martes, 12 de noviembre de 2013

La revolución de 1848 y los ideales democráticos

La oleada liberal vivida por la Europa de la primera mitad del XIX transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores. Éstos se ven obligados a pensar en su futuro como grupo, estado o nación, algo inédito hasta ese momento. En la política, podemos diferenciar básicamente dos posturas antagónicas: por un lado, quienes se defienden la idea de mantenerse dentro de los límites del Antiguo Régimen, impuesto por los defensores de la tradición monárquica y, por otro, los defensores de un régimen nuevo, heredero de las ideas liberales de la Ilustración y de la Revolución Francesa, más igualitario pero de un futuro más incierto. El enfrentamiento entre ambas posturas se resolverá con el surgimiento de una serie de revoluciones que salpicarán la práctica totalidad de las naciones europeas y que paulatinamente irán imponiendo las directrices liberales a las naciones europeas que, desde el Congreso de Viena, eran mayoritariamente de corte absolutista.

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- Los ciclos revolucionarios del XIX: la revolución de 1830.


 LA REVOLUCIÓN DE 1848 

En 1848 la revolución intenta su segundo gran asalto. Las similitudes con 1830 son muchas, pero las diferencias son también importantes. En síntesis, podemos señalar como causas del 48:

-   Los ideales democráticos. Tras los sucesos acaecidos durante las revoluciones de 1830 se van extendiendo por Europa los ideales democráticos. La democracia del siglo XIX se define como la oposición al Antiguo Régimen, y también como una superación de las limitaciones del liberalismo. A diferencia del liberalismo, el movimiento democrático de 1848 reivindica la abolición del sufragio censitario y el establecimiento del sufragio universal, es decir, el derecho de voto para todos los ciudadanos.

Lamartine ante el ayuntamiento de París, de Henri Philippoteaux
Fuente: Wikimedia Commons

La democracia, por tanto, defiende la soberanía popular, y no la soberanía nacional. En efecto, cuando los liberales hablan de soberanía nacional, consideran que la nación es realmente soberana, pero en la práctica esta soberanía no la ejerce más que una minoría de los ciudadanos. En cambio, el término «soberanía popular» significa que el soberano es el pueblo, es decir, todos los individuos incluidas las masas populares.

Democracia significa también libertad. Con los liberales, el ejercicio de las libertades era reconocido a los que ya poseían capacidades intelectuales o económicas. Los demócratas eliminan todas las restricciones y reivindican la libertad para todos. Pero no sólo es necesaria la libertad, sino también los medios para ejercerla. Los demócratas saben por experiencia que no basta con que un principio esté escrito en la ley, sino que hace falta además aplicarlo.


Mapa sobre la extensión del ciclo revolucionario de 1848

En el orden social se lucha por la reducción de las desigualdades y se acusa al liberalismo de predicar una igualdad estrictamente jurídica ante la ley, mientras permanece impasible ante los contrastes sociales de riqueza-pobreza.

Si el liberalismo se inclina por la monarquía como forma de gobierno, la democracia considera a la república como forma política más idónea para el ejercicio del sufragio universal, la soberanía popular y la garantía de las libertades.

-   La crisis económica. En 1847 se produce una crisis económica que afecta prácticamente a toda Europa. Es una crisis que se diferencia de las anteriores en que no es únicamente una crisis agrícola, sino también financiera. La crisis agrícola es causada por las malas cosechas de patatas de 1845 y de trigo de 1846. El hambre fa­vorece la difusión de enfermedades y epidemias (cólera, tifus, etc.) y provoca desórdenes. Los precios agrícolas suben en Francia un 50 % en dos años.

Revolución de marzo en Berlín, de autor desconocido
Fuente: Wikimedia Commons

La crisis financiera se produce por una ola de especulación y de abuso del crédi­to en la construcción de ferrocarriles. La primera consecuencia es que dejan de construirse los ferrocarriles, lo cual, sólo en Francia, provoca más de 750.000 parados, al arrastrar a otros sectores.

Ambas crisis generan graves descontentos, la agrícola entre el campesinado principalmente y la financiera entre la burguesía, que deja de percibir beneficios y arrastra grandes pérdidas, y el proletariado, que cada vez acusa más el paro.

-   Convulsiones sociales. A causa de la industrialización, la sociedad está cambian­do: al tradicional antagonismo burguesía-nobleza se le una ahora otro nuevo, bur­guesía-proletariado pues los obreros culpan a los burgueses de sus deficientes condiciones de vida. La pobreza y el paro provocan la inquietud en las masas obre­ras y reflexiones en los intelectuales. Desde 1830 aparecen en Francia grupos orga­nizados de obreros y periódicos como el «Journal des Ouvriers» y «Le Peuple» que reflejan esta tendencia.

Los primeros pensadores socialistas como Cabet, Leroux, Blanc, Blanqui o Proudhon escriben sus obras en torno al 48. En 1848, aparece el «Manifiesto Comunista» de Marx y Engels. Durante algún tiempo, se pensó que Marx había estado al margen de los sucesos del 48, pero hoy se sabe que Marx llegó a París días antes del estallido revolucionario, e incluso dedicará tres de sus libros a los procesos de 1848.


Esquema sobre las principales diferencias entre los movimientos de 1820, 1830 y 1848

 1. FRANCIA 

El régimen establecido con la monarquía de Luis Felipe marginaba de los asuntos públicos no sólo a las clases populares, sino también a un amplio sector de las clases medias que, al no ver satisfecha su reivindicación del derecho al voto, fue engrosando las filas de la oposición. Las críticas al monarca y a sus gobiernos insistían en el alto nivel de corrupción existente y en la ausencia de oportunidades para la juventud. El republicanismo ganaba adeptos.

La revolución que se inició en febrero de 1848 vino a demostrar los cambios que había experimentado la sociedad francesa. Las clases trabajadoras aparecieron en escena con un nuevo protagonismo. El vacío de poder propició la formación de un gobierno provisional integrado por representantes del liberalismo más avanzado y por elementos de un incipiente socialismo, que proclamaron la república el 25 de febrero. La Segunda República Francesa adoptó el sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión y la creación de talleres nacionales para garantizar el trabajo.

Barricada en la calle Soufflot, de Horace Vernet
Fuente: Wikimedia Commons

Pero los acontecimientos de la calle y el recuerdo de 1793 hicieron que la gran burguesía, temiendo las medidas del nuevo gobierno y la presión popular, se echase para detrás. Las elecciones de junio de 1848 supusieron un triunfo para las fuerzas liberales más moderadas, que se apresuraron a dar marcha atrás en la política realizada por el gobierno provisional, lo que provocó un alzamiento obrero en la capital duramente reprimido por el ejército. La experiencia del 48 hizo girar hacia el conservadurismo a muchos liberales. Esta actitud propició el triunfo de Luis Bonaparte en las elecciones presidenciales. La historia de la primera revolución parecía repetirse: la Segunda República fue adoptando un tono cada vez más conservador y desembocó en el Segundo Imperio tras el golpe de estado que convirtió a Luis Bonaparte en emperador, con el nombre de Napoleón III.


 2. ITALIA 

Los grupos liberales se alzaron en Italia, tanto con el fin de conseguir sistemas constitucionales como con el de acabar con el predominio austríaco, planteando el inicio de la unidad italiana. En Nápoles, el rey Fernando fue obligado a reunir un Parlamento; en Lombardía-Venecia el ejército austríaco fue expulsado; en Piamonte el rey Carlos Alberto promulgó una constitución y se puso al frente de la lucha contra los austríacos; en Roma Pío IX se vio obligado a huir mientras Mazzini proclamaba la república.

Pero, en cuestión de meses, los ejércitos austriacos se hicieron con el triunfo en todas partes y obligaron a abdicar a Carlos Alberto, mientras que en Roma las tropas francesas enviadas por Luis Napoleón ocupaban la ciudad. El fracaso fue general, pero en Piamonte el nuevo rey Víctor Manuel II mantuvo el régimen liberal y la constitución.


 3. IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO 

En Viena, una insurrección liberal provocó la caída del canciller Metternich y la concesión de una constitución. Dos meses después, un nuevo motín permitió a los liberales conseguir la elección de una Asamblea Constituyente.

Barricadas en Viena, de József Heicke (1848)
Fuente: Wikimedia Commons

La caída de Metternich desencadenó insurrecciones en Bohemia y Moravia, cuyos líderes sostenían que los checos pertenecían a una gran familia de pueblos entre los que deberían establecerse unos lazos de solidaridad. En ningún momento reivin­dicaron una independencia, sino un estatuto de autonomía dentro de un marco fede­ral presidido por Austria.

También en Hungría hubo un movimiento revolucionario de carácter nacionalista, pero no fueron movimientos masivos ni estuvieron coordinados entre sí, lo que hizo más fácil su represión. Quizá lo más importante del 48 en esta zona es que se consiguió la abolición de la servidumbre en la Europa Central.


 4. ALEMANIA

En la Confederación Germánica se combinaron dos procesos diferentes: la revolución liberal dentro de cada estado, que llevó al establecimiento de regí­menes constitucionales en algunos estados; y un alzamiento nacional de carácter democrático y unitario, que consiguió la convocatoria de una Asamblea reunida en Frankfurt. El Parlamento de Frankfurt contó con representantes de los distintos estados alemanes, y en él se pusieron de manifiesto las diferencias entre liberales, conservadores y demócratas. El Parlamento de Frankfurt no llegó a ningún acuerdo en cuestión de reformas internas por la oposición entre las distintas fuerzas, pero sí tuvo un carácter nacionalista muy fuerte llegando a proponer la formación de una Gran Alemania.

La revolución fue sofocada en Prusia y el propio ejército prusiano reprimió los movimientos de Sajonia, Renania y de la Alemania central y meridional. En todos los estados alemanes, la reacción se generalizó con la disolución de las Cámaras y arrestos múltiples, de forma que se volvió por completo a la situación anterior e 1848. El problema de la unidad alemana quedó así aplazado, pero en el Parlamento de Frankfurt se entrevieron dos soluciones: la unidad en torno a Prusia, opción de la Pequeña Alemania; o la unidad en torno a Austria, que sea la opción de la Gran Alemania.


Esquema general de la revolución

Con la de 1848 acaba el ciclo revolucionario liberal-burgués del siglo XIX en Europa, de resultado incierto pero de hondas implicaciones para el futuro del continente. En resumen, las revoluciones, de 1848 fracasaron pero quedaron algunos logros para el futuro: el sufragio universal en Francia; una constitución liberal en Piamonte y Prusia; la abolición de la servidumbre en las colonias; la liberalización del campesinado en el Imperio Austro-Húngaro. Al mismo tiempo, se perfilan ya las unidades de Alemania e Italia, en torno a Prusia y Piamonte respectivamente, debido al fortalecimiento de estos países. El cambio de conciencia y mentalidad para los habitantes de Europa es ya inevitable. Éstos demuestran saber ya claro qué esperan del futuro y qué deben hacer para conseguir sus objetivos.