En la segunda mitad del siglo XIX, de forma paralela a la oleada liberal que se vive en Europa y que transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores, el sistema económico se afianza gracias al éxito de la Revolución Industrial. Como resultado, el capitalismo asienta sus bases y el proceso industrial da un nuevo salto cualitativo. Se trata de un proceso donde surgen innovaciones científicas, tecnológicas y económicas de amplio alcance que influyen sobre la sociedad de forma decisiva. Las nuevas y mejoradas técnicas de producción, las nuevas industrias y la industrialización de nuevos países pintarán un nuevo escenario sobre el que actuará la sociedad del nuevo siglo.
Enlaces relacionados:
- La revolución agrícola y demográfica.
- La Revolución Industrial.
- El Movimiento Obrero: crisis capitalistas, nuevos métodos de trabajo, anarquismo y socialismo utópico.
- El Movimiento Obrero: el marxismo y la Primera y Segunda Internacionales.
En definitiva, en el último tercio del siglo XIX, al lado de un capitalismo mundial que adapta formas financieras, de trust y explotación de capitales, se produce una segunda revolución industrial, en la que la electricidad, el motor de explosión, el petróleo y las industrias químicas constituyen algunas de las palancas básicas.
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LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Durante
el siglo XVIII y primera mitad del XIX, los progresos técnicos aplicados
a la maquinaria hicieron posible el capitalismo de la Primera Revolución Industrial.
Este capitalismo era producto del librecambismo y se basaba en la ley de la
oferta y la demanda, en la libertad de trabajo y en la libre concurrencia. Había
que producir a precios cada vez más bajos para
triunfar sobre la competencia, y de ahí la necesidad de un aumento paulatino
de la mecanización y de capitales para la maquinaria. En este período, los
empresarios eran todavía capaces de financiar a escala familiar sus industrias
y fábricas con los ahorros, beneficios o excedentes de la agricultura.
Locomotora de la Mount Emily Lumber Co. Fuente: Wikimedia Commons / Visitor7 / CC BY-SA 3.0 |
Sin
embargo, a partir de 1870, las innovaciones técnicas perfeccionan y multiplican
la maquinaria, con lo que las empresas necesitan grandes cantidades de dinero
para la instalación y renovación instrumental. Es preciso buscar nuevas fuentes
de financiación para esta necesidad constante y cuantiosa de capitales. Aparece
así el gran capitalismo o capitalismo financiero. Los bancos, que hasta
entonces se habían limitado a ser instrumentos de cambio, se convierten
ahora en bancos de negocios o de crédito industrial para financiar empresas y
actividades de inversión, produciéndose la concentración financiera e
industrial.
La
producción de la industria mundial entre 1870 y 1890 se multiplica en todos los
sectores. La producción de hierro pasa de 12 a 37 millones de toneladas
métricas; la de carbón de 220 a 800 millones. Al mismo tiempo, aumentan las
inversiones de capital en el exterior de los países en los que se ha acumulado.
Las inversiones inglesas en el extranjero pasan de 200 millones de libras en
1855 a 2400 millones en 1900. Se forma un mercado mundial, en el que ciertas potencias
suministran productos industriales y otros países colocan sus productos
agrícolas.
Cuadro comparativo entre la primera y segunda fases de la Revolución Industrial |
Esta
fase de crecimiento se apoya en la abundancia de metales preciosos. El comercio
mundial necesita instrumentos de cambio y las monedas se apoyan
fundamentalmente en el oro. Entre 1800 y 1860 el stock de oro se multiplica por
22 y en 1914 por 63. Los descubrimientos de oro en California, Australia, Alaska
y África del Sur aportan grandes cantidades del preciado metal.
LA CONCENTRACIÓN INDUSTRIAL
El
continuo crecimiento industrial exige un crecimiento paralelo del capital necesario
para financiarlo. Los bancos controlan ahora los capitales y las inversiones
realizadas en la industria, que, al ser de un alto nivel, hacen
necesaria la disponibilidad de créditos. De ahí la tendencia a la concentración
del capital bancario.
Por
otra parte, la necesidad de grandes capitales destinados a adquirir maquinaria
y propiciar la investigación de nuevos sistemas productivos hace que sólo las
grandes empresas puedan hacer frente a tan elevadas inversiones. Por ello, se
tiende a la concentración, que abarata el proceso de producción y disminuye la
competencia en el mercado. La concentración se llama horizontal si se trata de
empresas dedicadas a un mismo tipo de actividad, y se llama vertical cuando une
empresas de productos diferentes y complementarios.
Esquema sobre algunos de los cambios industriales surgidos en esta fase |
Hacia
finales de siglo aparecen ya asociaciones de empresas tendentes a limitar la
competencia, la baja de los precios y los peligros de la superproducción.
Dentro de la tipología de concentraciones empresariales de ese momento
destacan:
1. El cártel es la agrupación de empresas de un
mismo producto para controlar el mercado y evitar la competencia, pero sin
perder su independencia. Por ejemplo, el cártel hullero alemán, que llegó a
agrupar 100 empresas mineras.
2. El trust es la asociación de varias empresas
que cuentan con un solo directivo para gestionar la producción de todas ellas.
Por ejemplo, la Standard Oil Company, fundada por Rockefeller en 1882.
3. El holding es una sociedad financiera que
controla varias empresas mediante la adquisición de la mayoría de sus acciones.
Todas
estas agrupaciones tienden al monopolio y, a veces, sus poderes son tan grandes
que pueden incluso utilizarse como medio de presión ante los Estados; de ahí
que la legislación de algunos países se orientase hacia su prohibición.
Caricatura de la Standard Oil Company, por Udo J. Keppler (1904) Un pulpo que tiene agarrados a inversores, industrias, gobernaciones, al Congreso y se acerca peligrosamente a la Casa Blanca. Fuente: Wikimedia Commons |
Este
nuevo tipo de sociedad tenía como arquetipo al hombre de empresa que, con
audacia e intuición, se convierte en el fundador de los monopolios. Rockefeller
es el gigante del petróleo, Carnegie del acero, Morgan de la Banca, Ritz de la
hostelería, Hearst del periodismo, etc. Las dimensiones universales que
adquiere la producción industrial provocan que a las antiguas ferias les
sucedan las exposiciones internacionales como lugares de intercambio.
LAS COMUNICACIONES
Un
aspecto fundamental de esta segunda revolución industrial es el progreso de las
comunicaciones. En primer lugar, hay que hablar del papel de los ferrocarriles,
que se constituyen en un importante agente de transformación y en un campo de
inversiones de primer orden. Inglaterra suministró vías, material rodante, diseños
de trazado y capitales para la construcción de la red férrea de muchos países. El
ferrocarril se convirtió en la palanca de la supremacía económica de algunas
naciones.
En
segundo lugar, el barco de vapor desplaza definitivamente al de vela, gracias a
las innovaciones en los motores de vapor, lo que permitía aumentar la carga y
la velocidad. En la innovación de los transportes fluviales y oceánicos
influyen en gran manera los canales, y especialmente las travesías ístmicas de
Suez y Panamá, que potenciaron
el Mediterráneo y el Caribe
como centros neurálgicos de las comunicaciones marítimas a nivel mundial. La
creación de una red mundial de transportes
continentales y
oceánicos provoca dos efectos: el hundimiento de los precios y la división internacional del trabajo, basada en un bloque de naciones industriales
y un anillo de países productores de materias primas.
En
la máquina de vapor había hallado el siglo XIX el instrumento de su revolución
del transporte, pero sus posibilidades de perfeccionamiento técnico parecían agotadas
y sus rendimientos limitados. Se hacía necesario encontrar un motor que funcionase
con un combustible líquido. En los años 80, se investiga en un motor que
impulse el movimiento de un vehículo por carretera. El conde Dion y el mecánico Bouton utilizaron un motor a vapor,
pero en 1885 ya se utilizan en estos vehículos los primeros motores movidos por
derivados del petróleo, la nueva fuente de energía que lentamente, junto a la
electricidad, desplaza al carbón y al vapor. El primer automóvil lo construye
Carl Benz, con un motor de gas en el que se inyectaba vapor de gasolina. En los
años 90, Forest crea el motor de cuatro cilindros, dota de inyector al
carburador y de bujía al encendido; Michelín fabrica los primeros neumáticos
para el nuevo vehículo y Renault la marcha directa. Al comenzar el siglo XX ya
hay algunas fábricas de automóviles. En la segunda revolución industrial el
papel del automóvil es similar al del ferrocarril en la primera, el automóvil
supone un nuevo estimulo para la industria siderúrgica, reclama una nueva red
de comunicaciones, intensifica los transportes terrestres y se convierte en
campo de inversión para los capitales.
Otro
vehículo revolucionará el transporte. Desde fines del siglo XVIII, los hombres
pueden elevarse en globos de aire caliente o gas, pero su propulsión, por medios
mecánicos, impedía que se considerara un sistema de transporte útil para viajes
y comercio. La aplicación de motores y la conversión de globos en dirigibles la
acomete el conde Zeppelin en 1896, en talleres que aplican tres motores a
dirigibles gigantescos. Pero los resultados aconsejaron su abandono. Pronto
aparecerían los primeros aviones.
El
progreso de las comunicaciones no se limitaba al invento de nuevos aparatos de
transporte, sino también a la creación de procedimientos de transmisión de
noticias: telégrafo, teléfono y radio, que dan un fuerte impulso a la creación
del mercado.
INDUSTRIAS REPRESENTATIVAS
La
cadena de inventos de la segunda fase de la industrialización se apoya en los avances
y descubrimientos científicos. Estos descubrimientos repercuten en el
desarrollo de tres sectores: la industria eléctrica, la química y la del metal.
La industria
eléctrica es la energía fundamental y, aunque su existencia era conocida ya
desde el siglo XVIII, su desarrollo industrial sólo se produce en el último
tercio del siglo XIX, tras una fase experimental de inventos. En cuanto a la
producción, el belga Gramme inventa la dinamo, que permite la transformación de
la energía motriz en eléctrica. Edison y Berges consiguieron electricidad a
partir de centrales hidroeléctricas, y Edison fue también quien inauguró la primera central eléctrica del mundo en Nueva
York en 1882. El transporte de la electricidad se hace posible gracias a Deprez, que la transforma
en corriente de alta tensión, que puede transportarse a
grandes distancias. El terreno de las aplicaciones de la electricidad es muy amplio: con el invento de la lámpara
incandescente por Edison se hace posible la instalación del alumbrado público. En
los transportes se empleará en los tranvías eléctricos y el metro, y en el
terreno de las comunicaciones a larga distancia será la base para el teléfono, el
telégrafo y la telegrafía sin hilos.
La
industria química, es la industria más característica de la evolución del
capitalismo y una de las más representativas de esta Segunda Revolución Industrial. Se sirve de
procedimientos muy costosos para obtener productos que se venderán a bajo
precio, lo cual requiere grandes sumas de capital para producir a gran escala y
un mercado amplio para absorberlos. Los productos químicos más importantes son:
la sosa, muy solicitada por las industrias textil y papelera para blanquear sus
productos; los colorantes sintéticos o artificiales, solicitados por la industria
textil; los abonos, que aumentaron las posibilidades de la agricultura; y los
explosivos, que se utilizaron a partir de los descubrimientos de la
nitroglicerina por Sobrero y de la dinamita por Nobel.
En
la industria del metal supone una gran novedad la utilización del aluminio, el cobre,
el níquel, el cinc, etc. Pero el hierro, convertido ahora en acero, sigue
siendo el metal más importante. La obtención de acero era ya conocida con
anterioridad, pero el procedimiento era caro y difícil. Sin embargo, las
innovaciones en su procedimiento de obtención van a traer como consecuencia la
sustitución del hierro colado por el acero. Los más destacados de estos avances
tecnológicos son el convertidor Bessemer, que permite aumentar la producción de
acero hasta 1000 toneladas al día; el horno Martin-Siemens que economiza
combustible y produce acero más homogéneo y barato; y el procedimiento
Thomas-Gilchrist, que elimina el fósforo de ciertos minerales de hierro y
permite así explotar yacimientos con un elevado porcentaje de fósforo, que
hasta entonces estaban inutilizados.
Las
aplicaciones del hierro, que en la primera revolución industrial se limitaban
al campo de los ferrocarriles, encuentran ahora otros ámbitos de expansión: la
construcción (torre Eiffel) y los armamentos (artillería, blindaje, cascos para
barcos…).
En definitiva, en el último tercio del siglo XIX, al lado de un capitalismo mundial que adapta formas financieras, de trust y explotación de capitales, se produce una segunda revolución industrial, en la que la electricidad, el motor de explosión, el petróleo y las industrias químicas constituyen algunas de las palancas básicas.
La Segunda Revolución Industrial (1880-1914),
subido por Educatina a https://www.youtube.com