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Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la Revolución Francesa y la época actual.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El nacionalismo y la unificación italiana

La oleada liberal vivida por la Europa de la primera mitad del XIX transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores. Éstos se ven obligados a pensar en su futuro como grupo, estado o nación, algo inédito hasta ese momento. Muchos de ellos no están de acuerdo con la reordenación del mapa europeo creado por el Congreso de Viena. De esta forma, la causa de las nacionalidades va tomando forma hasta desembocar en los procesos que darán lugar a un mundo más próximo al que conocemos. 

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- La unificación alemana y los Balcanes y la Cuestión de Oriente.


 LOS NACIONALISMOS 

Los años que giran alrededor de 1830 fueron vitales para el avance de una causa que no había prosperado en la Europa de 1815: la causa de las nacionalidades. Prácticamente la totalidad de los estados reunidos en el Congreso de Viena la había rechaza­do por aparecer unida en la Revolución Francesa al concepto de libertad y porque po­día romper la unión que se deseaba alcanzar.

El concepto de nacionalismo se puede definir como el movimiento de individuos que toman conciencia de constituir una comunidad nacional en razón de los vínculos históricos, étnicos, lingüísticos, culturales, económicos, etc. que les unen.

Giusseppe Garibaldi (1866)
Fuente: Wikimedia Commons
En el siglo XIX, el movimiento de las nacionalidades fue, en parte, obra de intelectuales. El surgimiento de estos sentimientos tuvo una base gracias a los escritores que contribuyen al renacimiento del sentimiento nacional, a los lingüistas que reconstituyen las lenguas nacionales, a los historiadores que tratan de hallar el pasado olvidado de la nacionalidad, etc. Cuando el movimiento alcanza también a los sentimientos se convierte en una fuerza irresistible. Finalmente, hace interve­nir una serie de intereses, que actúan cuando el desarrollo de la economía exige la superación de particularismos, la realización de la unidad. Por tanto, en el origen del movimiento de las nacionalidades confluyen reflexión, sentimientos e intereses. Comparado con el liberalismo, la democracia y el socialismo que aparecen sucesivamente, el nacionalismo es contemporáneo de los tres a la vez, cubriendo un período mucho más largo en el tiempo.


Esquema sobre las oleadas revolucionarias liberales y nacionalistas del XIX

Otra característica del movimiento nacional es su universalidad. Casi todos los países experimentaron crisis relacionadas con el hecho nacional: Gran Bretaña con la cuestión de Irlanda; Francia con la pérdida de Alsacia y Lorena; España con el regionalismo vasco y el particularismo catalán; Italia; Alemania; los Balcanes; el Imperio Austro-Húngaro; el Imperio Otomano; el Imperio Ruso... En el siglo XIX, el hecho nacional, junto al hecho revolucionario, es el factor decisivo de cambio.

La Revolución Francesa influyó en el nacionalismo de tres maneras:

  • Por la influencia de sus ideas: la Revolución defiende el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos. Además, parte del principio de que el hecho de que una serie de pueblos hayan sido llevados a vivir juntos por voluntad de un soberano, no significa que deban seguir indefinidamente unidos.
  • El ejemplo que supuso la nación francesa, resistiendo a las potencias europeas y mostrando lo que puede el patriotismo.
  • Por las reacciones que provoca la misma Revolución. En la Europa domina­da por las tropas napoleónicas, sometida a la administración francesa y ocupada militarmente, despierta poco a poco el sentimiento nacional, la aspiración a la in­dependencia, el deseo de echar a los invasores.


Esquema sobre las ideologías liberal y nacionalista del XIX

Las naciones que ya estaban formadas utilizan el nacionalismo para reafirmarse ante las demás, como fueron los casos de Francia y Gran Bretaña. Los pueblos que no tenían nación se sirvieron del nacionalismo para intentar lograrla. Dos tipos de acciones surgieron de este deseo: uno de carácter unificador (caso alemán e italiano), y otro de carácter disgregador por el cual un grupo humano pretende independizarse de un Estado-nación para formar otra nación diferente. Así, Irlanda intentó separarse durante todo el siglo XIX de Inglaterra sin lograrlo; Bélgica y Grecia, en cambio, lograron ser nación separándose de Holanda (1830) y el Imperio Turco (1820), respectivamente.

En la Europa oriental, los grandes imperios multinacionales (Rusia, Austria, Turquía) se vieron sacudidos por movimientos nacionalistas de diversa intensidad. En Rusia y Turquía los movimientos se dieron en su periferia geográfica, afectando a los Balca­nes en el caso turco y a los territorios occidentales, desde Finlandia a Ucrania, en el caso ruso. En cambio, en Austria, los movimientos nacionalistas se produjeran en el centro, como fue el movimiento húngaro, lo que amenazó al mismo imperio con la desintegración.


Esquema sobre modelos de nacionalismo

Por distintos procedimientos, estos imperios lograron sobrevivir: los rusos aplastaron las distintas sublevaciones de polacos, finlandeses y bálticos; los austríacos incor­poraron a los húngaros en condiciones de igualdad; y los turcos tuvieron que hacer importantes concesiones al nacionalismo balcánico.

No obstante, la llama del nacionalismo seguiría viva, siendo una de las causas fundamen­tales de los conflictos que se producirían en Europa a lo largo de los siglos XIX y XX.


 LA UNIFICACIÓN ITALIANA 

El Congreso de Viena había dejado a Italia dividida en siete Estados: en el Norte, el Rei­no de Piamonte y el Reino Lombardo-Véneto, este último bajo dominio austríaco; en el centro, los ducados de Parma, Módena, Lucca y Toscana estaban regidos por príncipes austríacos; en el Sur, el Reino de las Dos Sicilias, en cuyo trono estaban los Borbones. Los Estados Pontificios, en el centro de la península, separaban y dividían económica, geográfica y políticamente la Ita­lia del Norte de la del Sur (más pobre, menos poblada y desarrollada).

Mapa sobre la unificación de Italia, por Gigillo83 (Italia_1843-fr.svg: *Italia_1843.svg) 
Fuente: Wikimedia Commons /Trabajo derivado: Pline (talk) y Rowanwindwhistler/
 CC BY-SA 3.0

El obstáculo más importante para la unificación de este mosaico era la presencia aus­tríaca, directa en el Norte y con una cuña de influencia en toda la península, por medio de la administración de los ducados. Un segundo obstáculo lo constituía la presencia de los Estados Pontificios, donde el papa Pío IX condenaba el nacionalismo y el libera­lismo.

El motor de la unificación lo constituirá el reino del Piamonte, engrandecido territorialmente desde 1815. Además, poseía la única dinastía de estirpe italiana, los Saboya; un ejército no muy organizado, pero con posibilidades de modernización; una infraestructura de transportes y una Constitución liberal.

En el surgimiento de la conciencia nacionalista italiana confluyen un movimiento in­telectual, unas necesidades económicas y la actividad política de algunas figuras rele­vantes:

Desde el punto de vista intelectual, los escritores románticos italianos ensalzan la idea de una patria italiana. En los versos de Leopardi o en las novelas de Manzoni se recoge líricamente este sueño unitario. Los patriotas italianos dudaban entre 3 programas:

  1. Una República italiana unificada, que es la idea defendida por Mazzini y Garibaldi.
  2. Una Confederación de reinos bajo la presidencia honorífica del Papa, una tesis defendida por Gioberti.
  3. La unidad en torno a la Casa de Saboya (Piamonte), que es el programa defendido por Cesare Ralbo y por D’Azeglio. Es el Risorgimento que defiende Cavour en su aspecto político. Será ésta última la formula que se lleve a cabo.
Guisseppe Mazzini, por Domenico Lama
Fuente: Wikimedia Commons

Al lado de las ideas, están los intereses económicos que también juegan un importante papel. Los comerciantes y fabricantes del Nor­te son conscientes de la necesidad de la unidad, ya que sin ella no puede articularse un mercado de dimensiones nacionales, ni constituirse una infraestructura viaria racional, útil para la economía y moderna. La economía no puede desarrollarse adecuadamente si continúa la división política.

Por último, destaca la actividad de algunos políticos importantes: el rey de Piamonte Víctor Manuel, su primer ministro Camilo Benzo, conde de Cavour, y Garibaldi, serán los verdaderos artífices de la unidad.

En cuanto a cómo se produce este proceso de unificación, podemos distinguir en él distintas fases:

1.   La guerra de 1848: en 1848, el levantamiento de los milaneses contra los austriacos permite la intervención del ejército piamontés en ayuda, de sus compatriotas. En breves semanas se produce la unión del Piamonte, Lombardía y Venecia. Pero el ejército piamontés no está bien preparado y es destrozado en Custozza y Novara.

Mientras, se ha producido una revolución en Roma que obliga a huir al papa Pío IX, y Mazzini proclama la república. Pero tropas francesas ocupan la capital y en 1850 puede regresar pontífice, quien inicia una política conservadora.

Camilo Benso, conde de Cavour, de Francesco Hayez (1864)
Fuente: Wikimedia Commons / The Yorck Project / GNU FDL
El 48 se cierra con un fracaso para las aspiraciones de los nacionalistas. Cavour, consciente de la necesidad de apoyo de una potencia extranjera, determina la intervención del Piamonte en la guerra de Crimea buscando un respaldo internacional a su política.

2.   La guerra de Lombardía: en la entrevista secreta de Plombières, entre Napoleón III y Cavour se acuerda el apoyo francés a la unificación de Italia. Tras una serie de provocaciones, en 1859 estalla la guerra. En Magenta y Solferino son vencidas las tropas austriacas, que pierden Lombardía. Pero antes de ser ocupado el Véneto, Napoleón III firma el armisticio de Villafranca con Austria, sin conocimiento de los italianos. Víctor Manuel, sabedor de que no podía continuar la guerra él sólo, se vio obligado a aceptar el acuerdo. Tras la firma de la paz, Piamonte recibe Lombardía, pero no Venecia y los soberanos de la Italia central son repuestos. La unidad parecía aplazarse de nuevo.

3.   Las incorporaciones de 1860: la reposición de los soberanos de Italia central no se va a llevar a cabo. Cavour promueve en la Romaña y la parte norte de los Estados Pontificios, movimientos populares que solicitan la incorporación al nuevo reino del Piamonte-Lombardía. Varios plebiscitos en los ducados de Parma, Módena y Toscana supondrán la eliminación de la influencia austríaca en la península y el aumento territorial del nuevo reino. Para salvar la oposición francesa, Cavour entrega a Francia Niza y Saboya.

Por su parte, Garibaldi es el protagonista de la unificación del Sur. Con su ejército, los "Mil Camisas Rojas", sale de Génova, desembarca en Sicilia, ocupa Palermo y, más tarde, Nápoles, de donde expulsa a los Borbones.

Garibaldi en la playa de Quarto (Sicilia), de autor desconocido
Fuente: Wikimedia Commons

En 1861, se convoca en Turín un parlamento de toda Italia. Sin embargo, todavía faltaba para la Italia unida expulsar a los austríacos de Venecia y completar la incorporación de los Estados Pontificios con Roma.

4.   Las últimas anexiones: cuando en 1866 estalla la guerra entre Prusia y Austria, los italianos aprovechan para abrir un frente en el sur. El ejército italiano es derro­tado por los austríacos en Custozza y Lissa pero el triunfo prusiano provoca la entre­ga de Venecia al reino de Italia.

De esta forma, sólo Roma, donde había una guarnición francesa para apoyar al papa, no estaba integrada en el reino de Italia. Al estallar la guerra entre Francia y Prusia, en 1870, las puertas de Roma se abren para los italianos.


La unificación de Italia,
subido por Leiner Cardenas Fernandez a https://www.youtube.com

La unificación provoca inmediatos efectos positivos: unidad del sistema arancelario, del código penal, de la moneda. Pero también tiene una vertiente negativa. El sur está más atrasado y la política se dirige desde el norte. Al ponerse en contacto dos zonas de diferente grado de desarrollo, la más atrasada se deprime más todavía y se convierte en simple proveedora de mano de obra; es el eterno problema del sur italiano. La unificación política no supo unificar económicamente a las dos Italias.


Esquema sobre las unificaciones de Italia y Alemania

martes, 12 de noviembre de 2013

La revolución de 1848 y los ideales democráticos

La oleada liberal vivida por la Europa de la primera mitad del XIX transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores. Éstos se ven obligados a pensar en su futuro como grupo, estado o nación, algo inédito hasta ese momento. En la política, podemos diferenciar básicamente dos posturas antagónicas: por un lado, quienes se defienden la idea de mantenerse dentro de los límites del Antiguo Régimen, impuesto por los defensores de la tradición monárquica y, por otro, los defensores de un régimen nuevo, heredero de las ideas liberales de la Ilustración y de la Revolución Francesa, más igualitario pero de un futuro más incierto. El enfrentamiento entre ambas posturas se resolverá con el surgimiento de una serie de revoluciones que salpicarán la práctica totalidad de las naciones europeas y que paulatinamente irán imponiendo las directrices liberales a las naciones europeas que, desde el Congreso de Viena, eran mayoritariamente de corte absolutista.

Enlaces relacionados:
La Restauración europea y el Congreso de Viena.
Los ciclos revolucionarios del XIX: el liberalismo y la revolución de 1820.
- Los ciclos revolucionarios del XIX: la revolución de 1830.


 LA REVOLUCIÓN DE 1848 

En 1848 la revolución intenta su segundo gran asalto. Las similitudes con 1830 son muchas, pero las diferencias son también importantes. En síntesis, podemos señalar como causas del 48:

-   Los ideales democráticos. Tras los sucesos acaecidos durante las revoluciones de 1830 se van extendiendo por Europa los ideales democráticos. La democracia del siglo XIX se define como la oposición al Antiguo Régimen, y también como una superación de las limitaciones del liberalismo. A diferencia del liberalismo, el movimiento democrático de 1848 reivindica la abolición del sufragio censitario y el establecimiento del sufragio universal, es decir, el derecho de voto para todos los ciudadanos.

Lamartine ante el ayuntamiento de París, de Henri Philippoteaux
Fuente: Wikimedia Commons

La democracia, por tanto, defiende la soberanía popular, y no la soberanía nacional. En efecto, cuando los liberales hablan de soberanía nacional, consideran que la nación es realmente soberana, pero en la práctica esta soberanía no la ejerce más que una minoría de los ciudadanos. En cambio, el término «soberanía popular» significa que el soberano es el pueblo, es decir, todos los individuos incluidas las masas populares.

Democracia significa también libertad. Con los liberales, el ejercicio de las libertades era reconocido a los que ya poseían capacidades intelectuales o económicas. Los demócratas eliminan todas las restricciones y reivindican la libertad para todos. Pero no sólo es necesaria la libertad, sino también los medios para ejercerla. Los demócratas saben por experiencia que no basta con que un principio esté escrito en la ley, sino que hace falta además aplicarlo.


Mapa sobre la extensión del ciclo revolucionario de 1848

En el orden social se lucha por la reducción de las desigualdades y se acusa al liberalismo de predicar una igualdad estrictamente jurídica ante la ley, mientras permanece impasible ante los contrastes sociales de riqueza-pobreza.

Si el liberalismo se inclina por la monarquía como forma de gobierno, la democracia considera a la república como forma política más idónea para el ejercicio del sufragio universal, la soberanía popular y la garantía de las libertades.

-   La crisis económica. En 1847 se produce una crisis económica que afecta prácticamente a toda Europa. Es una crisis que se diferencia de las anteriores en que no es únicamente una crisis agrícola, sino también financiera. La crisis agrícola es causada por las malas cosechas de patatas de 1845 y de trigo de 1846. El hambre fa­vorece la difusión de enfermedades y epidemias (cólera, tifus, etc.) y provoca desórdenes. Los precios agrícolas suben en Francia un 50 % en dos años.

Revolución de marzo en Berlín, de autor desconocido
Fuente: Wikimedia Commons

La crisis financiera se produce por una ola de especulación y de abuso del crédi­to en la construcción de ferrocarriles. La primera consecuencia es que dejan de construirse los ferrocarriles, lo cual, sólo en Francia, provoca más de 750.000 parados, al arrastrar a otros sectores.

Ambas crisis generan graves descontentos, la agrícola entre el campesinado principalmente y la financiera entre la burguesía, que deja de percibir beneficios y arrastra grandes pérdidas, y el proletariado, que cada vez acusa más el paro.

-   Convulsiones sociales. A causa de la industrialización, la sociedad está cambian­do: al tradicional antagonismo burguesía-nobleza se le una ahora otro nuevo, bur­guesía-proletariado pues los obreros culpan a los burgueses de sus deficientes condiciones de vida. La pobreza y el paro provocan la inquietud en las masas obre­ras y reflexiones en los intelectuales. Desde 1830 aparecen en Francia grupos orga­nizados de obreros y periódicos como el «Journal des Ouvriers» y «Le Peuple» que reflejan esta tendencia.

Los primeros pensadores socialistas como Cabet, Leroux, Blanc, Blanqui o Proudhon escriben sus obras en torno al 48. En 1848, aparece el «Manifiesto Comunista» de Marx y Engels. Durante algún tiempo, se pensó que Marx había estado al margen de los sucesos del 48, pero hoy se sabe que Marx llegó a París días antes del estallido revolucionario, e incluso dedicará tres de sus libros a los procesos de 1848.


Esquema sobre las principales diferencias entre los movimientos de 1820, 1830 y 1848

 1. FRANCIA 

El régimen establecido con la monarquía de Luis Felipe marginaba de los asuntos públicos no sólo a las clases populares, sino también a un amplio sector de las clases medias que, al no ver satisfecha su reivindicación del derecho al voto, fue engrosando las filas de la oposición. Las críticas al monarca y a sus gobiernos insistían en el alto nivel de corrupción existente y en la ausencia de oportunidades para la juventud. El republicanismo ganaba adeptos.

La revolución que se inició en febrero de 1848 vino a demostrar los cambios que había experimentado la sociedad francesa. Las clases trabajadoras aparecieron en escena con un nuevo protagonismo. El vacío de poder propició la formación de un gobierno provisional integrado por representantes del liberalismo más avanzado y por elementos de un incipiente socialismo, que proclamaron la república el 25 de febrero. La Segunda República Francesa adoptó el sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión y la creación de talleres nacionales para garantizar el trabajo.

Barricada en la calle Soufflot, de Horace Vernet
Fuente: Wikimedia Commons

Pero los acontecimientos de la calle y el recuerdo de 1793 hicieron que la gran burguesía, temiendo las medidas del nuevo gobierno y la presión popular, se echase para detrás. Las elecciones de junio de 1848 supusieron un triunfo para las fuerzas liberales más moderadas, que se apresuraron a dar marcha atrás en la política realizada por el gobierno provisional, lo que provocó un alzamiento obrero en la capital duramente reprimido por el ejército. La experiencia del 48 hizo girar hacia el conservadurismo a muchos liberales. Esta actitud propició el triunfo de Luis Bonaparte en las elecciones presidenciales. La historia de la primera revolución parecía repetirse: la Segunda República fue adoptando un tono cada vez más conservador y desembocó en el Segundo Imperio tras el golpe de estado que convirtió a Luis Bonaparte en emperador, con el nombre de Napoleón III.


 2. ITALIA 

Los grupos liberales se alzaron en Italia, tanto con el fin de conseguir sistemas constitucionales como con el de acabar con el predominio austríaco, planteando el inicio de la unidad italiana. En Nápoles, el rey Fernando fue obligado a reunir un Parlamento; en Lombardía-Venecia el ejército austríaco fue expulsado; en Piamonte el rey Carlos Alberto promulgó una constitución y se puso al frente de la lucha contra los austríacos; en Roma Pío IX se vio obligado a huir mientras Mazzini proclamaba la república.

Pero, en cuestión de meses, los ejércitos austriacos se hicieron con el triunfo en todas partes y obligaron a abdicar a Carlos Alberto, mientras que en Roma las tropas francesas enviadas por Luis Napoleón ocupaban la ciudad. El fracaso fue general, pero en Piamonte el nuevo rey Víctor Manuel II mantuvo el régimen liberal y la constitución.


 3. IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO 

En Viena, una insurrección liberal provocó la caída del canciller Metternich y la concesión de una constitución. Dos meses después, un nuevo motín permitió a los liberales conseguir la elección de una Asamblea Constituyente.

Barricadas en Viena, de József Heicke (1848)
Fuente: Wikimedia Commons

La caída de Metternich desencadenó insurrecciones en Bohemia y Moravia, cuyos líderes sostenían que los checos pertenecían a una gran familia de pueblos entre los que deberían establecerse unos lazos de solidaridad. En ningún momento reivin­dicaron una independencia, sino un estatuto de autonomía dentro de un marco fede­ral presidido por Austria.

También en Hungría hubo un movimiento revolucionario de carácter nacionalista, pero no fueron movimientos masivos ni estuvieron coordinados entre sí, lo que hizo más fácil su represión. Quizá lo más importante del 48 en esta zona es que se consiguió la abolición de la servidumbre en la Europa Central.


 4. ALEMANIA

En la Confederación Germánica se combinaron dos procesos diferentes: la revolución liberal dentro de cada estado, que llevó al establecimiento de regí­menes constitucionales en algunos estados; y un alzamiento nacional de carácter democrático y unitario, que consiguió la convocatoria de una Asamblea reunida en Frankfurt. El Parlamento de Frankfurt contó con representantes de los distintos estados alemanes, y en él se pusieron de manifiesto las diferencias entre liberales, conservadores y demócratas. El Parlamento de Frankfurt no llegó a ningún acuerdo en cuestión de reformas internas por la oposición entre las distintas fuerzas, pero sí tuvo un carácter nacionalista muy fuerte llegando a proponer la formación de una Gran Alemania.

La revolución fue sofocada en Prusia y el propio ejército prusiano reprimió los movimientos de Sajonia, Renania y de la Alemania central y meridional. En todos los estados alemanes, la reacción se generalizó con la disolución de las Cámaras y arrestos múltiples, de forma que se volvió por completo a la situación anterior e 1848. El problema de la unidad alemana quedó así aplazado, pero en el Parlamento de Frankfurt se entrevieron dos soluciones: la unidad en torno a Prusia, opción de la Pequeña Alemania; o la unidad en torno a Austria, que sea la opción de la Gran Alemania.


Esquema general de la revolución

Con la de 1848 acaba el ciclo revolucionario liberal-burgués del siglo XIX en Europa, de resultado incierto pero de hondas implicaciones para el futuro del continente. En resumen, las revoluciones, de 1848 fracasaron pero quedaron algunos logros para el futuro: el sufragio universal en Francia; una constitución liberal en Piamonte y Prusia; la abolición de la servidumbre en las colonias; la liberalización del campesinado en el Imperio Austro-Húngaro. Al mismo tiempo, se perfilan ya las unidades de Alemania e Italia, en torno a Prusia y Piamonte respectivamente, debido al fortalecimiento de estos países. El cambio de conciencia y mentalidad para los habitantes de Europa es ya inevitable. Éstos demuestran saber ya claro qué esperan del futuro y qué deben hacer para conseguir sus objetivos.