadas. Están regidas de forma despótica por el dueño o por capataces que infringen torturas físicas o psíquicas cuando no se rinde lo previsto.

Al obrero se le exigen de 14 a 18 horas diarias de trabajo, con breves espacios de tiempo para comer. En algunas fábricas se crean cobertizos donde los trabajadores se hacinan para dormir las pocas horas de descanso diario. El salario de miseria apenas cubre las necesidades más vitales y es además oscilante, es decir, puede subir, aunque lo normal es que descienda, debido a la cantidad de parados existentes. El trabajo está muy reglamentado y se prohíbe, por ejemplo, silbar, fumar e incluso hablar, multándose a los infractores. No existen subsidios de enfermedad ni de paro.

Pero el problema más temido, que hace que se soporten tan malas condiciones de trabajo, es el paro. El régimen de libertad absoluta existente en las relaciones patrón-obrero permite a aquél dejar en la calle al trabajador por cualquier causa o, incluso, sin causa algu­na. Y la situación de los parados es insostenible, sin recibir ningún tipo de ingreso económico, viéndose condenado al hambre si no se acogen a las comidas gratuitas que a veces dan algunas entidades benéficas.

La salida del burgués, de Jean Béraud (1889)
Fuente: Wikimedia Commons
Por otra parte, los empresarios acuden a la mano de obra femenina e infantil, a la que sólo se le paga un tercio o un cuarto del salario del hombre, ya que las familias se ven obligadas a emplear a todos sus miembros para cubrir sus necesidades. Muchas veces los niños son abandonados o entregados a hospicios y parroquias que, para poder cubrir sus gastos, los emplean en cualquier trabajo. Y todo ello, con el beneplácito de los go­biernos. En estas circunstancias, las posibilidades de educación o instrucción eran nulas.

La llegada a la vivienda no era más placentera. Estas eran insanas, húmedas y mal ven­tiladas, de dimensiones muy reducidas y con un mobiliario mínimo. El hambre, la suciedad y las enfermedades planeaban sobre las familias, frecuentemente numerosas, que se hacinaban en ellas. Las consecuencias de todo lo anterior eran la abundancia de enfermedades, especialmente de las vías respiratorias, la alta mortalidad y la baja esperanza de vida.

Ante estas penosas condiciones de vida y trabajo comienzan a alzarse algunas voces, especialmente de médicos y clérigos. Pero la única posibilidad de salida está en la lucha obrera, que exige una previa concienciación y unión de todos los trabajadores. Esta lucha es la que se conoce con el nombre de movimiento obrero.

 LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO: EL CARTISMO 

Las deficientes condiciones de vida y de trabajo provocan en los obreros reacciones que son al principio individuales o de grupos reducidos y sin organización. Sin embargo, poco a poco, con la toma de conciencia de su condición obrera y de la necesidad de unión entre todos, desembocan en un verdadero movimiento obrero que, a pesar de los obstáculos que encuentra, conseguirá avances y mejoras en su situación.
Primeras manifestaciones del movimiento obrero
En un primer momento, la lucha se centra en un movimiento mecanoclasta, de destrucción de máquinas, a las que se achaca la culpa del paro. Es el llamado "ludismo", en honor de Ned Ludd. Se trata de la actuación de grupos reducidos, que se inicia en Inglaterra y Francia y se extenderá después a otros países. Los gobiernos reaccionaron con leyes que condenaban a los destructores a penas que llegaron, a veces, a la de muerte. Paulati­namente, los obreros comenzaron a distinguir entre la máquina y el uso que se hacía de ella y dirigieron sus esfuerzos a conseguir su asociación o sindicación.

El país pionero de los movimientos obreros es Inglaterra. En las Combination Laws (Leyes sobre asociaciones) se identificaba a las tentativas de asociación sindical con grupos políticos sediciosos y antigubernamentales. Y efectivamente, algunas asociaciones obreras, estimuladas por el partido radical, formulaban reclamaciones que lindaban con la esfera de la política. Pero otra dirección, la más frecuentemente seguida por los obreros bri­tánicos, se limitaba a peticiones estrictamente laborales. Así aparecieron en la clandestinidad las Trade Unions.
La huelga, de Robert Koehler (1886)
Fuente: Wikimedia Commons
Tras la abolición de las Combination Laws y la aprobación en 1824 de una nueva ley que otorgaba la libertad de asociación, se multiplican en Inglaterra los sindicatos locales por oficios, pero sin ninguna relación entre ellos. Hasta que en 1829 surge en la industria textil la idea de unir todos los sindicatos locales: el secretario del sindicato de Manchester, John Doherty, organiza la Unión General del Reino Unido, en la que se federan los hiladores de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Pero el intento fracasó por la falta de conciencia solidaria de los obreros, que se negaban a pagar las cotizaciones y a aceptar disciplinadamente las decisiones de la Unión General.

Otra figura, Robert Owen, dueño de una fábrica en New-Lanark, donde había creado alojamientos para obreros, con jardines, economatos, comedores y escuelas, da renovado impulso al movimiento sindicalista. Doherty y Owen organizan la campaña por la jornada de 8 ho­ras. Aunque Owen era más partidario de cooperativas pequeñas que de grandes sindicatos, consiguió integrar en la Great Trade Union a 500.000 miembros en pocas semanas, pero el gobierno reaccionó alarmado y declaró ilegal esta gran federación.
Robert Owen, por John Cranch (1845)
Fuente: Wikimedia Commons
Así pues, hasta 1830 la tendencia predominante del sindicalismo es la que reduce sus ob­jetivos a conquistas exclusivamente laborales. Pero en la década de los 30 la miseria de las masas obreras inclinó a los líderes del obrerismo hacia posturas más precisas de reforma política. En 1838 un grupo de trabajadores redacta un documento histórico, denominada la "Carta", en el que se pide sufragio universal, supresión del certificado de propiedad para ser miembro del Parlamento, inmunidad parlamentaria, circunscripciones electorales iguales. Son peticiones políticas, ya que se piensa que mientras no haya un cambio en la política, no se producirá un cambio social. Es el llamado Movimiento Cartista.

Dentro de este movimiento se destaca una tendencia moderada, la de Lovett y Owen, que pone el acento en las cuestiones económicas, y otra más radical, la de O’Connor y O’Brien, que se inclinaba por los mítines y huelgas de carácter violento.

Esquema de los principales cambios sociales
El Primer Congreso Cartista, celebrado en Londres en 1839, optó de forma decidida por las posturas de fuerza: huelga general, algaradas, manifestaciones violentas. El Gobierno respondió, exponiendo los distritos obreros bajo mando militar deteniendo a algunos líderes y reprimiendo con dureza cualquier intento de presión. Nuevos intentos de presión "violenta" en 1842 por parte de los cartistas terminaron en fracaso. Los líderes del cartismo concluyeron de la experiencia que la clase obrera aislada no podía conseguir una gran reforma política, y a partir de entonces el obrerismo inglés se une a ciertos sectores de las clases medias para conseguir sus reivindicaciones.
Esquema de los principales cambios estructurales