jueves, 14 de marzo de 2013

El mundo micénico - Parte 3

Durante la edad del bronce en el Egeo se desarrolla en la Grecia continental la cultura micénica. Se trata de una sociedad compleja, con un alto grado de burocratización. En esta entrada intentaremos describir cómo era su administración, su economía e intentaremos recopilar brevemente las principales hipótesis que pretenden explicar las razones de la enigmática desaparición de la civilización que participó en la guerra de Troya y sobre la que Homero escribió, siglos más tarde, en la "Ilíada" y la "Odisea". 

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 LA ADMINISTRACIÓN 

Como se ha comentado, al frente del palacio aparece un rey, el «wanax» o «wa-na-ka», el cual parece que al mismo tiempo era la divinidad, pues este mismo nombre aparece desig­nando a los dioses, lo cual inviste de un fuerte sentido teocrático a la monarquía. El «wa-na-ka» sería originariamente el jefe de la tribu o de un conjunto de tribus al que la comunidad había  deificado como representante supremo de esa misma comunidad. Los poderes, atributos y pro­piedades del rey, al igual que el del resto de los funcionarios, parecen bastante complejos. No se conocen muy bien las actividades sagradas realizadas por los reyes; se­guramente, dado el carácter teocrático de la monarquía, aparecerían como los directores del culto, pero poco más se podría añadir de momento.

Máscara funeraria de Agamanón, por DieBuche (2005)
Fuente: Wikimedia Commons / German language Wikipedia / CC-BY-SA 3.0

Con respecto a la propiedad real, se sabe que el rey tenía unas tierras, llamadas «témenos», entregadas por la comunidad. Con respecto a la extensión y forma de explotación de estos témenos, no se tienen muchos datos. Se sabe que ligados al «wanax» aparecen gran cantidad de esclavos, pero no sabemos con certeza si esta­ban unidos a otras actividades palaciegas (las menciones de sus oficios así lo afirman) o bien que sus actividades también estaban vinculadas al trabajo de la tierra.

Tras el rey aparece una burocracia bastante organizada y jerarquizada, con una gama diversa de cargos, unas veces militares, otros administra­tivos, religiosos, o bien como propietarios o administradores de tierras estatales o particulares.

El jefe del ejército recibía el nombre de «la-wa-ge-tas», teniendo derecho, al igual que el rey, a un lote particular de tierras, y a un número de funcionarios dependientes directamente de él Tenía una servidumbre bastante amplia e incluso estaba dotado del poder de recompensar con tierras a sus subordinados.

El tercer cargo en importancia lo constituía­n los llamados «te-re-ta», a los cuales se les presenta dirigiendo grandes propiedades territoriales que no sabemos a ciencia cierta a quién pertenecen. Para algunos estudiosos, los «te-re-ta» no son más que los administra­dores de estas tierras en nombre del estado, mientras para otros son los verdaderos propie­tarios.

Otro cargo que se menciona es el de los «compañeros» hequétai»), los cuales tenían esclavos y carros en común, al igual que ciertos lotes de tierras. Las funciones de estos compañeros parecen ser de tipo militar, queriéndoselas relacio­nar con los enlaces entre los distintos cuerpos del ejército.


Guerreros micénicos y carro de combate en un fresco de Pilos (1350 a.c. aprox.)
Fuente: Wikimedia Commons

Junto a estos cargos fundamentales surge una serie de cargos y funcionarios menores que denotan el grado de burocratización a que se llegó en el mundo micénico. Así, hallamos a los «korete» (especie de alcaldes), los sacerdotes y, en suma, un sinfín de diversos per­sonajes con conexiones con el palacio. A su lado, aparecen gran número de artesanos igualmente bastante especializados, ligados todos ellos al pa­lacio, aunque algunos en más íntima conexión con el rey; de esta forma existen bataneros rea­les, sastres reales, etcétera.

 LA ECONOMÍA MICÉNICA  

La base económica agraria micénica es algo mejor conocida que la minoica. En este caso parece que parte de la propiedad del terreno era del palacio. Sin embargo, las tierras podían ser arrendadas para su explotación a particulares o cedidas por servicios al monarca. También existía propiedad privada, a manos de la alta nobleza.

El pueblo campesino se encontraba organizado en «damos», unidades básicas de organización social, de carácter local. Estaban vinculados al trabajo de la tierra por relaciones diversas, pero tenían el disfrute de terrenos de carácter comunal.

El comercio micénico se basaba, de manera similar al minoico, en la distribución de las manufacturas artesanas en los circuitos marítimos próximo- orientales. Esta artesanía se especializó en productos de lujo: cerámica, vidrio, marfil, armas, gemas, ámbar, fayenza... también en el tráfico de esclavos y ganado, fruto de las incursiones de rapiña y los hechos de armas en general.


Jarrón micénico exportado y encontrado en Ugarit (siglos XIV-XIII a.c), por Jastrow (2006)
Fuente: Wikimedia Commons

Los micénicos se introdujeron en los circuitos comerciales siguiendo las rutas de la expansión comercial cretense, a quienes acaban sustituyendo cuando éstos entran en declive. Dominaron un vasto mercado marítimo que abarcaba parte del Mediterráneo central y oriental.

Establecieron relaciones con las rutas bálticas, a través de sus conexiones mediterráneas (ruta del ámbar). Conectaron con el comercio occidental del cobre y, fundamentalmente, el estaño. Hacia el siglo XIV, sus productos aparecen en el Sur de Italia. Incluso conocemos la presencia de sus manufacturas cerámicas tardías en la Península Ibérica (Montoro, Córdoba).

Principales enclaves y rutas comerciales micénicas. Sanchez, J. R. A., Aja, J. R. (2009, June 15). Retrieved April 22, 2015, from OCW Universidad de Cantabria. Web site / CC-BY-NC-SA 4.0

También emplearon un sistema de escritura, el Silábico Lineal B. Similar al Lineal A, fue traducido por M. Ventris, resultando ser una especie de griego arcaico para sorpresa de los especialistas. Así se demostró que numerosos elementos de la Grecia arcaica, teóricamente aportados con posterioridad por las invasiones Dorias, estaban ya presentes en el mundo micénico.

Tablilla en Lineal B encontrada en Cnosos por sir Arthur Evans, por vintagedept (2010)
Fuente: Wikimedia Commons / Flickr / CC-BY 2.0

 LA PROPIEDAD DE LA TIERRA  

La propiedad de la tierra es una de las mu­chas incógnitas que plantea la Grecia micénica; según las tablillas, en líneas generales se pueden distinguir dos tipos de propiedad: «ke-ke-me-na», o tierras colectivas, y «ki-ti-me-na», o tierras pri­vadas. Como vimos anteriormente, el «wa-na-ka», el «la-wa-ge-tas» y el «te-re-ta» tenían acceso a estas propiedades particulares, cuyas tierras trabaja­ban los esclavos o eran dejadas en arriendo.

Por otro lado, se encuentran asimismo pro­piedades ligadas a los dioses, que para algunos autores son propiedades reales, mientras para otros pertenecen a los diferentes cargos sacer­dotales.

Junto a estas grandes propiedades existían otras más pequeñas, trabajadas por campesinos libres, y por último las tierras comunales, repar­tidas periódicamente entre la colectividad. Parte de estas propiedades podían donarse como ob­sequio por algún servicio. De esta forma, nos encontramos a personajes ligados al palacio que reciben lotes de tierras por parte de los altos organismos palaciegos. En Pilos existía un grupo intermedio entre libre y esclavo, relacionado con las divinidades, que podía arrendar tierras.

 EL FIN DEL MUNDO MICÉNICO  

Hacia 1.200 se culmina un proceso de caída de la civilización micénica. Ésta constituye uno de los enigmas que encierra el estudio de esta civilización. Su caída no fue repentina, sino paulatina, con altibajos y leves recuperaciones, con el abandono y destrucción progresiva de los palacios, que no sucedió de manera sincrónica. A continuación se inicia un período que mantiene parte de la cultura micénica y al que denominamos submicénico. Los horizontes de destrucción afectaron no sólo a palacios, también a centros urbanos y enclaves no palaciales. Se inicia así el período conocido como Edad Oscura, una época de oscurantismo cultural y arqueológico en todo el Mediterráneo oriental (en unas zonas de forma más profunda que en otras), para el que los expertos no pueden aún dar explicaciones satisfactorias para todo el mundo.

Vaso de los guerreros (1200 a.c. aprox.), por Sailko (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Preguntas sencillas como «¿Por qué desaparece la civilización micénica?» o «¿Por qué conocemos la civilización micénica y, sin embargo, no tenemos noticias del período inmediatamente posterior que nos es más cercano?», aún permanecen sin respuesta. La caída de esta civilización es difícil de entender con los datos que tenemos por lo que las hipótesis existentes han intentado explicarla por diversas causas, que podemos englobar en dos grupos: naturales y humanas.

Entre las causas naturales, se citan ciertos procesos que afectaron a la producción agrícola: cambios climáticos, causas ecológicas, deforestación, catástrofes naturales, epidemias. Estos factores pudieron tener gran peso en la idea de abandonar estos centros.

Entre las causas humanas, se suele acudir a enfrentamientos entre comunidades, bien de carácter externo (exógenos) o interno (endógenos). Los primeros se han puesto en relación con la llamada «Invasión de los Dorios» o el «Retorno de los Heráclidas». A pesar de que una invasión podría explicar con facilidad la desaparición de toda una civilización, lo cierto es que difícilmente pudo darse una invasión de estas características sin dejar una huella arqueológica más profunda.


Réplica de barco micénico, por Spiridon Ion Cepleanu
Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0

Los que defienden que los enfrentamientos dentro de la propia comunidad micénica pudieron ser la clave de la desaparición de esta civilización, explicarían dichos enfrentamientos por la situación de crisis interna, por la evolución hacia un estado semifeudal, por las tensiones entre palacio y aldea, entre rey y nobleza. Para Chadwick, los dorios serían las poblaciones rurales sometidas, que protagonizarían una revolución. Una revuelta de estas características podría explicar la continuidad cultural y el repentino final de los palacios aunque los lingüistas se muestran en desacuerdo pues en esta época aparecen diferentes caracteres idiomáticos.

En definitiva, la caída del mundo micénico se explica en el marco de un fenómeno complejo, en una situación de crisis no local, sino regional, que afecta al Mediterráneo Oriental y su periferia, asociada a importantes movimientos de comunidades -como los llamados Pueblos del Mar- que origina un círculo vicioso de inestabilidad económica y social.