En la segunda mitad del siglo XIX, el sistema económico se afianza gracias al éxito de la Revolución Industrial. Como resultado, el capitalismo asienta sus bases y el proceso industrial da un nuevo salto cualitativo. Se trata de un proceso de amplio alcance que influye sobre la sociedad de forma decisiva. Las nuevas y mejoradas técnicas de producción, las nuevas industrias y la industrialización de nuevos países pintarán un nuevo escenario sobre el que actuará la sociedad del nuevo siglo. Como respuesta a dichos procesos los trabajadores tomarán conciencia de clase y unirán sus fuerzas en la búsqueda de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. Este Movimiento Obrero partirá de posiciones elementales como la lucha contra la máquina a otras más estructuradas y organizadas, como el cartismo y el sindicalismo, para acabar desarrollando movimientos con una importante base intelectual y doctrinal.
Enlaces relacionados:
- La Revolución Industrial.
- Consecuencias de la Revolución Industrial.
- La Segunda Revolución Industrial y el desarrollo capitalista.
- El Movimiento Obrero: el marxismo y la Primera y Segunda Internacionales.
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LAS CRISIS Y LOS CICLOS DEL CAPITALISMO
El
desarrollo del capitalismo industrial está acompañado de una gran
inestabilidad, y a periodos de prosperidad suceden otros de depresión y paro. Los
economistas se han esforzado por medir estas oscilaciones y por encontrarles alguna explicación. Así, por ejemplo:
Línea de montaje de Ford (1913) Fuente: Wikimedia Commons |
- El economista francés Juglar midió períodos de unos 8 años, denominados "ciclos mayores", en los que a una fase de expansión sucede otra de liquidación de los fenómenos que la habían provocado.
- El norteamericano Kitchin estableció oscilaciones de 3’5 años, llamadas "ciclos menores".
- El ruso Kondratieff, en cambio, ha señalado oleadas de unos 50 años que comprenden una fase de alza y otra de baja, denominadas en conjunto, "ciclo largo".
El
economista americano Schumpeter, apoyándose en los ciclos Kondratieff, ha señalado
una fase económica que correspondería a la primera revolución industrial y al
vapor (1789-1848), una segunda apoyada en el ferrocarril y el acero
(1843-1896) y una tercera en el automóvil, la electricidad y las industrias químicas
(a partir de 1896).
Schumpeter
ha estudiado también los ciclos Juglar, advirtiendo que, en ellos, la fase de
expansión y la de depresión se encuentran separadas siempre por una crisis. Se
entiende por crisis económica el punto de una economía en que el sistema
interrumpe su funcionamiento y se producen trastornos importantes. En el ciclo
económico, la crisis es el punto superior de inversión que señala el paso de la
expansión a la depresión.
La
crisis puede ser de dos tipos:
-
Crisis
de tipo antiguo: son crisis propias de una economía esencialmente agrícola.
Estas crisis se daban fundamentalmente antes de la revolución industrial a
causa de malas cosechas, guerras o aumento de la población, siendo, por tanto,
crisis de subsistencia o de escasez de producción. No tienen un carácter
cíclico.
- Crisis de tipo moderno: son propias de una
economía industrial en la que priman los factores financieros y productivos. Se
deben a la superproducción y tienen un
carácter cíclico.
La
integración internacional, con la industrialización, el patrón oro, la creación
de una red mundial de transporte, etc., tiende a provocar la coincidencia de
las crisis en todos los países industriales a un tiempo. Es decir, son crisis
mundiales. En el siglo XIX se han señalado varias crisis mundiales como las de
los años 1825, 1836, 1847, 1857, 1866, 1873, 1882 y 1890.
LOS MÉTODOS DE TRABAJO A FINALES DEL XIX
El
desarrollo de un nuevo sistema empresarial y de nuevos procesos productivos
hicieron patente la necesidad de crear nuevos modelos en lo que a la
organización del trabajo se refiere. Estos nuevos métodos de trabajo
multiplicaron la eficiencia del trabajo obrero convirtiendo en obsoleta la
producción artesana y de la Primera Revolución Industrial.
Los
modelos más destacados son:
1. El taylorismo: Busca
la planificación científica del proceso productivo mediante la
división de las diferentes fases del mismo. La nomenclatura hace referencia a Frederick Winslow Taylor que, ya en 1911, explicaba sus teorías sobre los métodos de
trabajo más eficientes en su obra: "The Principles of Scientific Management".
Maquinista de la empresa Tabor, donde se aplicaron las ideas tayloristas (1905) Fuente: Wikimedia Commons |
La
meta debía ser aumentar la productividad evitando el control que sobre los
tiempos de producción podía tener el obrero. Para ello, las tareas debían
realizarse con el menor esfuerzo y en el menor tiempo posible eliminando pasos
innecesarios y logrando así reducir los costes de fabricación. El
obrero debía encontrarse aislado y disponiendo de los elementos que manipula de
forma fácil. Establece una distinción entre el trabajo intelectual y
el manual que deben estar separados y no recaer sobre un mismo operario. Así,
el intelectual se encarga de organizar, dirigir y supervisar el trabajo que
lleva a cabo el operario manual. En este sistema, el cronómetro juega un
importante papel pues se intenta controlar las posibles pérdidas de tiempo.
2. El fordismo:
hace referencia al trabajo en cadena que se llevaba a la práctica en las
fábricas de automóviles de Henry Ford desde principios del siglo XX.
Implicaba una organización del trabajo altamente especializada. Su base descansaba sobre la llamada cadena de
montaje o línea de ensamblado que organiza la producción delegando en
cada trabajador una función determinada y especializada (aumento de la división
del trabajo). El objetivo final era la obtención de un producto accesible al
salario promedio, superando así la capacidad de consumo de la gran élite
burguesa.
Los nuevos métodos de producción trajeron, no
obstante, desajustes sociales de gran importancia debido a la existencia de un espacio
de trabajo alienante y deshumanizado.
Taylorismo y fordismo,
subido por ramperal a https://www.youtube.com
EL ANARQUISMO
El
anarquismo, que supone un rechazo absoluto del proceso de industrialización y
parece mirar con nostalgia hacia un mundo agrario de pequeñas células de
población, es un movimiento de escasa coherencia doctrinal. Centrando sus
actividades en un sindicalismo puro, apartado de la vida política, el
anarquismo constituye un intento original,
de enorme influencia en algunos países y momentos, y distinguible de otros
sindicalismos que se orientaron hacia la política.
Entre
sus pensadores se han destacado al inglés William Godwin, al alemán Max Stirner, al francés Proudhon y al ruso Bakunin, pero no deben ser olvidados intelectuales como Tolstoi,
Eliseo Reclus y Kropotkin. Pero sin duda la figura más destacada es Bakunin.
En
la obra de los escritores anarquistas encontramos una vertiente moral en la que
se exalta la libertad del individuo; se formula un ateísmo radical, que rechaza
a la Iglesia como institución pero
admite en la sociedad la
pluralidad de cultos; y se ensalza como instrumento del cambio social la
educación popular.
Desde
el punto de vista político, tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin:
la eliminación del Estado, instrumento siempre represivo; la desaparición de
los ejércitos, innecesarios al desaparecer los Estados; y la creencia en la
revolución campesina hecha desde abajo, por las masas. Su sociedad nueva, sin
Estado, sin poderes institucionales se montará sobre comunas autónomas, pequeñas
células en régimen de autogestión que elegirán por sufragio universal de
hombres y mujeres a sus autoridades y que podrán federarse o separarse
libremente de otras células similares. Dentro de estas comunas, la propiedad
será colectiva. El ideal del anarquismo parece ser una sociedad de hombres
enteramente libres, que no obedecen más que a su razón.
Mijaíl Bakunin, por Gaspard-Félix Tournachon (1860 aprox.) Fuente: Wikimedia Commons |
Al
llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los
instrumentos de trabajo pero no de los frutos, sucede el anarco-comunismo de
Kropotkin, Reclus o Brousse, que predican la necesidad de colectivizar no sólo
los instrumentos sino también los productos. Las diferencias son todavía más
acusadas en cuanto a los métodos de la revolución, que van desde los que
prefieren pasos paulatinos y pacíficos, hasta los que defienden el terrorismo, al
que llaman "propaganda del hecho".
Podemos resumir algunos principios básicos
del anarquismo en:
1. Libertad
del hombre en sociedad, no entendida de forma individual.
2. Libertad
e igualdad para los dos sexos.
3. Educación
popular.
4. Rechazo
de todo poder establecido, especialmente el Estado y la Iglesia como
institución. La causa de este rechazo estriba en la máxima: «Todo poder
corrompe» ya que la autoridad supone el dominio de un hombre sobre el resto. Al
imponer dicha autoridad, se elimina la libertad del individuo gobernado. Por
ello, hay que eliminar cualquier tipo de poder.
5. Se
manifiesta en contra de la propiedad privada de los medios de producción. Estos
deben ser socializados aunque algunos pensadores admiten cierta privatización
de los frutos obtenidos.
6. En
contra de los votos irrevocables, como el sacerdocio o el matrimonio, ya que al
ser para toda la vida eliminan parte de la libertad humana.
7. Para
alcanzar todas estas transformaciones es necesaria una revolución de las masas
campesinas contra el poder establecido. Tras ella se creará una sociedad
anarquista en torno a comunas autogestionadas, autosuficientes y básicamente
agrarias.
8. La
actuación política debe reducirse a la propaganda. En este aspecto, hay grandes
diferencias entre los que defienden una vía pacífica y los defensores del
terrorismo. A fines de siglo, se producen una serie de atentados anarquistas a personajes
importantes de todo el mundo (Alejandro II de Rusia, Humberto I de Italia, Isabel
de Austria o Cánovas del Castillo)
EL SOCIALISMO UTÓPICO
A diferencia
de Inglaterra, más industrializada, Francia, con un proletariado menos numeroso
pero con una intelectualidad más sensible a las ideas políticas, proporciona a
los movimientos sociales una serie de pensadores que reflexionaron sobre las
contradicciones de la industrialización y formularon soluciones ideales, o
incluso intentaron experiencias de creación de nuevos tipos de sociedad. A
estos pensadores se les llama socialistas utópicos, destacando Saint-Simon, Fourier, Louis Blanc, Cabet, Blanqui...
Esquema sobre las relaciones entre el socialismo utópico y el Movimiento Obrero |
No
existen demasiados elementos comunes entre ellos. En general, prefieren evolución
a la revolución y los medios pacíficos a los violentos. Frente a la hostilidad
de clases predican la concordia. No centran el cambio social en la capacidad
revolucionaria del proletariado, sino en el convencimiento progresivo y la
aceptación por la burguesía de una necesidad de cambio. Parecen prestar más
atención a los proyectos que a los medios por los cuales pueden llegar a
realizarse.
Entre
los modelos de nueva sociedad que intentaron construir los utópicos, destacan
los falansterios de Fourier, pequeñas poblaciones de 1600 personas, entre las
que se distribuyen las funciones alternativamente. Subsisten en ellos la
propiedad privada y el derecho de herencia, pero son comunes los instrumentos
básicos de producción. En Francia, EE.UU., Inglaterra y Rusia llegan a organizarse falansterios pero la mayoría fracasaron.
Cabet
publica su «Viaje a Icaria», en el que describe otro modelo utópico. Su sociedad
es más revolucionaria que el falansterio, reguladas las instituciones por sufragio
universal y con un sistema de propiedad privada.