jueves, 5 de julio de 2012

El pensamiento económico en la edad moderna. - Parte 6

En esta serie de artículos nos centraremos en la génesis del pensamiento económico moderno y continuaremos viendo cómo se ve influenciado por la doctrina eclesiástica en un contexto nuevo: el descubrimiento del Nuevo Mundo. El cambio de mentalidad y una mayor tendencia hacia más global por parte de los países europeos, consecuencia de dicho descubrimiento provocará un mayor aligeramiento de las férreas posturas económicas medievales y el nacimiento de una nueva disciplina, el pensamiento económico, de la mano de los doctores escolásticos de la Escuela de Salamanca. En esta ocasión, nos centraremos en autores que compartieron las posiciones de los escolásticos españoles en la misma época aunque no pertenecieron a la Escuela de Salamanca.

Enlaces relacionados:
- La Escuela de Salamanca 1.
- La Escuela de Salamanca 2.


 OTROS ECONOMISTAS DEL XVI Y XVII  

La aparición de la teoría cuantitativa del dinero en la segunda mitad del siglo XVI constituye un hecho de enorme importancia en la historia de la economía. Como ya se ha comentado, esta teoría analiza la relación entre la oferta y la demanda de dinero y considera que los precios vienen determinados por esa relación. De forma simplificada podemos decir que si la oferta de dinero aumenta, el nivel de precios subirá y por el contrario, si la oferta de dinero cae, el nivel de precios disminuirá.

Esta teoría se muestra como un antecedente de las explicaciones que tienen como base a la oferta y demanda como un principio explicativo general de los precios. Este salto adelante en el pensamiento económico no sería superado hasta finales del XIX.

Entre los factores y circunstancias contextuales que favorecen el surgimiento de esta teoría, podemos destacar la llegada de una corriente incesante de metales preciosos a España, y que se difundió por toda Europa, con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Por otro lado, si la devaluación no era ya la principal causa de la elevación de precios, una mayor estabilidad en el nivel de los mismos hacía necesarias otras medidas aparte de la de simplemente evitarla. Para ello, había que desarrollar una nueva explicación.

Nicolás Copérnico (1473-1543) fue un genio universal, clérigo de profesión y experto en matemáticas, derecho canónico y medicina. Fue el primero en enunciar la teoría cuantitativa del dinero en su obra “Monetae cundedae ratio”. En 1522, explicó ante la asamblea prusiana los principios en que debe basarse una moneda firme. Su afirmación más importante es que el dinero se deprecia cuando es demasiado abundante. Como ejemplo establece que “cuando mucha plata ha sido transformada en moneda existe más demanda para los lingotes que para las monedas.”

Nicolás Copérnico (1473-1543)
Fuente: Wikimedia Commons 

El deslumbramiento de la teoría cuantitativa del dinero fue atribuido a Jean Bodin o Juan Bodino (1530-1596), intelectual francés cuya fama se extiende también a los campos de la filosofía, el derecho y la ciencia política. Bodin desarrolló la teoría cuantitativa del dinero en su obra “Respuesta a las Paradojas de M. Malestroit”. En la actualidad, la atribución sobre la autoría de la teoría cuantitativa no es tan clara tras el descubrimiento de una teoría anterior formulada por Martín de Azpilcueta y los escolásticos de la Escuela de Salamanca. No hay certidumbre de si Bodin fue influido por Azpilcueta o sucedió al contrario, aunque sí es cierto que bien pudo conocer las obras de la Escuela de Salamanca (hay quien sostiene que coincidieron en la Universidad de Toulouse) y hay que tener en cuenta que Bodin nació 37 años después que Azpilcueta.  

La principal aportación del pensamiento de Bodin es una clasificación de los factores que intervienen en las variaciones de los precios. Distingue los cambios de los precios generales de los cambios de los precios relativos. Para él son cinco las causas del alza en los precios:

1.   La abundancia de oro y plata.
2.   Los monopolios.
3.   La escasez de mercancías debida a las exportaciones y al gasto excesivo.
4.   El lujo de monarcas y nobles.
5.   La  devaluación de la moneda.

Hay una apreciación curiosa (por lo novedoso de su reflexión) que hace Bodin acerca del lujo de monarcas y nobles porque introduce consideraciones psicológicas ya que la gente “estima y aumenta el precio de todo lo que los grandes señores prefieren, aunque las cosas en sí mismas puedan no ser dignas de tal valuación.” En esa situación es “cuando los grandes señores ven que sus súbditos tienen en abundancia las cosas que ellos prefieren.” Entonces empiezan a despreciarlas, causando la caída de los precios.

Jean Bodin (1530-1596)
Fuente: Wikimedia Commons

Bodin ve en la abundancia de oro y plata la principal razón del alza de precios. Para él, las exportaciones pueden ser responsables del alza de precios, de forma que las importaciones tendrán un efecto opuesto. Para impedir las alteraciones de la moneda debidas a la competencia, sugiere que los países se unan en un acuerdo internacional, por el que se comprometan a emitir exclusivamente dinero de valor auténtico. También propuso la creación de graneros públicos como método de estabilizar los precios. Respecto al interés en los préstamos creía que no había diferencia entre la usura moderada y la desorbitada ya que ambas fueron prohibidas por Dios.

Además de estos autores y de los escolásticos de la Escuela de Salamanca, en la historia del pensa­miento económico en la Europa de los siglos XVI y XVII hay cabida para otros economistas ajenos a tantas consideraciones morales, como Thomas Wilson, Charles Dumoulin, o John Hales.

 THOMAS WILSON (1525-1581):  

Se trata de un pensador inglés, autor del "Discurso sobre la usura" (1572). De entrada, decir que se trata de un autor claramente conservador y a contracorriente de la legislación inglesa sobre la usura.

En el contexto en el que vive, la legislación permite el cobro de interés por el préstamo, del 10% Es más, en 1571 el Parlamento publica la Ley de Compromiso, en la que se consideraba legal el interés sobre el préstamo de capitales, siempre que no excediera del 10%. El propio Thomas Wilson votó en contra de dicha ley, al ser éste miembro del Parlamento inglés. No conseguir anular la promulgación de dicha ley es la razón por la que, al año siguiente, publica su "Discurso sobre la usura". Dicha obra aparece escrita en forma de diálogo, en el que inter­viene un predicador, un jurista, un mercader y un doctor en derecho civil, que dialogan con sus distintos puntos de vista, a favor o en con­tra, del cobro de los intereses y la decisión final es que este es ilegal, sea cual fuere el tanto por ciento a cobrar.


 CHARLES DUMOULIN (1500-1556)

Jurista francés, experto en derecho, tiene un punto de vista sobre el interés totalmente contrario al de Thomas Wilson. Su obra se denominó el "Tratado sobre contratos y usura" (París, 1546). Supone un ataque frontal contra la doctrina de los padres de la Iglesia; pero además, tam­bién denuncia los abusos de la curia romana y el Papado. Eso le supuso la persecución y tuvo que marchar de su país.

En ese libro muestra su desacuerdo total con la opinión de los doctores escolásticos sobre el préstamo con interés y, en particular, dirige una idea frontal contra la doctrina de Santo Tomás de Aquino, diciendo que el interés sobre los préstamos de dinero no es algo que prohibiera la ley de Dios. Eso sí, aunque es partidario de cobrar intereses, éstos deberían ser re­gulados por las autoridades públicas (como hoy día sucede). Una cita de su tratado puede ser muy clarificadora: 

"(…) Supóngase que un mercader pide prestado dinero con el propósito de sacar provecho de negocios legítimos y promete pagar interés mensual o anualmente, en lugar de una porción del beneficio que se espera. No obstante que se hayan escrito volúmenes enteros, yo no veo daño en esto, nada contrario a la ley divina o natu­ral, puesto que nada se ha hecho en contra de la caridad, sino más bien conforme a la caridad mutua. Está claro que uno garantiza el favor de un préstamo con su propiedad y que el otro remunera a su benefactor con una parte de la ganancia derivada de aquel préstamo, sin sufrir ninguna pérdida (…)".

En Charles Dumoulin, la justificación de cobrar una suma determinada por el dinero prestado ya no es objeto de polémica por­que, según Dumoulin, la concesión del préstamo implicaba la privación de un bien por parte del prestamista, es decir, que estaba renunciando a una parte de su liquidez (riqueza), lo que requería una compensación.


 JOHN HALES:

También inglés, es de los tres, el autor más completo, pues los anteriores sólo escribieron sobre el interés y la usura. Sin embargo, John Hales sentó las bases de determinados problemas que hoy día forman parte de la teoría económica. Publica, también en forma de diálogo, el "Discurso sobre la prosperidad pública de este reino de Inglaterra". Es un dis­curso claramente mercantilista y, por ello, está en contra de la doctrina del interés ya que el núcleo o la esencia del mercantilismo es la defensa del beneficio, de la plusvalía.

Su grandeza radica en una cuestión de orden metodológico y científico porque fue el primero que se dio cuenta de que en Europa estaba naciendo una nueva ciencia: El pensamiento económico (o la teoría económica como diríamos hoy); y que ésta tenía que tener su lugar en el organi­grama de las ciencias. Él entendía entonces que este pensamiento econó­mico debía formar parte de lo que él llamaba filosofía moral. Y lo jus­tificaba así: "(…) En su mayor parte, este nuevo saber está relacionado con la política o buen gobierno del bien común". Y, en con­creto, debía estar en los apartados si­guientes: "Primero, la forma en que cada hombre debe gobernarse a sí mismo honrada y provechosamente", "segundo, cómo debe guiar a su familia sabiamente" y "tercero, cómo debe ordenarse y gobernarse la ciudad, el reino o cualquier otro bien común".

John Hales es totalmente contrario a lo que por esos años defendía la doctrina de la Iglesia. Él defiende un nuevo prin­cipio burgués, el egoísmo individual o particular, en contra de la ca­ridad con el prójimo. Decía que "(…) cada hombre busca la máxima ventaja (…)" o beneficio y "(…) lo que es provechoso para cada hombre es provechoso para el conjunto de la comunidad (…)". Este segundo juicio trata de congeniar el interés individual con el interés social. El problema que se plantea es cómo reducir el egoísmo particular en la forma adecuada, de forma que no entre en colisión con el interés social y, para ello, entendía que ese objeto debía constituir la máxima preocupación del poder civil. John Hales, al afirmar que cada hombre busca la máxima ventaja estaba sentan­do uno de los principios claves en la actual teoría económica, la de los incentivos económicos. Hoy en día, estos son los factores que impulsan el traslado de los recursos económicos de las aplicaciones económicas menos renta­bles a aquellas cuya rentabilidad es mayor. Por tanto, para John Hales la política de incentivar los beneficios era más ventajosa que la polí­tica de represión de los beneficios.

Con respecto a cómo fomentar el desarrollo económico. En su obra, John Hales, da una serie de recetas para ello que se centran en la introducción de nuevas artes y oficios, es decir, el desa­rrollo industrial. Pues ello, "procurará empleo a las clases trabajadoras y un aumento del tesoro público". Ahora bien, para este desarrollo económico era muy apropiado que se declarase la libertad de poder elegir oficios e industrias. Con esto estaba atacando a las corporaciones gremiales, que por su carácter cerrado y controlador, eran contrarias a esta libertad.

Hales entendía que había que planificar un desarrollo industrial racional, pero para determinar cuales había que fomentar es­tablece una clasificación en tres tipos:

1.   Aquellas industrias que venden en el interior (Inglaterra) mercancías procedentes de ultramar y que se llevan parte del teso­ro inglés.
2    Aquellas industrias que venden en el interior de Ingla­terra mercancías elaboradas en el propio país.
3.   Oficios e industrias que se fabricaban en el interior, pero cuya venta se realizaba fundamentalmente en el exterior, que con­tribuye a la entrada de riquezas.

Para John Hales hay que fomentar el tercer tipo, ya que es el más apropiado, aunque el primero sea tolerable, pero no es, por otro lado, necesario.

Otra cuestión distinta es el tema de la subida de los precios. John Hales observa cómo se encarecen los artículos de consumo y analiza por qué eso ocurre. Entiende que la subida de los precios no es sólo a causa de la falta de abastecimientos. Por ello, plantea la paradoja sobre cómo es posible que los precios suban en un contexto de abundancia, y no de escasez (como el que vivía Hales).

Por esta razón, se plantea cuál es la causa de la carestía general y se formula algunas preguntas:

1.    ¿Es el agricultor el que pone los precios más altos a sus productos?
2.    ¿Es quizás el señor el que eleva el arrendamiento?
3.    ¿O es el mercader el que pide más por sus mercancías?

La respuesta, textualmente, "(…) una cosa se suma a la otra, empujándose entre ellas mutuamente (…)", es decir, los culpables son ambos, los tres.

John Hales escribe en el momento en que se produce en Ingla­terra una reconversión agraria que consiste en que los campos se vallan, se cierran y se dedican a la cría del ganado lanar (no tanto a la agricul­tura), con lo cual los cultivos están en retroceso y se está producien­do un éxodo rural y un empobrecimiento de la renta campesina. John Hales no ignora el problema que se está produciendo y que tiene dramáticas consecuencias, ni que esa reconversión la realizan las oli­garquías adineradas, sobre todo, comerciantes. No cree posible detener ese proceso y ve el desarrollo industrial como una alternativa válida para emplear a esa masa desempleada. Esa es la razón por la cual defendía tanto la implantación de nuevas artes como de oficios.

Una última cuestión que trata John Hales es que se muestra partidario de una demografía en expansión. Al rey le interesa que la población sea numerosa porque ello le va a permitir disponer de un ejército más importante, también porque el rey contará con más ingresos (impuestos), aunque para esto es necesario que estas personas estén emplea­das para poder sobrevivir y es necesario pagarles un salario. Por ello, va a relacionar el concepto de población numerosa con el de la creación de empleo. Es necesario el empleo porque se podía poner en pe­ligro la paz social.

En resumen, John Hales entiende que el enriquecimiento es la verdadera finalidad de la vida humana. Los individuos que al comercio se dedican forman una república cuyo cimiento es el interés económico y la búsqueda de la riqueza por cada uno de ellos es favorable al enri­quecimiento de los demás.