lunes, 29 de octubre de 2012

El Islam, la nueva religión

Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento del Islam. El surgimiento de esta religión, cuya vida se ha prolongado hasta nuestros días, no fue espontáneo. Fueron necesarios una serie de condicionantes físicos, económicos, sociológicos y culturales y la personalidad característica del Profeta para dar forma a una de las religiones mayoritarias del mundo actual. Estos caracteres especiales, que profundamente marcaron la configuración de la religión islámica, son el motivo de esta entrada.
 LAS BASES DEL ISLAM  

A lo largo de los primeros siglos del Islam, la religión musulmana adquirió los rasgos distintivos que la configuraron como una religión con caracteres propios. Contrariamente a lo que pudiera suponerse en primera instancia, éste fue un proceso largo  y complejo que ha generado intensos debates, muchos de ellos aún no resueltos.

El Islam es una religión basada en un monoteísmo absoluto. La profesión de fe musulmana (sahada) acentúa este principio: «No hay más dios que Allah y Mahoma es su profeta». Esta declaración entraña el reconocimiento de la omnipotencia divina y la sumisión a sus mandatos. La propia palabra «Islam» viene a significar «sumisión (a Dios)». Esto hace referencia a la actitud que debe mostrar el musulmán: el hombre se pone voluntariamente en manos de Allah por estar convencido de su justicia y de que ése es su medio de seguridad y de salvación. Además, la profesión de fe también supone la aceptación de Mahoma como mensajero divino. La misión profética de Mahoma no ha sido única, pues ha tenido varios predecesores: Noé, Abraham, David, Zacarías, Jesús,… todos ellos han dado testimonio del Dios único.


Saliendo de la mezquita, por Jean-Léon Gerôme (1903)
Fuente: Flickr / Carlos César Álvarez / CC-BY-NC-SA 2.0

Situado frente al judaísmo y al cristianismo, el Islam se presenta como la restauración de la auténtica fe de Abraham. No es, solamente, una religión sino que constituye un modo de vida. Esto ha sido así desde su misma concepción a través de las palabras de Mahoma. En efecto, el Islam establece una unión directa y personal entre Dios y el hombre. Dios es el Creador y el Omnipotente, pero el papel del hombre, sin embargo, es activo. Está inmerso en el contexto de una comunidad: es un ser social, no insolidario, y tiene, por tanto, normas y comportamientos que ha de seguir.

El musulmán encuentra su código de valores y de comportamiento en su existencia social. De esta forma, descubre el significado del bien y del mal, de la libertad, la justicia, la hermandad o el respeto a los débiles. Su vida ha de regirse por esos principios. Estos simples principios fueron objeto de una notable elaboración dogmática y este dogma sirvió de base para la creación de una comunidad de creyentes (umma) que tiene como seña de identidad la creencia en la revelación divina confiada a Mahoma. El núcleo de esta revelación se encuentra en el Corán.

 EL CORÁN  

El Corán es considerado como el libro que recoge literalmente la revelación de Allah a Mahoma y constituye, por tanto, la base del Islam. Mahoma es rasúl (mensajero o enviado). Se trata de un texto "dictado" y "descendido" de los cielos mediante la cadena de transmisión Allah - Mahoma - escriba. No fue compuesto por nadie; sencillamente, es la palabra de Dios. Su lectura está destinada a ser recitada (Quran significa recitación) en voz alta.

Según la tradición, tras recibir cada revelación el Profeta habría compartido el contenido de la misma con sus seguidores y algunos las apuntarían por escrito sobre pedazos de cuero, omóplatos de camello o algún otro soporte. Como consecuencia de dicho proceso de transmisión, a la muerte del Profeta existían diversas versiones del texto coránico. La tradición musulmana atribuye al califa Utmán (644-656) la decisión de establecer un texto único que abrogara cualquier discrepancia y fuera aceptado unánimemente. A pesar de las discrepancias ante el texto final, especialmente por parte de los partidarios del califa Alí (primo y yerno de Mahoma), esta recopilación acabó imponiéndose como el texto canónico.

Formalmente, el Libro se compone de 114 capítulos (azoras o suras), y éstos están formados por un número variable de versículos (aleyas), en total, unos 6.200, de extensión muy variable. Al comienzo de todas las azoras existe una frase ritual, que se traduce tradicionalmente como "En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso". El texto mezcla de forma vaga pasajes de las misiones de profetas anteriores a Mahoma con prescripciones legales sobre temas concretos y con temas religiosos y otras referencias, sin seguir un desarrollo lineal. Muchas veces, la comprensión del Corán exige, por parte del lector occidental, un conocimiento previo de los textos bíblicos (ya que son frecuentes las referencias a personajes del Antiguo Testamento) que para el musulmán se da por supuesto. Es comprensible, pues, que ya existieran comentarios (tafsir) desde el siglo VIII para hacer más accesible el texto.


Imagen de El Corán
Fuente: Wikimedia Commons

La investigación arabista ha realizado importantes trabajos para establecer la cronología de las azoras vinculando su contenido con sucesos concretos de la vida del Profeta. Existe una división entre las azoras mequíes (reveladas durante la estancia de Mahoma en La Meca) y las medinenses si bien los resultados no son siempre concluyentes. En la ordenación se han producido variantes pues no existe un acuerdo entre los distintos autores. Para el musulmán, el Corán es sagrado y por ello no admite la menor modificación. Su concepción del radical carácter divino del Corán ha influido en las interpretaciones realizadas sobre el texto. La tradición insiste en que en su redacción no ha intervenido la mano del hombre. Por ello, desde un punto de vista ortodoxo la crítica textual está fuera de lugar en el caso del Corán y se rechaza buena parte de los resultados a los que ha llegado la hermenéutica occidental (ciencia encargada de interpretar el significado de los textos), que trata de fijar una periodización del texto. Sí podemos señalar la fijación del texto definitivo a través de tres fases sucesivas: en vida del Profeta, a lo largo del mandato de los tres primeros "califas ortodoxos", y la refundición final en época del omeya Abd al-Malik (685-705).



 LA TRADICIÓN MUSULMANA 

Otro de los elementos básicos de la religión musulmana es la propia figura del profeta Mahoma. Como receptor de la revelación divina, su vida y sus actos habrían estado también inspirados por Allah. Bajo esta idea subyace otra, que las palabras y las actuaciones del Profeta, por minúsculas que fueran, tuvieron una trascendental importancia y deben perdurar en el recuerdo por lo que fueron transmitidas oralmente.

Así surge, además del Corán, otra fuente del dogma musulmán distinto del texto coránico. Esta es la sunna al-nabí, que viene a significar concretamente "costumbre del Profeta". La sunna se configura a partir de la literatura de los hadits, que se refieren a los actos, dichos, y pequeñas anécdotas relativas a Mahoma. Todo ello constituye una auténtica ciencia de la tradición que actúa como complemento y aclaración del texto coránico. El número de temas sobre los que Mahoma opinó y aprobó o desaprobó es inmenso. Por ello, es comprensible que la sunna y el Corán constituyeran un modelo de conducta al que debiera de aspirar todo buen musulmán y que, por tanto, desembocaran en la formulación de una ley religiosa, la sharia.

Una partida interesante, por Frederick Arthur Bridgman (1881)
Fuente: Wikimedia Commons

La garantía que avala la veracidad de los hadits reside en el isnad, cadena de transmisión que asegura la fidelidad de la referencia o testimonio inicial. En la cadena de transmisores, la última persona que aparece es la que, aparentemente estuvo junto al profeta en ese momento y transmitió el episodio después. Esta transmisión se realiza de forma oral hasta que alguien la recoge por escrito. Varios autores se dedicaron a esta tarea de recoger todos los hadits que circulaban, ya en época relativamente temprana, durante el siglo VIII, aunque es durante los dos siguientes cuando llega definitivamente a constituirse, especialmente en el siglo X. El resultado es una serie de monumentales compilaciones con múltiples variantes, por lo que era inevitable el surgimiento de una ciencia específica destinada a averiguar cuáles eran las tradiciones proféticas fiables y la eliminación de las que no lo eran, de ahí la importancia del isnad.

Los hadits tenidos por verdaderos han pasado a constituir un corpus de tradiciones que las distintas escuelas aceptan como auténticos. La importancia del hadit reside en que se ha convertido en la principal fuente para la elaboración de la ley religiosa (sharia) y por la enorme aplicación que del género se ha hecho a través de la educación islámica, pues en consonancia con él se ha conformado el ideal del musulmán.



 LOS PILARES DEL ISLAM 

La expresión «pilares del Islam» hace referencia a los cinco preceptos o actos rituales que, junto a la profesión de fe, recogen básicamente el contenido dogmático islámico. El cumplimiento de dichos preceptos es básico y constituye el marco dentro del cual se mueve la vida de todo buen musulmán.

Como se la comentado, la base del Islam es la sahada que constituye su profesión de fe, la creencia en que «no hay más dios que Dios (Alláh) y que Mahoma es su Profeta». El testimonio sincero de esta creencia ante de dos testigos, convierte al creyente legalmente en musulmán.

La oración o salat es el segundo de estos cinco preceptos y constituye un lazo directo entre el hombre y Dios ya que no hay una autoridad jerárquica ni sacerdotes que actúen como intermediarios en el Islam. El musulmán está obligado a hacer la oración ritual cinco veces al día: al alba, al mediodía, a comienzos de la tarde, al crepúsculo, y por la noche. Previamente se debe cumplir con las abluciones y debe llevarse a cabo descalzo y sobre una alfombrilla en dirección a La Meca y la Kaaba. La oración colectiva del viernes tiene especial significado, por el carácter comunitario del Islam. Formalmente, sin embargo, no es distinta del resto salvo que cuenta con el añadido de la prédica. En ese caso y en fechas señaladas, la mezquita como lugar de oración adquiere una mayor importancia, aunque cualquier lugar de la tierra es sagrado y apto para la oración. La llamada a la misma se realiza a viva voz desde el alminar de la mezquita.


Muezzin llamando a la oración, por Jean-Léon Gerôme (1879)
Fuente: Flickr / Carlos César Álvarez/ CC-BY-NC-SA 2.0

La limosna o zakat es un precepto islámico y por tanto tiene un carácter obligatorio, aunque también se puede hacer una limosna voluntaria. Si bien idealmente constituye aproximadamente un 2,5 % de los ahorros de todo musulmán, en realidad, está planteada en términos más bien elásticos y subjetivos, directamente enlazados con la capacidad y la intención personal, pues consiste en que el rico dé al pobre, anualmente, una parte de lo que tiene. Las finalidades de la zakat son purificar el alma y ayudar a los necesitados. Los beneficiarios son aquellas personas incapaces de subsistir y demás necesitados.


El ayuno (sawm), consiste en la abstinencia de comer, beber y realizar todo acto sexual desde la salida a la puesta del sol a lo largo de los treinta días del mes de Ramadán. El ayuno modifica claramente la vida de los musulmanes durante dicho mes. Este precepto esencial tiene, sin embargo, exenciones y facilitaciones que atañen preferentemente a enfermos, ancianos, niños hasta cierta edad y viajeros; es decir es obligatorio para todo aquel que pueda realizarlo.

La peregrinación a La Meca o Hayy constituye el quinto pilar sobre el que se asienta la religión islámica. Debe realizarse durante el mes de Dú-I-Hiyya, dos meses después de Ramadán. Para los musulmanes que tienen salud y posibilidades económicas de llevarla a cabo, es obligatoria realizarla al menos una vez en la vida. Anualmente, en la ciudad santa, el peregrino participa en diversas actividades rituales en torno al santuario de la Kaaba, de profundo sentido social y comunitario. Este peregrinaje constituye un viaje espiritual donde el peregrino busca la paz interior.

Peregrino orando en La Meca durante el Hayy, por Ali Mansuri (2003)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 2.5

Por último, y aunque no ocupa el estatus de pilar del Islam, el creyente está también obligado a practicar la yihad. La palabra se traduce por «esfuerzo», en el sentido del esfuerzo que debe realizar el creyente para vivir su vida en la fe musulmana, para construir una buena sociedad y para propagar el Islam. Sin embargo, el término ha sido traducido errónea y comúnmente como «Guerra Santa» ya fuera por ignorancia o malicia, y desde fuera o dentro de la propia comunidad islámica.



 LA HETERODOXIA EN EL ISLAM 

Sunna y shiia constituyen las dos principales corrientes en que se subdivide la comunidad islámica, habitualmente se considera la sunna como la ortodoxia del Islam. Hasta aquí hemos visto las características de la elaboración religiosa dentro del Islam ortodoxo o sunní, que aún hoy es mayoritario en los países musulmanes. Sin embargo, existen otras corrientes dentro del Islam que suelen recibir el calificativo de heterodoxas. La shiia o corriente shií es la más importante de ellas.

La shiia se define a sí misma como «partido», en referencia a los partidarios de Alí, primo y yerno del Profeta y cuarto califa, en el curso de las primeras luchas que desgarraron a la primitiva comunidad musulmana. Nace al negarse a admitir la legitimidad de la dinastía Omeya. Este hecho adquiere especial gravedad tras la muerte y decapitación de al-Husayn, hijo de Alí y de Fátima, la hija del Profeta. A las diferencias políticas iniciales se suman a lo largo del tiempo, diferencias religiosas.

La base de su teoría político-religiosa está en la defensa de la idea del imanato frente a la ortodoxa del Califato. Según esta doctrina, el imam es el infalible dirigente máximo de la comunidad, el cargo ha de ser desempeñado por un descendiente de Alí y de su hijo al-Husayn, designado e inspirado por Allah, sirve de guía a la comunidad.

Oración en El Cairo, por Jean-Leon Gerôme (1865)
Fuente: Wikimedia Commons

Una característica del dogma shií ha sido también la fragua de creencias de corte mesiánico que llega a ocupar un papel central en su doctrina teológica. Según estas creencias, al final de los tiempos aparecería un guía de la comunidad, de la familia del Profeta, enviado por Dios y encargado de traer la igualdad y la justicia. Esta es la figura del Mahdi, un redentor que habría de instaurar el ideal islámico.

Al igual que el resto de los musulmanes, los shiíes aceptaron el carácter sagrado del Corán aunque criticaron las recopilaciones elaboradas por doctores sunníes, a los que acusaron de eliminar deliberadamente pasajes en los que se hacía referencia a la figura de Alí, si bien la shiia nunca desarrolló un texto sagrado propio. En cambio, sí que se elaboró un sistema de tradiciones distinto del que preponderaba en el Islam sunní.

El jariyismo tiene unas connotaciones muy distintas de la shiia si bien su origen está enlazado con dicha corriente. Los jariyíes componen un grupo cismático que originariamente estaba integrado por aquellos partidarios de Alí que echaron en cara a éste el haber aceptado el arbitraje convenido tras la batalla de Siffin. Su decisión fue la de desertar de sus filas proclamando que «no había otro arbitraje que el de Dios». Como en el caso de la shiia, a las motivaciones de carácter político siguió una tendencia religiosa con señas de identidad propias.

El principal rasgo que caracterizó a los jariyíes fue su exacerbado carácter pietista pues el hombre tenía muy poco que decir ante el hecho incontestable de que Dios hubiera realizado una revelación. De ahí, la creencia de que todo juicio o arbitraje debía de corresponder a Dios. Esta idea chocaba con las pretensiones califales de imponer sus propias decisiones. Por ello, es fácil comprender por qué el mensaje jariyí encontraba su principal caldo de cultivo en medios tribales, reacios a aceptar la imposición de una autoridad central (caso de los bereberes y de las tribus mesopotámicas). Las revueltas tribales que tuvieron que hacer frente omeyas y abbasíes tuvieron en el jariyismo su soporte doctrinal.

La elaboración doctrinaria jariyí dio especial importancia al hecho de que el cargo de dirigente de la comunidad pudiera recaer en cualquier persona, sin atender a raza o a orígenes con tal de que fuera un buen cumplidor de los preceptos religiosos. En este sentido, el jariyismo insistió en el hecho de que para ser musulmán no bastaba con creer en el carácter único de Dios y en la misión profética de Mahoma sino que esta fe debía de ir acompañada de unas obras rectas.


Islam: El legado del profeta Muhammad,
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