Tras el impacto de la Revolución Francesa, la Europa que vivió la oleada liberal sufre la transformación del modo de vida de sus moradores y se niega a tener que mantenerse dentro de los límites del Antiguo Régimen, impuesto por los defensores de la tradición monárquica y los enemigos de la expansión napoleónica. El enfrentamiento entre ambas posturas se resolverá con el surgimiento de una serie de revoluciones que salpicarán la práctica totalidad de las naciones europeas y que paulatinamente irán imponiendo las directrices liberales a las naciones europeas que, desde el Congreso de Viena, eran mayoritariamente de corte absolutista.
Enlaces relacionados:
- La Restauración europea y el Congreso de Viena.
- Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- Ideología y partidos políticos en la España contemporánea - Parte 4.
Las clases
desfavorecidas son, lógicamente, las más afectadas, un gran número de
campesinos y obreros se ven en el paro y aumenta rápidamente el número de
mendigos y vagabundos, mientras que en las ciudades crece el número de robos,
sobre todo de harina. Las protestas sociales sólo pueden ser contenidas por la
fuerza.
Con la libertad de expresión que queda restringida y la prensa controlada por el Gobierno, el periódico Le National encabezó la protesta, con un manifiesto por el que 44 periodistas se negaban a aceptar el control de la prensa y la disolución de la Cámara. El descontento general estalla en las «Tres Jornadas Gloriosas» los días 27, 28 y 29 de julio, con barricadas en las calles de París y con la petición de instaurar la República. En las barricadas se atrincheran estudiantes, obreros y algunos diputados, el ejército se niega a disparar contra la población civil. El Antiguo Régimen es derribado y el rey parte hacia el exilio. Es entonces cuando la alta burguesía, para quien República es sinónimo de terror, da marcha atrás y propone a la Asamblea a Luis Felipe, duque de Orleans, que es nombrado rey de los franceses.
Durante dos años, Francia sigue una orientación revolucionaria, apoyándose en otros procesos similares que ocurrían en otros países y con medidas radicales en el interior.
En estas circunstancias, un gobierno provisional declara la independencia belga mientras sigue aún la lucha contra el rey, Guillermo I de Nassau. Pero el problema se hace internacional; las potencias absolutistas (Rusia y Austria) deciden apoyar al rey holandés, mientras la Francia liberal apoya a los sublevados. Sin embargo, el apoyo ruso y austriaco no llega, al verse obligados estos países a sofocar los levantamientos en Polonia e Italia, respectivamente. A Inglaterra, por su parte, le mueve su rivalidad marítima con Holanda, por lo que apoya a Bélgica y propone una Conferencia internacional, que se celebra en Londres en 1830, y que reconoce la independencia de Bélgica, siempre que este país se comprometa a permanecer neutral permanentemente.
3. RESTO DE EUROPA.
En Italia, en el inicio del movimiento tuvo un gran peso la labor de las
sociedades secretas carbonarias y empezó en los ducados del centro
(Parma, Módena), que el Congreso de Viena había asignado bajo influencia de
Austria, pero la indiferencia de las
masas hizo que el ejército austríaco lo sofocara fácilmente. A partir de
este momento, decaen los carbonarios y crece el
nacionalismo, que irá preparando la
unidad de Italia.
En Polonia, que tras el Congreso de Viena el territorio se reparte entre Austria, Prusia y Rusia (que tiene la parte más extensa) y Cracovia que es una república libre; se produce la «Revolución de los Cadetes» (también llamada el «Levantamiento de Noviembre») tiene un carácter nacionalista pero fracasa por varios motivos: no se produce el apoyo campesino, la prometida ayuda francesa no llega y la intervención rusa ahoga en sangre la revolución e impone una rusificación a Polonia que pierde su autonomía. Polonia no logrará su independencia hasta después de la I Guerra Mundial.
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LA REVOLUCIÓN DE 1830
Los
movimientos liberales constituyen la primera oleada de asaltos al Antiguo
Régimen, cuya pervivencia habían procurado las grandes potencias desde 1815. La
restauración dinástica, la obra del Congreso de Viena o la existencia de
alianzas supranacionales con el objetivo de aplastar a los movimientos
revolucionarios liberales no son más que manifestaciones del temor subyacente
de las poderosas potencias europeas hacia el surgimiento de las nuevas ideas
procedentes del pueblo mismo.
La Europa
absolutista restaurada en el Congreso de Viena se muestra como algo efímero o
poco duradero, las transformaciones económicas y políticas muestran al Antiguo Régimen como algo anacrónico y desfasado. Los principales opositores a la
Restauración del Antiguo Régimen, el liberalismo y el nacionalismo, cuajarían
en la revolución de 1820. Diez años después, el absolutismo soporta otro envite
de estas dos corrientes opositoras y bajo ellas acabará pereciendo en Francia y
Bélgica el viejo orden, en el resto de los países habrá que esperar al año 1848
para que una oleada revolucionaria más profunda derribe regímenes y deponga
reyes.
Se puede decir
que la crisis económica fue el chispazo que hizo estallar esta nueva oleada
revolucionaria. La producción agraria que se manifiesta principalmente en una
mala cosecha de cereales y patatas. Las consecuencias son la carestía y el
incremento del precio de los productos de primera necesidad, así como una
disminución del poder adquisitivo y la acumulación de stocks de productos que
no se pueden vender.
Estados afectados por la revolución de 1830 |
EL LEVANTAMIENTO
El levantamiento
liberal se inicia en Francia y se extiende por Bélgica, Italia, Alemania
y Polonia.
1. FRANCIA. Las
causas de la revolución de 1830 en
Francia son:
- Una crisis financiera: que se inicia en Londres, por su más alto grado de industrialización, y pasa después a Francia, donde la industria está creciendo y tiene necesidad de capitales.
- Una crisis agraria o de subsistencia: provocada por una serie de malas cosechas. Ambas crisis provocan un descontento de los diversos elementos de la sociedad: de los campesinos, por las malas cosechas y la consiguiente elevación de los precios; de la burguesía, por los escasos beneficios al reducirse las ventas; y de los obreros, por el aumento del paro.
- Una crisis política: el Congreso de Viena había restaurado a los Borbones en Francia en la persona de Luis XVIII, que gobierna mediante una Carta otorgada. Pero su hermano y sucesor, Carlos X, más autoritario, pretende restringir las concesiones de la Carta otorgada y firma para ello las «Cuatro Ordenanzas» antiliberales por las que suspende la libertad de prensa, disuelve la Cámara recién elegida y modifica la ley electoral excluyendo a comerciantes e industriales.
Combate en la calle Rohan el 29 de julio de 1830, de Hippolyte Lecomte (1831) Fuente: Wikimedia Commons |
Con la libertad de expresión que queda restringida y la prensa controlada por el Gobierno, el periódico Le National encabezó la protesta, con un manifiesto por el que 44 periodistas se negaban a aceptar el control de la prensa y la disolución de la Cámara. El descontento general estalla en las «Tres Jornadas Gloriosas» los días 27, 28 y 29 de julio, con barricadas en las calles de París y con la petición de instaurar la República. En las barricadas se atrincheran estudiantes, obreros y algunos diputados, el ejército se niega a disparar contra la población civil. El Antiguo Régimen es derribado y el rey parte hacia el exilio. Es entonces cuando la alta burguesía, para quien República es sinónimo de terror, da marcha atrás y propone a la Asamblea a Luis Felipe, duque de Orleans, que es nombrado rey de los franceses.
Se
restaura en Francia la monarquía parlamentaria, Luis Felipe es rey por expreso
deseo de la nación, y acepta plenamente todas las ideas del liberalismo
político. En esa línea se produce la ampliación de la Carta Otorgada que
desemboca en la Constitución de 1830, en ella se reconoce la libertad de prensa
y se amplía el número de ciudadanos con derecho a voto. La alta burguesía
controla el poder, ha colocado al rey en su puesto y ha dispuesto un sufragio más ampliado
pero aún censitario, lo que le proporciona el control del parlamento.
Combate frente al hotel Ciudad de París el 28 de julio de 1830, por Jean-Victor Schnetz Fuente: Wikimedia Commons |
Durante dos años, Francia sigue una orientación revolucionaria, apoyándose en otros procesos similares que ocurrían en otros países y con medidas radicales en el interior.
Sin
embargo, la crisis económica continuaba agravada por la misma revolución. El
hundimiento de la economía, el desorden en los campos y la epidemia de cólera
contribuyeron al gran pánico de 1832. Esto causó la aparición de gobiernos más
conservadores, que inician la represión contra la prensa, proclaman el estado
de sitio en París y señalan al progresivo
distanciamiento del régimen de Luis
Felipe
respecto a la revolución.
2. BÉLGICA. Aquí el
movimiento es esencialmente nacionalista. El Congreso de Viena había unido
artificialmente Bélgica a Holanda. Pero entre ambas naciones
no había nada en común: ni religión
(católicos en Bélgica y protestantes en Holanda), ni lengua (francés y
holandés), ni economía (liberalismo de la
burguesía comercial holandesa frente al proteccionismo de la agricultura y
pequeña burguesía industrial belga), ni política (los holandeses marginaban a
las belgas, ocupando los cargos políticos y militares).
A
este descontento belga había que añadir la crisis económica y la subida de
los precios que exasperaba al pueblo.
La revolución de septiembre en Bruselas, de Charles Gustave Wappers (1835) Fuente: Szilas / Wikimedia Commons |
En estas circunstancias, un gobierno provisional declara la independencia belga mientras sigue aún la lucha contra el rey, Guillermo I de Nassau. Pero el problema se hace internacional; las potencias absolutistas (Rusia y Austria) deciden apoyar al rey holandés, mientras la Francia liberal apoya a los sublevados. Sin embargo, el apoyo ruso y austriaco no llega, al verse obligados estos países a sofocar los levantamientos en Polonia e Italia, respectivamente. A Inglaterra, por su parte, le mueve su rivalidad marítima con Holanda, por lo que apoya a Bélgica y propone una Conferencia internacional, que se celebra en Londres en 1830, y que reconoce la independencia de Bélgica, siempre que este país se comprometa a permanecer neutral permanentemente.
La
Bélgica independiente se convertirá en una monarquía parlamentaria con Leopoldo I de Sajonia como rey y su Constitución de 1831 se considera la expresión más
acabada de liberalismo: soberanía popular, dos cámaras elegidas, libertad de
culto, clero pagado por el Estado pero separado del poder político, sistema
judicial independiente, declaración de derechos... tendrá una gran influencia
en otras constituciones de otros países. Holanda acabará reconociendo al nuevo
estado en 1839.
En
Alemania, el movimiento liberal logra arrancar
constituciones liberales a los príncipes, y el nacionalismo intenta
crear unos «estados unidos de Alemania». Pero Metternich termina
con un movimiento que, en realidad, no pasa de crear actos
propagandísticos aunque, al igual que en Italia, va plantando la semilla de la
unidad nacional.
En Polonia, que tras el Congreso de Viena el territorio se reparte entre Austria, Prusia y Rusia (que tiene la parte más extensa) y Cracovia que es una república libre; se produce la «Revolución de los Cadetes» (también llamada el «Levantamiento de Noviembre») tiene un carácter nacionalista pero fracasa por varios motivos: no se produce el apoyo campesino, la prometida ayuda francesa no llega y la intervención rusa ahoga en sangre la revolución e impone una rusificación a Polonia que pierde su autonomía. Polonia no logrará su independencia hasta después de la I Guerra Mundial.
En
España, la muerte del rey Fernando VII en 1833 provocó una guerra civil por la
sucesión de la corona entre quienes apoyaban al infante Carlos María Isidro (hermano
del rey), cuyas tendencias eran absolutistas, y los liberales, defensores de
Isabel, la hija del rey (que aún era una niña). El conflicto no se resolvería
hasta 1840, con la victoria isabelina y de los liberales sobre el bando
carlista.