viernes, 10 de octubre de 2014

Crisis económica en el período de entreguerras: el Crack de 1929

Tras la I Guerra Mundial, el mundo entra en un nuevo orden económico presidido por los EE. UU., que actúan como los grandes banqueros del mundo. En una época en la que es necesaria una gran reconstrucción posbélica, Europa entra en una recesión mientras que Estados Unidos experimenta una gran expansión económica y financiera. Poco hacía sospechar que los "felices años veinte" constituían la puerta de entrada a una de las mayores crisis del sistema capitalista. La sobreproducción en la economía y la especulación en el mercado financiero, auspiciada por una intensa actividad bancaria, proporcionarían el inestable marco que acabaría por estallar con el crack de la bolsa de 1929. 

Enlaces relacionados:
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- La Primera Guerra Mundial: los Tratados de Paz y las consecuencias a largo plazo.



 LOS AÑOS ANTERIORES A LA CRISIS

A principios del siglo XX, el sistema económico capitalista era un delicado y entrete­jido mecanismo, en el que cualquier perturbación se transmitía rápidamente a través de todas las partes. Para muchas mercancías, los precios se fijaban mediante el libre juego de la oferta y la demanda, en un mercado de dimensiones mundiales. Había una gran división del trabajo por zonas; grandes áreas vivían de la producción de unos pocos artículos especializados para su venta al resto del mundo.

Una gran cantidad de la producción, tanto local como internacional, estaba financiada a través del crédito, es decir, de promesas de pago en el futuro. El sistema se basaba en la mutua confianza y en el mutuo intercambio, es decir, en la creencia del prestamista, acreedor o inversor de que recuperaría su dinero, en la creencia del prestatario de que podría pagar sus deudas, en la posibilidad de que granjas y fábricas pondrían sus productos en el mercado a unos precios suficientemente altos para que rindiesen un beneficio neto, de modo que los trabajadores de las granjas y fábricas pudiesen comprar los productos de otras granjas y otras fábricas, y así sucesivamente alrededor de incontables círculos de mutua interdependencia, y por todo el mundo.

Exterior del edificio de la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, por Arnoldius
Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0

Si alguien salió reforzado económicamente tras la I Guerra Mundial, ese fue EE.UU. Los norteamericanos; ante una Europa destrozada por el conflicto, trastocada en su estructura económica ante los cambios en el mapa político y con medio continente obligado a pagar reparaciones astronómicas, se convirtieron en los grandes banqueros del mundo. A mediados de la década de los 20, EE.UU. era la primera potencia económica mundial.

La buena marcha económica permitió un aumento de la actividad bursátil. El aumento de las cotizaciones de títulos en la Bolsa fue financiado en buena medida por la concesión de créditos, creando una burbuja especulativa. Esta intensa actividad, permitía la obtención de rápidos dividendos y atraía a inversores de casi todos los estratos sociales y la mayoría ni siquiera entendía bien los mecanismos de este mercado. Pronto, la buena marcha bursátil se convirtió en simple especulación, no en un indicador de la economía “real”, se trataba de un “castillo en el aire”.

Noche en Los Ángeles, por Underwood & Underwood (1920)
Fuente: Wikimedia Commons

Los cinco años siguientes a 1924 fueron un período de prosperidad (los llamados “felices años veinte”), en el que hubo un gran volumen de comercio interna­cional, de construcción y desarrollo de nuevas industrias. La expansión fue especialmente asombrosa en EE.UU., pero casi todos los países disfrutaron de ella, en mayor o menor grado. Pero en aquella prosperidad había imperfecciones. La expansión estaba financiada, en gran parte, por el crédito o por los préstamos. Los trabajadores percibían menos de lo que constituía una porción equilibrada; los salarios quedaban muy por debajo de los beneficios y de los dividendos, de modo que el poder adquisitivo de las masas, aunque ampliado por la compra a plazos, no podía absorber el gran volumen de lo que técnicamente era posible producir.

Esquema sobre los principales factores que influyeron en el Crack del 29

En todo el mundo, la década de 1920 fue un período de depresión crónica en la agricultura, hasta el punto de que los granjeros no podían pagar sus deudas ni comprar artículos en la medida necesaria para el buen funcionamiento del sistema. Las operaciones militares de la I Guerra Mundial habían reducido en 1/5 los campos dedicados al cultivo del trigo en Europa. El precio mundial del trigo subió, y los granjeros de EE.UU., Canadá y otros países aumentaron sus extensiones cultivables. Muchas veces, para adquirir tierras a precios altos, contrajeron hipotecas que en años posteriores no pudieron pagar.

Después de la guerra, Europa restableció su producción de trigo y Europa Oriental se incorporó al mercado mundial. La agricultura se mecanizaba rápidamente, al tiempo que el cultivo de secano permitía disponer de nuevas tierras. El resultado de todo esto fue una superabundante producción de trigo, y que el precio mundial de éste cayera increíblemente. Los cultivadores de trigo de todos los continentes se arruinaron. Los de otros muchos productos (algodón, café, cereales) se encontraban en la misma desastrosa situación, y todos se hundían. La fase aguda de la depresión, que comenzó en 1929, se agravó a causa de aquel fondo crónico de catástrofe en la agricultura, porque no había reserva alguna de poder adquisitivo en las granjas. La apurada situación del granjero empeoró aún más cuando la gente de la ciudad, alcanzada por la depresión en la industria, redujo sus gastos en alimentación.


Esquema sobre el proceso que confluyó en el "Jueves Negro" y la Crisis del 29


 LA CRISIS FINANCIERA

La depresión, en su sentido estricto, comenzó como una crisis en el mercado de acciones y una crisis financiera. Los precios de las acciones se habían mantenido ascendentes gracias a los años de continua expansión y de altos dividendos. A comienzos de 1929, los precios en las bolsas europeas comenzaron a debilitarse. Pero la crisis definitiva se produjo con la bancarrota de la bolsa de Nueva York, en octubre de 1929.

Multitud de inversores a las afueras del edificio de la bolsa el "Jueves Negro"
Fuente: Wikimedia Commons

Allí, los valores se habían elevado a alturas fantásticas, a causa de una excesiva especulación. No sólo especuladores profesionales sino también personas comunes (sin la suficiente formación financiera), compraban acciones de las diferentes empresas con fondos tomados a préstamo, como una manera fácil de ganar mucho dinero. Algunas veces, aquellas personas poseían cinco o diez veces más acciones que las que correspondían a la suma de dinero propio invertido en ellas; el resto era prestado mediante la concesión de créditos. Con un dinero tan fácil de adquirir, la gente hacía subir los precios de las acciones al pujar los unos contra los otros, y disfrutaban de enormes fortunas sobre el papel. Pero si los precios bajaban, los infelices propietarios se veían obligados a vender sus acciones para devolver el dinero que habían tomado prestado. De ahí que la debilitación de los valores en la Bolsa de Nueva York desatase incontrolables oleadas de venta, que hundieron irresistiblemente los precios de las acciones. En un mes, los valores en bolsa descendieron en un 40%. De 1929 a 1932 cerraron sus puertas 5.000 bancos americanos. Tanto los pequeños especuladores como los grandes capitalistas sufrieron importantes pérdidas y muchos se vieron en la ruina.


Esquema sobre el desarrollo de la Crisis de 1929

La crisis pasó de las finanzas a la industria, y de EE.UU. al resto del mundo. La exportación de capital americano llegó a su fin. Los americanos no sólo dejaron de invertir en Europa, sino que vendieron los valores extranjeros que poseían. Esto desbarató las bases de la resurrección posbélica de Alemania y de gran parte de Europa. Los americanos, al disminuir sus ingresos, dejaron de adquirir artículos extranjeros. Se produje­ron bancarrotas por todas partes. Las personas y las empresas privadas no podían cobrar lo que se les debía, ni retirar en dinero lo que pensaban que tenían en los bancos. No podían comprar y las fábricas, por tanto, no podían vender. Las fábricas trabajaban más despacio o cerraban del todo. Entre 1929 y 1932 la producción mundial descendió en un 38% y el comercio interna­cional cayó en unos 2/3.


Wall Street - El Gran Crack de 1929
subido por CronicasDeTumbleweed a https://www.youtube.com 

El crack de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929 es un indicador más de una crisis que sus contemporáneos no supieron ver, cegados ante las promesas de rápida riqueza que hacía la actividad bursátil. No se comprendía que la Bolsa es un reflejo de la economía y que la descompensación de este sistema llevaba al desastre.

Por otro lado, hay que entender que el crack no provocó la crisis y la depresión que marcó la década de los 30. La fuerte y rápida expansión económica de los años veinte se llevó a cabo a un ritmo que los distintos sectores no fueron capaces de asimilar. El aumento de beneficios permitió un incremento de la inversión en innovación tecnológica y una racionalización en cuanto a los métodos de trabajo. Las consecuencias más evidentes fueron el aumento de la producción y la reducción del empleo. Sobre el papel, los beneficios se iban a disparar. Sin embargo, iba a producirse el efecto contrario. El aumento del desempleo contraería la demanda de productos lo que provocaría sobreproducción y una caída de los precios, de la que el crack financiero sería un síntoma. Se redujo la inversión y el sistema capitalista sufrió una crisis inesperada de grandes consecuencias.