lunes, 9 de febrero de 2015

La Segunda Guerra Mundial: Orígenes del conflicto

Los años 30 del siglo XX serán testigos del ascenso de los movimientos fascistas e hipernacionalistas. La llegada al poder de dichos movimientos implicará la aparición de las dictaduras y los regímenes totalitarios. El fascismo y el nazismo implantarán una voraz maquinaria alimentada por un odio de tales porporciones que, una vez en marcha, sólo podía ser detenida mediante una guerra de dimensiones globales. Al final de la década la violenta actividad de estos regímenes derivará en la llamada Segunda Guerra mundial. 

Enlaces relacionados:
Crisis económica en el período de entreguerras: el Crack de 1929.
La Primera Guerra Mundial: los Tratados de Paz y las consecuencias a largo plazo.
Los totalitarismos hipernacionalistas: Características de los fascismos.
- La Segunda Guerra Mundial: características y los virajes hacia la guerra.
La Segunda Guerra Mundial: desarrollo de la contienda.
- La Segunda Guerra Mundial: las conferencias de paz y las repercusiones de la guerra.


 LA SITUACIÓN EN LOS AÑOS TREINTA

En los años 30 del siglo XX, la situación de Europa venía marcada por las condiciones impuestas por la Conferencia de Paz de París, de 1919. Pero ni Alemania, ni Italia, ni la URSS estaban satisfechas con aquellas condiciones; eran potencias revisionistas o descontentas; dispuestas incluso a recurrir a la guerra para imponer el cambio. Sin embargo, Gran Bretaña, Francia y EE.UU.; las grandes vencedoras de la Gran Guerra; eran potencias satisfechas puesto que las condiciones impuestas en la Conferencia les beneficiaban enormemente. Así que, mientras los dictadores se hacían con el poder en algunos países europeos y se volvían más beligerantes en el exterior, las democracias occidentales temían cualquier cambio en la dinámica internacional y se hallaban dominadas por un profundo pacifismo.


Mitin del partido nazi en Núremberg (1938)
Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 183-H12148 / CC BY-SA 3.0

En Francia, 1’4 millones de franceses habían muerto en la Primera Guerra Mundial, y los franceses no podían concebir que tal holocausto pudiera repetirse. Por lo tanto, la estrategia francesa era defensiva y de escaso número de hombres. Si la guerra estallaba, los franceses esperaban sostenerla en unas bien construidas fortificaciones, llamadas la Línea Maginot, levantada en la frontera oriental con Alemania, mientras en el norte la zona boscosa de las Ardenas sería una barrera natural. Una situación similar predominaba en Gran Bretaña y EE.UU. Se recordaban las pérdidas y la matanza de la Gran Guerra, y todos sabían que otra guerra sería más terrible aún. Los gobiernos creían que podía encontrarse un medio de satisfacer o apaciguar las demandas de los dictadores. El gobierno de EE.UU., tras la debacle de la crisis económica fruto de la Gran Depresión, seguía en la práctica una política rigurosamente aislacionista.

En cuanto a los gobernantes de la URSS, eran revisionistas y estaban insatisfechos en el sentido de que no aceptaban las nuevas fronteras de la Europa Oriental, ni las pérdidas territoriales sufridas por Rusia en la Gran Guerra. Estaban alarmados por los signos que mostraban las agresivas intenciones de Alemania; Hitler había declarado que se proponía destruir el bolchevismo y someter grandes extensiones de la Europa Oriental a Alemania. Los Soviets estaban interesados por la seguridad colectiva. En 1934 ingresaron en la Sociedad de Naciones y dieron instrucciones a los partidos comunistas para que trabajasen con los socialistas y con los liberales formando los llamados Frentes Populares. Ofrecieron ayuda para contener a los agresores fascistas, firmando pactos de ayuda mutua con Francia y con Checoslovaquia. Pero muchos pueblos desconfiaban de los motivos soviéticos, o pensaban que los dictadores fascistas podían ser desviados hacia el Este, contra la URSS, con lo que se salvarían las democracias occidentales.

Mapa de Europa tras la Paz de París (1923), traducido por Dove
Fuente: Wikimedia commons / Map Europe 1923-fr.svg / CC BY-SA 3.0


 POLÍTICA EXTERIOR AGRESIVA V/S PACIFISMO INTERNACIONAL

Adolf Hitler percibió todas aquellas debilidades. En 1933, tras tomar el poder, retiró a Alemania de la Sociedad de Naciones y de la Conferencia de Desarme que entonces estaba celebrándose. En enero de 1935, la Sociedad de Naciones celebró un plebiscito en el Sarre de acuerdo con las estipulaciones del Tratado de Versalles. En medio de una intensa agitación nazi, el Sarre votó por la incorporación al Reich. Dos meses después, en marzo de 1935, Hitler rechazó las cláusulas del Tratado de Versalles, que pretendían mantener a Alemania desarmada, y reconstituyó abiertamente las fuerzas armadas alemanas. Francia e Inglaterra protestaron contra aquella actitud, pero no emprendieron ninguna acción concreta. En 1936, Hitler rechazó los acuerdos de Locarno y ocupó nuevamente la Renania, que se suponía que era una zona desmilitarizada. En Francia se habló de actuar, pero el gobierno francés estaba dividido y no se hallaba dispuesto a actuar sin Inglaterra; y los ingleses no iban a correr el riesgo de una guerra para impedir que tropas alemanas ocupasen suelo alemán. En 1937, la agitación nazi se encendió en Danzig que el Tratado de Versalles había instituido como ciudad libre. En 1938, fuerzas alemanas entraron en Austria, y la unión política de Alemania y Austria (pacífica), el llamado "Anschluss", al fin se consumó. En septiembre de 1938 le llegó el turno a Checoslovaquia.


Entrada de Hitler en Viena tras la anexión de Austria (1938)
Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 146-1972-028-14 / CC BY-SA 3.0

Mientras tanto, Benito Mussolini también tenía sus propias ambiciones. Desde 1919, los italianos habían estado descontentos de los acuerdos de paz. No habían recibido nada de los antiguos territorios turcos ni de las antiguas colonias alemanas. En 1935, Italia atacó a Etiopía. La Sociedad de Naciones declaró que la acción italiana constituía una agresión injustificada e impuso sanciones a Italia, en virtud de las cuales los miembros de la Sociedad de Naciones debían abstenerse de vender a Italia armas ni materias primas. Sin embargo, Francia e Inglaterra no se movieron, y Mussolini pudo así derrotar a Etiopía, uniéndola a la Somalia italiana y a Eritrea, en un imperio italiano africano-oriental. La Sociedad de Naciones también ahora fracasó, como en el caso de la ocupación de Manchuria por Japón, a la hora de crear un mecanismo que permitiese una acción disciplinaria contra una gran potencia desobediente.

En 1936, estallaría en España la Guerra Civil, lo cual proporcionaría la ocasión de un ensayo general de la guerra de mayores proporciones que se avecinaba. Alemania, Italia y la URSS experimentaron su equipamiento militar, sus tanques y aviones en batallas reales. España se convirtió en el campo de batalla de dos ideologías opuestas: fascista y antifascista.

Entrada del general Matsui en Nankín (1937)
Fuente: Wikimedia commons

Esta guerra contribuyó a unir a Alemania y a Italia. En 1936, tras el estallido de la guerra española, Hitler y Mussolini llegaron a un acuerdo que ellos llamaron el Eje Roma-Berlín. Aquel año, Japón firmó con Alemania un Pacto Anti-Komintern, ratificado luego también por Italia, surgiendo así el llamado Eje Roma-Berlín-Tokio. En 1937, Japón, tomando como pretexto unos disparos realizados contra fuerzas japonesas cerca de Pekín, lanzó una nueva invasión a gran escala de China, controlando en poco tiempo la mayor parte de este país. La Sociedad de Naciones condenó también ineficazmente la acción japonesa.

La Segunda Guerra Mundial en HD - Ep.1: Antecedentes
subido por Isaac Rivas a https://www.youtube.com 

En 1938, la tensión en Europa aumentaba rápidamente. Con la anexión de Austria en 1938, Hitler sumó unos 6 millones de alemanes al Reich. Otros 3 millones de alemanes vivían en Checoslovaquia. Ésta tenía una firme alianza con Francia, que reiteradamente le había garantizado que la defendería contra un ataque alemán, y una alianza con la URSS. Tenía un ejército bien preparado, importantes industrias y sólidas fortificaciones contra Alemania, que, sin embargo, estaban situadas en la zona fronteriza sudete, donde la población era alemana en gran medida. Hitler aspiraba a la unión de la región de los Sudetes con Alemania. En mayo de 1938, los rumores de una inminente invasión alemana indujeron a los checos a movilizarse; Rusia, Francia e Inglaterra formularon advertencias. Los franceses estaban nerviosos y aceptaron la dirección de Inglaterra, que en los meses siguientes se esforzó por evitar cualquier actitud dura que pudiera precipitar la guerra. Los checos, bajo la presión de Inglaterra y Francia, ofrecieron amplias concesiones a los alemanes sudetes, que llegaban hasta la autonomía regional; pero aquello no fue suficiente para satisfacer a Hitler, quien proclamó que la situación de los alemanes en Checoslovaquia era intolerable y debía ser corregida.
Llegada de Chamberlain a Múnich (1938)
Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 183-H13008 / CC BY-SA 3.0

Como la tensión subía, en septiembre de 1938, Chamberlain, Primer Ministro inglés, voló dos veces a Alemania para conocer las pretensiones de Hitler; la segunda vez, Hitler aumentó sus exigencias, hasta el punto de que eran inaceptables. La movilización comenzó; la guerra parecía inminente. De pronto, en medio de una gran tensión, Hitler invitó a Chamberlain y a Daladier, Primer Ministro francés, a una conferencia de 4 potencias en Múnich, a la que también asistiría Mussolini. Se excluía a la URSS y a la propia Checoslovaquia. En Múnich, Chamberlain y Daladier aceptaron las condiciones de Hitler. Se acordó que Alemania se anexionase la región de los Sudetes, donde la mayoría de la población era alemana. Aquella franja montañosa abarcaba los accesos y las fortificaciones, de modo que su pérdida dejaba a Checoslovaquia militarmente indefensa. Después de formular promesas de garantizar la integridad de lo que restaba de Checoslovaquia, se levantó la conferencia.

La crisis de Múnich revelaba la debilidad en que las democracias occidentales habían caído en 1938. Las potencias occidentales amaban la paz y la comprarían a un alto precio, sin atreverse a pensar que estaban tratando con un chantajista, cuyo precio sería cada vez mayor.

En marzo de 1939, Hitler entró en Bohemia-Moravia, la parte realmente checa de Checoslovaquia, transformándola en un protectorado alemán. Checoslovaquia, recortada en Múnich, ahora desaparecía del mapa. Además, Hitler exigía Danzig y el Pasillo Polaco. Gran Bretaña y Francia se daban cuenta de que los propósitos del Führer no se limitaban a los territorios alemanes, sino que era insaciable y nunca se le podía apaciguar. Al mismo tiempo, en abril de 1939, Mussolini se apoderaba de Albania.
Hitler pasa revista a la guardia del castillo de Praga (1939)
Fuente: Wikimedia commons / Bundesarchiv, Bild 183-2004-1202-505 / CC BY-SA 3.0

Las potencias occidentales comenzaban ahora a hacer preparativos militares. Mientras tanto, los rusos pensaban, con razón, que lo que los franceses e ingleses querían era que la URSS recibiese los primeros golpes del ataque nazi. En agosto de 1939, los Soviets firmaron un tratado de no agresión y de amistad con la Alemania de Hitler. En un protocolo secreto se acordaba que, en cualquier futuro reajuste territorial, la URSS y Alemania se repartirían entre ellas Polonia, que la URSS disfrutaría de una influencia predominante en los estados bálticos, y se le reconocía su derecho a Besarabia, de la que Rumania se había apoderado en 1918. A cambio de ello, los Soviets se comprometían a no intervenir en ninguna guerra entre Alemania y Polonia, ni entre Alemania y las democracias occidentales.

El Pacto nazi-soviético asombró al mundo. El comunismo y el nazismo, conocidos como enemigos ideológicos, se habían unido. El pacto fue reconocido como la señal para comenzar la guerra; todas las negociaciones de último momento fracasaron. Los alemanes invadían Polonia el 1 de septiembre de 1939; el 3 de septiembre, Gran Bretaña y Francia declaraban la guerra a Alemania. La Segunda Guerra Mundial había comenzado.

La Segunda Guerra Mundial en HD - Ep.3: Austria y Checoslovaquia
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