Uno de los cambios más profundos del modo de vida de la humanidad es el que se inició en Europa bajo el impacto de la Revolución Francesa. Dicho impacto se traduce en una Europa que pasa de tener una sociedad anclada en características y valores casi medievales (Antiguo Régimen) a otra más moderna (Nuevo Régimen) que constituye el germen de la sociedad actual. Curiosamente, una de las últimas consecuencias de este proceso es el surgimiento del personaje de Napoleón quien se abriga bajo el amparo de la manta del Nuevo Régimen para revestirse de características absolutistas propias del Antiguo que cristalizarán en su coronación como emperador. Su obra tendrá una enorme influencia en la Europa del siglo XIX.
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- Ideología y partidos políticos en la España contemporánea - Parte 2.
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EL DOMINIO MILITAR NAPOLEÓNICO
El genio militar de Napoleón no tenía paragón
en la Europa de fines del siglo XVIII y principios del XIX, cuando obtuvo la
victoria sobre la Segunda Coalición, al derrotar a Austria y hacer la paz con
Inglaterra. En marzo de 1802, Francia y el Reino Unido acordaron poner fin a
las hostilidades con la Paz de Amiens, gracias a la cual toda Europa
parecía estar en paz por primera vez en diez años. Sin embargo, esta paz no era
más que una vana ilusión y ambos bandos parecían tener claro que no iba a ser
más que una tregua en medio del amplio derrotero bélico que enfrentaba a ambas
potencias. Cuando en 1803, empezó de nuevo el conflicto entre Francia e
Inglaterra, y a ello se sumó la reacción realista, se planteó la necesidad de
reforzar el poder ejecutivo. La consecuencia de esto hubiera sido impensable
algunos años antes: Napoleón fue coronado emperador.
En mayo de 1803, el Reino Unido le declaró la
guerra a Francia y en diciembre de 1804 un acuerdo anglo-sueco llevó a la
creación de la Tercera Coalición. En abril de 1805, Gran Bretaña y Rusia
firmaron una alianza. Habiendo sido derrotados dos veces en tiempos
recientes por Francia, Austria se unió a la coalición unos meses después. La
semilla para una gran guerra que recorriera el continente estaba germinando.
En diciembre de ese mismo año, Francia y
Austria se enfrentaban en Austerlitz, en las cercanías de Viena. Austerlitz
supuso una victoria en toda regla: Napoleón se arriesgó allí como nunca, y su
ambición se vio recompensada. Al día siguiente de la batalla, el emperador de
Austria en persona acudía a proponer un armisticio y negociar la paz.
Sometida Austria, aún quedaban en pie sus
aliadas Prusia y Rusia, derrotadas en las batallas de Jena y Friedland,
respectivamente. Esta última, permitió el Tratado de Tilsit entre Napoleón y el
zar Alejandro I, donde además de un reparto de territorios centroeuropeos se estableció
una alianza franco-rusa con el objetivo de bloquear económicamente a
Inglaterra, la única nación que aún se resistía a hacer la paz.
Este bloqueo constituía un cambio de planes
con respecto a una posible invasión que se estaba preparando. En esta decisión,
pudo influir la noticia del desastre de la batalla de Trafalgar, donde el
almirante Nelson obtuvo una aplastante victoria sobre las flotas francesa y
española, que el emperador recibió en el mismo campo de batalla de Austerlitz.
Si bien la invasión no parecía posible sin una flota potente y de garantías,
aún podía estrangular la economía inglesa imposibilitando su comercio gracias
al cierre de todos los puertos europeos. El plan era viable debido al control
que ejercía sobre la práctica totalidad de los territorios europeos. Sólo
Portugal escapaba a su control. Para interrumpir el comercio inglés por dicha
vía, Napoleón preparó la invasión de Portugal.
La Europa de Napoleón en 1812 |
La vía de contacto más segura con Portugal era
a través de España, un aliado que podía resultar muy útil en estas
circunstancias. A pesar de ello, el esperpento propiciado por el episodio de
las abdicaciones de Bayona mostró que los ocupantes del trono español eran tan débiles e indignos que no merecían ni siquiera la posición de aliados, por lo que se tomó
la decisión de nombrar como nuevo rey de España a José I Bonaparte, hermano
mayor de Napoleón. Sin embargo, el pueblo, incapaz de reconocer las
deficiencias de sus anteriores gobernantes, luchó tenazmente por los que
consideraban sus señores legítimos, por indignos que fueran. Esta circunstancia
fue aprovechada por el ejército inglés para ofrecer ayuda a quienes se oponían
al régimen bonapartista. De este modo, lo que parecía una ocupación relativamente
sencilla para el emperador, en pleno apogeo de su poder, se convirtió en una
auténtica pesadilla: sorprendentemente las campañas en la península ibérica
fueron desastrosas para Bonaparte y no sólo perdió ejércitos sino también
prestigio.
La carga de los mamelucos o El dos de mayo, de Francisco de Goya (1814) Fuente: Wikimedia Commons / The Yorck Project / GNU FDL |
Mientras en España las campañas contra los
opositores al poder central no terminaban, los lazos atados en Centroeuropa
comenzaban a desatarse lentamente. Una rápida campaña (Wagram) volvió a someter
a Austria, que nuevamente se había rebelado, y aunque el emperador austriaco
consintió en casar a Napoleón con una de sus hijas, María Luisa de Habsburgo-Lorena, parecía flotar en el aire la
idea de que el conflicto austriaco estaba lejos de solucionarse por fin.
LA CAÍDA DE NAPOLEÓN
Si bien la celebración del Congreso de Erfurt
(1808) suponía la reafirmación de la alianza entre los aliados bonapartistas,
tres años más tarde el ambiente internacional de los aliados era distinto. A la
campaña austriaca y a la inacabable guerra en España había que añadir el
distanciamiento de quienes se abrazaron en Tilsit.
El zar se estaba distanciando de Napoleón,
quien parecía mostrar cierta simpatía hacia los partidarios de la independencia
de Polonia, y la presión que Alejandro I sufría por quienes consideraban que
era el momento de recuperar estos territorios se manifestó en el movimiento de
tropas en la frontera ruso-polaca. Parecía el paso previo a una invasión y
Napoleón decidió adelantarse.
Efectivamente, en 1812 Napoleón ya estaba en
guerra con Rusia. Con un ejército en el que había acumulado a las tropas que no
habían sido desplazadas a España, iba a lanzarse hacia el corazón de las
estepas. Los rusos retrocedían vencidos a cada empuje francés y la desierta
ciudad de Moscú no tardó en arder. La táctica rusa de la tierra quemada
permitía el retroceso de la práctica totalidad de los ejércitos rusos mientras
que, a su vez, obligaba al francés a malvivir sin poder abastecerse pues éste
se aprovisionaba de requisas sobre el terreno. Entonces llegó el invierno. El
ejército francés ante las duras condiciones invernales y ante un ejército ruso
prácticamente intacto se ve obligado a plantearse la retirada.
La retirada de las desoladas tierras rusas le
costó cara a la Grande Armée. Murieron cientos de miles de soldados y el
fracaso en Rusia y España se tradujo en un desprestigio tal, que Bonaparte se
encontró a toda Europa unida contra él. Se amplió la Coalición contra Francia y
a Inglaterra, Rusia, Prusia, España y Portugal pronto se unieron Austria y
Suecia. A pesar de sufrir los aliados algunas derrotas ante el genio militar de
Napoleón, éste no pudo vencer en la decisiva batalla de Leipzig en octubre de
1813.
Ante la superioridad numérica del enemigo y
viendo a Francia invadida por primera vez desde 1795, Napoleón consintió en
abdicar.
EL IMPERIO DE LOS CIEN DÍAS
El 11 de abril de 1814 se establecía el
Tratado de Fontainebleau, por el que el emperador renunciaba a la soberanía de
Francia y consentía en exiliarse y ser nombrado rey de la isla de Elba, una
pequeña isla frente a la Toscana manteniendo su título de emperador.
Allí vivió diez meses en soledad, muerta
Josefina y abandonado por su mujer, María Luisa, quien se llevó a su hijo
(ambos bajo la custodia del emperador austríaco) y a los que no volvió a ver
nunca. Mientras, en Europa, el Congreso de Viena intentaba reordenar el mapa
europeo bajo las directrices del absolutismo y en Francia la corona era
ofrecida a Luis XVIII.
Consciente de las maniobras políticas
inglesas, que amenazaban con un destierro mucho más ingrato, y del rechazo del
pueblo francés a la Restauración borbónica ofrecida en el Congreso de Viena,
Napoleón opta por escaparse de la isla de Elba en el bergantín Inconstant, el
26 de febrero de 1815. Estaba dispuesto a recuperar Francia y aclamado por el
pueblo y apoyado por los soldados y veteranos reconstruyó un ejército casi de
inmediato. Esto le permitió tomar París sin disparar una sola bala.
El enfrentamiento contra los aliados no se
hizo esperar. En la campaña de Bélgica se podía apreciar que sus fuerzas no
eran suficientes para vencer. La derrota en la batalla de Waterloo, en junio de
1815, resultó decisiva. Napoleón se vio obligado a capitular y abdicar.
Bonaparte fue encarcelado y desterrado a la
isla de Santa Elena, en el océano Atlántico, con la esperanza de no volver a
oír de él. Murió en mayo de 1821 a la edad de 51 años.
Pero la obra de Napoleón se va a prolongar
más allá de la vida de éste. En primer lugar, la administración del país siguió
en gran parte su legado (más allá de las consideraciones políticas) y la división
territorial de Francia en departamentos aportó a la nación una gran
estabilidad. Por su parte, el Código Napoleónico constituye una prueba de su
gran labor de legislador y servirá de pauta a todos los códigos civiles
redactados en la Europa del siglo XIX. A pesar de su posición política
(especialmente tras coronarse emperador), contribuyó a la difusión de las ideas
liberales de la Revolución Francesa por todo el continente. Además, sus
acciones tendrán como efecto un movimiento contrario por parte de la Europa de
los Congresos, que dominará la primera parte del siglo XIX y que intentará
restablecer el Antiguo Régimen. Por último, los movimientos de fronteras que
provocarían sus acciones militares tendrán una honda trascendencia en la Europa
del siglo XIX, de la que es heredera la actual.
Esquema-resumen de la etapa napoleónica |
Imperios - Napoleón (4/4) - El fin,
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