La Primera Guerra Mundial supone un triunfo para la democracia moderna. Sin embargo, la situación económica y social en una difícil posguerra permite el ascenso de los movimientos fascistas e hipernacionalistas. La llegada al poder de dichos movimientos implicará la aparición de las dictaduras y los regímenes totalitarios. El culmen de este proceso se da en Alemania; donde elementos como el nacionalismo, el militarismo y el racismo se unen para formar una de las más crueles ideologías que ha concebido el ser humano. El nazismo implantará una maquinaria alimentada por el odio de tales porporciones que, una vez en marcha, sólo podía ser detenida mediante una guerra de dimensiones globales.
Enlaces relacionados:
- Crisis económica en el período de entreguerras: el Crack de 1929.- La Primera Guerra Mundial: los Tratados de Paz y las consecuencias a largo plazo.
- Los totalitarismos hipernacionalistas: Características de los fascismos.
- Los totalitarismos hipernacionalistas: el fascismo italiano.
ADOLF HITLER Y EL ASCENSO DEL NACIONALSOCIALISMO
Nacido en Austria en 1889, Adolf Hitler no era un intelectual y nunca fue socialista. Se
consideraba a sí mismo como un germano puro y ya en su juventud se mostró
violentamente antisemita. Hijo de un agente de aduanas y nacido en los
alrededores de Linz, fue rechazado por la Academia de Bellas Artes de Viena y en
1913 se trasladó a Baviera,
donde estuvo hasta que sirvió en la I Guerra
Mundial, en el ejército alemán. Ya en aquella época, hablaba en contra de
judíos y marxistas, a los que acusaba de robar a la nación y no cumplir con sus
deberes patrióticos. De hecho, la creencia popular era que el ejército alemán
terminó la guerra invicto pero que fue traicionado por políticos socialistas
que presionaron para firmar un armisticio donde fueron humillados.
Adolf Hitler durante un desfile nazi en Weimar, por Georg Pahl (1930) Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 102-10541 / CC BY-SA 3.0 |
Tras la guerra, regresó a Baviera. Ésta constituía un
importante foco de la ofensiva comunista en Europa Central. Pero esta "amenaza
comunista" hizo de Baviera un activo centro de todo tipo de agitación
contrarrevolucionaria. Allí pululaban las sociedades secretas capitaneadas por
oficiales del ejército descontentos o por otros individuos a quienes resultaba
difícil adaptarse al nuevo régimen. Un pequeño grupo se llamaba Partido de los
Obreros Alemanes, del que Hitler fue uno de los primeros miembros. En 1920 pasó
a denominarse Partido Nacional
Socialista de los Obreros Alemanes (Partido Nazi).
Asamblea del partido nazi en Munich, por Heinrich Hoffmann (1923) Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 146-1978-004-12A / CC BY-SA 3.0 |
Es evidente que en la Alemania de la posguerra la situación económica era
difícil. Satisfacer las cláusulas del Tratado de Versalles en las condiciones
que éste imponía se antojaba imposible y en 1923, al no recibir los pagos de
las reparaciones, el ejército francés ocupó el Ruhr, una de las regiones industriales
más prósperas de la nación. Esto suponía un ataque directo a la economía
germana. Un clamor de indignación nacional se levantó en todo el país, el
hipernacionalismo ganaba adeptos. Hitler y los nacionalsocialistas, que habían
conseguido muchos seguidores, denunciaron al gobierno de Weimar
por su vergonzosa sumisión a los franceses. Consideraron que era el momento
oportuno para tomar el poder y, a finales de 1923, imitando la Marcha de
Mussolini sobre Roma, los Camisas Pardas del partido Nazi llevaron a cabo el “Putsch de la cervecería” en Munich. Un
fallido golpe de Estado. La policía terminó dominando el disturbio y Hitler fue
condenado a 5 años de cárcel, aunque se le puso en libertad antes de un año. En
la cárcel escribió un libro, «Mein Kampf»
(Mi Lucha), un turbio relato de recuerdos personales, racismo, nacionalismo,
teorías de la historia, acoso a los judíos y comentarios políticos.
Acusados del Putsch de Munich, por Heinrich Hoffmann (1924) Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 102-00344A / CC BY-SA 3.0 |
LA LLEGADA AL PODER
A comienzos de 1924, con los franceses fuera del Ruhr, concertadas las reparaciones
y obtenidos préstamos de países extranjeros, Alemania empezó a disfrutar de una
asombrosa recuperación. El
nacionalsocialismo perdía su atractivo, el partido perdía miembros, Hitler era
considerado un charlatán, y sus seguidores una partida de lunáticos. Pero
entonces, llegó la gran depresión de
1929. Ningún país sufrió más que Alemania a causa de la crisis económica
mundial. Los préstamos extranjeros cesaron o fueron revocados, las fábricas
pararon, el número de desempleados llegó a 6 millones. Los votos comunistas
aumentaban constantemente, pero las grandes clases medias, que no querían el
comunismo, buscaban desesperadamente a alguien que las salvase del bolchevismo.
La depresión también agravó el general aborrecimiento alemán del abusivo Tratado de Versalles.
Muchos alemanes explicaban la ruina de
Alemania por el trato que hablan recibido de los aliados tras la guerra: la
reducción de sus territorios, la pérdida de sus colonias, de sus mercados, de
su marina mercante y de las inversiones extranjeras, las reparaciones, la
ocupación del Ruhr, la inflación...
Hitler atizó todos aquellos sentimientos con su propaganda. Denunció el Tratado de
Versalles como una humillación nacional.
Denunció la democracia de Weimar por producir lucha de clases, división,
debilidad y charlatanería. Lanzó duros ataques contra los marxistas, los
bolcheviques, los comunistas y los socialistas. Atacaba los ingresos que no
eran producto del trabajo, las ganancias de la guerra, el poder de los grandes
trusts y de las cadenas de almacenes, los impuestos injustos. Y sobre todo,
denunciaba a los judíos.
Apocalipsis - El ascenso de Hitler: La amenaza
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Tras las elecciones de 1928, en que sólo habían obtenido
12 escaños; en 1930 los nazis consiguieron 107 escaños en el Reichstag (constituyéndose como la segunda fuerza política del
país); en julio de 1932 aumentaron a 230, aunque seguían sin poder formar
gobierno debido a la negativa de Hitler a formar coaliciones que no conllevaran
su nombramiento como canciller. Finalmente, en noviembre bajaron a 196. Tras este
retroceso, Hitler temió que su momento estaba pasando. Pero determinados
elementos conservadores, nacionalistas y antirrepublicanos habían concebido la
idea de que Hitler podía serles útil y estar controlado por lo que convencieron
al presidente Hindenburg de que la
única forma de dar estabilidad al país pasaba por nombrar a Hitler canciller de
un gobierno de coalición. El 30 de enero de 1933, por medios totalmente legales,
Adolf Hitler pasó a ser canciller de
la República Alemana.
Primer gabinete de Hitler en enero de 1933 Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 183-H28422 / CC BY-SA 3.0 |
Hitler no contento con ser canciller de un gobierno de
coalición que pretendía controlarle, convocó otras elecciones contando esta vez
con el respaldo del poder. Una semana antes de la fecha en que habían de
celebrarse, se incendió el edificio del Reichstag. Si bien se desconoce la
autoría de este hecho, los nazis, ya en el poder y sin prueba alguna, aprovecharon
esta coyuntura para culpar a los comunistas
(muchos de sus dirigentes fueron enviados a campos de concentración). Levantaron
una terrible alarma roja, suspendieron la libertad de expresión y de prensa, y
utilizaron a los Camisas Pardas para
que amedrantasen a los electores. Tras las elecciones; en las que obtuvieron
sólo el 44% de los votos, Hitler, con el pretexto de una emergencia nacional,
hizo que un dócil Reichstag le
concediese poderes dictatoriales. Empezaba
la revolución nazi.
Hitler llamó a su nuevo orden el Tercer Reich. Declaraba que,
siguiendo al Primer Reich o Sacro Imperio Romano, y al Segundo Reich o imperio fundado por Bismarck, el
Tercer Reich continuaba el proceso de
la verdadera historia de Alemania.
Congreso nazi en Núremberg (1934) Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 102-04062A / CC BY-SA 3.0 |
Hitler adoptó el título de Führer, y pretendía
representar la absoluta soberanía del pueblo alemán. Los judíos eran considerados
antialemanes. La nueva ciencia racial, cuyo sumo sacerdote era Rosenberg, clasificaba a los judíos como no arios y consideraba
como judío a cualquiera que tuviese un abuelo judío. Las leyes de Núremberg de 1935 privaban a los judíos de todos los
derechos ciudadanos y prohibían los matrimonios entre judíos y no judÍos. Los
judíos eran golpeados, cazados, expulsados de los cargos públicos, arruinados en
sus negocios privados, multados como comunidad, ejecutados. El antisemitismo
anunciaba el exterminio físico, durante la guerra, de millones de judíos.
Alemania dejó de ser
federal; todos los antiguos estados
fueron abolidos, de modo que se proseguía el proceso histórico de la
unificación alemana. Todos los partidos políticos fueron disueltos, excepto el
nacionalsocialista. Incluso el partido
nazi fue violentamente purgado en la noche del 30 de junio de 1934 (la “Noche de los cuchillos largos”), cuando muchos de los antiguos jefes de los Camisas
Pardas fueron acusados de conspirar contra Hitler y sumariamente pasados por las
armas.
Una policía política secreta, la Gestapo; juntamente con las SS
(la guardia personal de Hitler, de amplios poderes y con capacidad para actuar
impunemente por encima de la ley) y los Tribunales
del Pueblo; y con un sistema de campos
de concentración permanentes en los que se retenía a miles de personas sin
proceso ni sentencia, suprimieron todas las ideas que discrepasen de las del Führer. Las iglesias, tanto la protestante como la católica, fueron coordinadas
con el nuevo régimen, prohibiéndose a sus cleros que criticasen las actividades
nazis. Un Movimiento de la Juventud Nazi,
así como las escuelas y las universidades instruían a la nueva generación en
los nuevos conceptos. Los sindicatos
fueron coordinados también, siendo sustituidos por un Frente Nacional del Trabajo. Se prohibieron las huelgas. Bajo el
"principio de dirección", se instituyó a los empresarios como
pequeños führers en sus fábricas e
industrias.
Características generales de los regímenes totalitarios |
Apocalipsis - El ascenso de Hitler: El Führer
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Pocos años después de 1933, la revolución nazi había convertido a Alemania en una gigantesca y disciplinada
máquina de guerra, había liquidado o silenciado a sus adversarios internos,
mientras sus hipnotizadas masas bramaban su aprobación en manifestaciones
asombrosas.
Esquema sobre algunas características básicas de la subida al poder del nacionalsocialismo alemán |