PREHISTORIA

Artículos referidos al pasado del hombre antes del conocimiento de la escritura.

HISTORIA ANTIGUA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época entre el conocimiento de la escritura y la caída del Imperio Romano.

HISTORIA MEDIEVAL

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la caída del Imperio Romano y el descubrimiento de América.

HISTORIA MODERNA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre el descubrimiento de América y la Revolución Francesa.

HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Artículos referidos al pasado del hombre en una época situada entre la Revolución Francesa y la época actual.

lunes, 30 de julio de 2012

Ideología y partidos políticos en la España contemporánea. - Parte 9

En los artículos referentes a este epígrafe se intentará realizar un análisis dirigido al surgimiento y evolución de los partidos políticos en España hasta la configuración actual de los mismos. En este artículo veremos que el nuevo sistema político configurado a través de la monarquía borbónica no satisface a todos. La gran multitud de los no representados por este modelo encontrarán su acomodo en la génesis de los nuevos partidos, algunos de los cuales siguen vigentes en la actualidad. Llevará a cabo una lucha social, obrera o nacionalista en una época marcada por el falseamiento electoral, la corrupción y el cacicazgo.  

Enlaces relacionados:
- La Restauración Borbónica.


 LA ESPAÑA DE FIN DE SIGLO: LA CRISIS DEL BIPARTIDISMO   

La causa principal que suele alegarse para el fracaso del sistema del bipartidismo turnista es la incapacidad de integrar a los descontentos, cuya unión provoca el alza de estos partidos. En el surgimiento de estos partidos nacionalistas se suelen ver tres causas comunes:

1. El ambiente europeo marcado por el surgimiento de movimientos nacionalistas románticos de tipo integrador (casos de Alemania e Italia) y disgregador (caso de Austria- Hungría).
2. El fracaso del proyecto de un nacionalismo español por parte del estado durante el siglo XIX, que entre otras cosas no fue capaz de enseñar una cultura común.
3. Los cambios económicos como la aparición de los burgueses en el poder, que demandan una cultura propia.

La base social de estos movimientos es eminentemente urbana e intelectual, lo que no impide su fuerte vinculación con el mundo rural, donde, en general, se conservan mejor los rasgos lingüísticos, históricos y folclóricos que se tratan de recuperar o conservar. En todo caso, es esa base social, su arraigo y relación concreta con la realidad socioeconómica, lo que explicaría el relativo éxito o fracaso de estos regionalismos.

Jura de la Constitución por S.M. la Reina Regente Doña Mª Cristina,
por Francisco Jover y Joaquín Sorolla (1897)
Fuente: http://www.senado.es

En el caso catalán, el más estudiado junto con el vasco, sólo la incorporación de la burguesía al catalanismo después del 98 convertirá un movimiento minoritario y eminentemente cultural en un movimiento político. En el caso vasco, el divorcio inicial de importantes sectores industriales y urbanos respecto del primer nacionalismo se compensa con la progresiva integración de algunos sectores liberales. En el caso gallego, la ausencia o debilidad de una base social urbana explicaría el fracaso político de un regionalismo con una personalidad lingüística y cultural tan definidas.

Los componentes ideológicos que configuran esos regionalismos son bastante heterogéneos. En casi todos ellos aparece una paradójica combinación, más o menos integrada, de contenidos del liberalismo y del tradicionalismo, sin olvidar el poso federal del Sexenio. Junto a Prat de la Riba y Almirall, aparece el catalanismo católico de Torras i Bages. En Galicia, el regionalismo liberal de Murguía frente al tradicionalista de Brañas. En Vizcaya,  el núcleo fundacional aranista (foralista e integrista), se integrará pronto un grupo más amplio y urbano.

El grado de maduración alcanzado por el catalanismo, el nacionalismo vasco, el galleguismo, el valencianismo y otros regionalismos en la última década del siglo XIX es diverso, pero prácticamente en todos hay signos y manifestaciones de una conciencia regionalista renovada:

- El catalanismo, a la cabeza, consolidada la recuperación histórica y lingüística, aunque todavía minoritariamente, y sin el apoyo de la burguesía, avanza en la conciencia a través de campañas y movilizaciones específicas.
- El nacionalismo vasco está aún muy en germen, muy vinculado a la lucha foral. En 1893, a partir de un conflicto por la renovación del concierto económico de 1878, aprovechará la ocasión para expresarse públicamente.
- El regionalismo gallego, sobre la base de su propia recuperación lingüística (con autores como Rosalía de Castro) e histórica (con Manuel Murguía, entre otros). Su rexurdimento, da a la luz en el período 1886-1889 publicaciones representativas de los idearios presentes en el movimiento.

El nuevo monarca intentó en principio mantener el turnismo como una pieza fundamental del sistema político de la monarquía. Iniciado el reinado favoreció la existencia de un primer tumo conservador abierto en diciembre de 1902 hasta junio de 1905. Le siguió la etapa liberal (1905-1907) y después, de nuevo hubo gobiernos conservadores (1907 y 1909) y los correspondientes liberales (1909 y 1913). Ahora bien estos turnos disfrazan en parte la realidad de un gran número de gobiernos, con unos promedios de pocos meses. La inestabilidad fue producto de la situación de los grandes grupos dinásticos abocados a la necesaria renovación de líderes y programas y a la imposibilidad de acoger en el régimen a los grupos políticos extradinásticos, es decir, regionalismos y nacionalismos republicanos, y al movimiento obrero (PSOE) sin poner en peligro el dominio de la oligarquía y a la misma monarquía. A este problema de incapacidad para la evolución se unirá la falta de respuestas al problema territorial que plantean los regionalismos, al problema social, empeorado por la extensión del movimiento sindical anarquista (CNT) y socialista (UGT), y finalmente, al nuevo problema colonial en Marruecos.
Viñeta de la revista "La Flaca" satirizando el sistema caciquil, por Tomás Padró (1869-76)
Fuente: Wikimedia Commons 


 EL NACIONALISMO CATALÁN  

Podemos decir que arranca a partir de la década de los 80 del siglo XIX fuertemente vinculado a tres factores:

- Las transformaciones socioeconómicas del territorio catalán sufridas desde finales del siglo XVIII, que lo convierten en el foco industrializador más importante del territorio español.
- La reinaxença, un movimiento cultural surgido a mediados del siglo XIX que exalta las tradiciones de la cultura catalana.
- El fracaso del sistema canovista para Cataluña, en especial tras la Crisis del 98 y la pérdida de las colonias, que puso en cuestión los lazos que ligaban los intereses económicos de la burguesía textil catalana a la política de Madrid.

El nacionalismo catalán va tener dos manifestaciones fundamentales:

1. El federalismo de Valentín Almirall, que fue el primer teórico del catalanismo político y que va a poner en marcha los primeros intentos de identificación nacional.
2. El tradicionalismo de Torras i Bages.

Almirall, que fundará el periódico Diari Catalá y será uno de los fundadores del partido Lliga de Catalunya y de los autores de las Bases de Manresa en 1.892  que se convertirían en la primera doctrina teórico – ideológica del nacionalismo catalán. El partido tenía un corte conservador y antiliberal, entre sus proyectos estaba el voto corporativo (universal y no individual).

La corriente tradicionalista era aún más conservadora, y estaba basada en dos pilares: la tradición histórica catalana y la religión católica.

Ambas corrientes políticas serán minoritarias hasta el 98 porque hasta entonces sólo recogen a sectores muy conservadores. Tras este hito, todo el sector de la burguesía catalana va a plantearse la posibilidad de disponer de su propia fuerza política e intentar pedir por medio de la presión en el parlamento reformas que modernizaran la vida política española.

A principios del siglo XX, aparece Prat de la Riba quien funda el mayor partido nacionalista catalán hasta la segunda república, la Lliga Regionalista cuya popularidad será tal que llegará a borrar en el mundo urbano catalán a los partidos del turno. En el primer tercio del siglo XX, sólo tendrán como rivales a los republicanos de Lerroux.


Enric Prat de la Riba
Fuente: Wikimedia Commons

 EL NACIONALISMO VASCO  

El nacionalismo vasco se verá vinculado en su nacimiento a dos tipos fundamentales de factores:

1. De tipo político: dentro de esta esfera podemos destacar factores como los hechos acontecidos en 1.876, el fin de la Tercera Guerra Carlista con la derrota definitiva del carlismo y la abolición de los fueros. La reivindicación de la reimplantación de éstos será uno de los motivos que inciden en la aparición de este nacionalismo, sobre todo cuando Cánovas exige a estas provincias una homogeneización económica, política, militar y cultural con el resto de España.
2. De tipo económico: la Revolución Industrial en el País Vasco se asentó en la industria siderúrgica como base para transformar una sociedad que va a romper con el orden tradicional. El hecho de que la alta burguesía fuera valedora del sistema canovista y la llegada de inmigrantes afines al socialismo (ateo y defensor de valores que no tienen nada que ver con el catolicismo ni con el sistema foralista) provoca un aumento de la aversión a estos foráneos.

En este contexto, aparece la figura de Sabino Arana, fundador del  Euzko AlderdiJeltzalea - Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV) y primer gran teórico del nacionalismo vasco. Sus ideas políticas son consideradas por muchos xenófobas y racistas (aunque sus defensores se apoyan en el contexto histórico del momento para explicarlas) y se concentraban en cuatro principios clave:

  1. Defensa de la lengua vasca: el euskera. En este aspecto, las ideas políticas entraron a formar parte de los intereses a los que la lengua vasca debía responder, por lo que llevó a cabo un intervencionismo en la configuración del euskera actual.
  2. Integrismo religioso a través de un catolicismo a ultranza.
  3. El fuerismo como doctrina política.
  4. Defensa de los valores culturales vascos.
Sabino Arana (1890)
Fuente: Wikimedia Commons

El vínculo entre estas ideas y el carlismo es muy evidente en una época en la que la postura carlista había sido nuevamente derrotada. Por otro lado, el aranismo también se define por unos caracteres negativos que lo separan de las ideas carlistas tanto como de todas las demás ideas políticas de la España de la época como, por ejemplo:

1.    Su antiespañolismo: defiende una posición separatista, y por tanto contraria al carlismo y a todas las posturas no independistas o, simplemente, no nacionalistas. Además, el elemento étnico tendrá un gran peso en su discurso populista.
2.    Su antiliberalismo: desea y apoya al sistema tradicional al tiempo que se muestra contario a un sistema liberal corrupto por el caciquismo, lo que servirá de aliciente para recibir el apoyo de las clases medias y del campesinado vasco.
3.   Su antisocialismo: Arana, a pesar de manifestarse anticapitalista no se acerca en ningún punto a las posturas socialistas. Considera que los intereses del capitalismo están representados por los liberales que tienen en sus manos al estado español, lo que no coincide con las más abiertas posturas socialistas. Por otro lado, el socialismo es claramente anticlerical y un peligro para las posturas nacionalistas vascas. Además, el PSOE representaba los intereses de muchos obreros que emigran para trabajar en la siderurgia vizcaína. Esto se traduce en un rechazo a todos los emigrantes (llamados maketos de forma despectiva) que eran considerados un auténtico mal para los "vascos de bien".

Todos estos preceptos políticos se plasman en sus obras políticas y poéticas pero sobre todo en su libro “Vizcaya por su independencia” y sus ideas se propagarán rápidamente gracias a la labor de la prensa en general y a los diversos folletos, panfletos y periódicos fundados por él mismo. El radicalismo del nacionalismo vasco comenzará a suavizarse con la entrada del nuevo siglo, debido fundamentalmente a dos causas:

1.    La incorporación al PNV de la sociedad Euskalerria, vinculada al naviero Ramón de la Sota (lo que significó un acercamiento a la burguesía vasca)
2.    La elección de Arana como diputado por la provincia de Vizcaya, lo que le obligó a moderar su lenguaje.

Desde ese momento, en el nacionalismo conviven dos tendencias ideológicas, una más pragmática, moderada y autonomista (también llamada estatuaria) y sin ambiciones de separarse de España; y otra más radical que propugna un permanente antiespañolismo llevado hasta posiciones independistas.

 REPUBLICANISMO  

Los republicanos llegan a esta época de la Restauración en las peores condiciones, porque arrastran el fracaso de la Primera República y se encuentran divididos en multitud de grupos. Son años en los que llegan a practicar el retraimiento electoral, y no tanto para protestar contra el sistema como por impotencia ante la maquinaria caciquil. En líneas generales, podemos decir que eran pocos, en relación con otras posturas, y pobres en estructuras organizativas.

A lo largo de todo el período, poco a poco irán perdiendo posiciones por vivir en un anquilosamiento ideológico. Será a partir de 1900 cuando se produzca el ansiado relevo generacional, gracias a la llegada de una nueva oleada de políticos jóvenes como Lerroux, Blasco Ibáñez o Romero Mendoza. Los aciertos de esta nueva generación republicana serán fundamentalmente dos:

1.    Crear, como alternativa a los monárquicos, partidos con un importante número de afiliados, captando obreros y creando las llamadas “Casas del Pueblo”, imitando a las prácticas socialistas.
2.    Apoyar la movilización permanente de sus seguidores utilizando la propaganda y el proselitismo político.

Alejandro Lerroux por Agence de presse Meurisse
Fuente: Bibliothèque nationale de France

Estos esfuerzos conducen en 1903 a la fundación de un nuevo partido, la
Unión Republicana, que bajo la dirección de Salmerón y Lerroux, agrupó a la mayor parte de las tendencias republicanas españolas. Su éxito dependía en gran parte del mundo urbano que centraba los mayores intereses y objetivos del partido. Su programa electoral se caracteriza por un cierto anticlericalismo (apoyan la creación de cementerios civiles, la eliminación de los crucifijos en las escuelas o la instauración del matrimonio civil como el único válido) y por un sentido regeneracionista.

Se presentó en España como un intento de afianzar estructuras políticas modernas, sin embargo, no logrará un éxito total ni terminará derribando la monarquía y finalmente en su derrotero político acabará dividiéndose en dos tendencias:

1. Moderada: se plantea la integración en el sistema y terminará formando el Partido Reformista y que formará el ala izquierda de la monarquía Alfonsina.
2. Radical: en 1906 Lerroux funda el Partido Republicano Radical que busca el restablecimiento de la República.

 SOCIALISMO  

El punto de partida del socialismo español podemos encontrarlo a partir de la ruptura surgida en el seno de la Asociación Internacional de Trabajadores o Primera Internacional entre los marxistas (que eran mayoría) y los anarquistas de Mijaíl Bakunin, que acabó con la escisión de estos en 1872 debido a sus diferencias ideológicas y programáticas. A consecuencia de este hecho, en los países más industrializados los movimientos obreros pasan a estar controlados, mayoritariamente, por agrupaciones marxistas.

El caso de España es contrario a estos, ya que aquí será la mayoría anarquista la que expulse a los colectivos socialistas de la mayor parte de las asociaciones obreras. El sector marxista estará aglutinado en torno a dos asociaciones: la Asociación General del Arte de Imprimir y la Nueva Federación Madrileña.

Esta última asociación editará el periódico La Emancipación que se convertirá en el primer periódico obrero de España. En 1874 la declaración de ilegalidad de las asociaciones obreras va a obligar a estos grupos a actuar en la clandestinidad. En este contexto, en 1879 Pablo Iglesias en un núcleo formado por 25 personas fundó el Partido Socialista Obrero Español o PSOE. La ilegalidad del partido terminaría en 1881 cuando el gobierno de Sagasta permite la acción pública de las asociaciones obreras y consiente los derechos de reunión y asociación, reprimidos por el gobierno conservador anterior.

En 1886 el PSOE decide crear El Socialista, su periódico oficial, publicación que para los socialistas rápidamente se convierte en imprescindible por dos razones: se convierte en el defensor de la ideología y en el único vehículo de unión entre todos los asociados. En 1888 se produce la fundación del sindicato de la UGT (Unión General de Trabajadores). Este hecho se correspondía con la doctrina de la socialdemocracia europea del momento: la lucha obrera en el campo político-institucional, gracias a la labor del partido, y en el campo socio-económico, gracias al sindicato. Pablo Iglesias se configurará como el líder en ambas esferas hasta su muerte en 1925.
Pablo Iglesias Posse
Fuente: Wikimedia Commons

 
A pesar de estos avances, el crecimiento del partido durante el siglo XIX es muy lento debido a sus problemas para captar afiliados y a ser víctima de los manejos caciquiles y del falseamiento sistemático de las elecciones. El escaso éxito de los candidatos socialistas en las elecciones a pesar del aumento de los votos muestra una debilidad que ha dado lugar a varias interpretaciones:

1.    El factor humano: quienes se acogen a esta interpretación suelen basarse en el hecho de que los trabajadores españoles estaban más vinculados al anarquismo en un primer momento, especialmente tras la llegada de Giuseppe Fanelli.
2.    La idiosincrasia española: los que apoyan esta idea son de la opinión de que la clave estaba en que el anarquismo era la idea que mejor casaba con los españoles.
3.    La tendencia economicista: estos autores opinan que la clave estaba en el poco desarrollo industrial del país.

Por otro lado, José Mesa recoge una tradición socialista mecanicista basado en la concepción del momento de que todos los demás partidos eran considerados burgueses y, por tanto, no se pactaba con ellos. Esta situación les llevó a un aislamiento político. De hecho, sólo cuando se rompe este sistema y se alían con los republicanos en 1909, conseguirán diputados en las Cortes y Pablo Iglesias se convertirá en el primer diputado socialista.

Si bien inicialmente el PSOE se muestra muy preocupado por el trabajador industrial y débil con relación al trabajador rural, aunque, tuviera un papel importante tanto en el auge como en la crisis de las primeras organizaciones agrarias, a partir de 1910 empiezan a afiliarse campesinos a la UGT y, en menor medida, al partido. Esto lleva a plantear la necesidad de un programa agrario. Según Paloma Biglino, el problema era redactar el programa agrario manteniendo los presupuestos ideológicos básicos del Partido Socialista (como la lucha de clases o la colectivización) y, al mismo tiempo, adoptar medidas que podían estar en clara contradicción con los mismos (como la protección a trabajadores agrícolas no asalariados). Por ello, en el seno del partido se ponen sobre la mesa tres planteamientos:

1.    Los que abogan por la necesidad de un programa agrario específico (distinto para el resto de los trabajadores).
2.    Los que defienden la creación de un programa agrario extenso (que también incluiría a los pequeños propietarios).
3.    Los que exigen un programa agrario concreto (sólo para aquellos trabajadores agrarios no propietarios). Esta opción es la que se impone pero en un texto con características algo ambiguas.

Esquema sobre los partidos fuera del sistema de turnos y sus bases sociales
El proyecto de Reforma Agraria fue encargado al líder socialista andaluz, Fernando de los Ríos. Tras la elección de un programa agrario, el número de afiliados se dispara. De hecho, el PSOE ejerció una fuerte influencia en la organización de los trabajadores agrícolas y en la legislación agraria del siglo XX. En España, un país esencialmente  agrario,  las condiciones de subdesarrollo en las áreas agrícolas con una estructura agraria basada en el latifundio, los socialistas se centrarán en las formas de intentar sacar al trabajador agrícola de la miseria.

Como el resto de partidos obreros, el PSOE se vio seriamente afectado por la llamada crisis de las Internacionales. El triunfo de la Revolución Rusa de 1917 y la creación de la Internacional Comunista (separada de la unitaria Internacional Socialista) provocó la ruptura del partido entre los partidarios de adherirse al Komintern (que finalmente se agruparían en el Partido Comunista de España, en 1921) y los sectores más moderados, mayoritarios, que permanecieron en la Segunda Internacional.


Esquema sobre el período y la oposición al sistema




La crisis de la Restauración (1902-1923),
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sábado, 28 de julio de 2012

Ideología y partidos políticos en la España contemporánea. - Parte 8

En los artículos referentes a este epígrafe se intentará realizar un análisis dirigido al surgimiento y evolución de los partidos políticos en España hasta la configuración actual de los mismos. En este artículo veremos que tras el experimento democrático y republicano del Sexenio se va a imponer un nuevo sistema político configurado a través de unas nuevas reglas de juego sobre el tapiz de fondo de la monarquía borbónica. Será una época marcada por el falseamiento electoral, la corrupción y el cacicazgo. A pesar de ello, el turnismo y la no radicalización del sistema concederá a España una época de estabilidad  política, la más duradera hasta ese momento.

Enlaces relacionados:
- El Sexenio Democrático.
- La crisis del bipartidismo y las nuevas clases políticas.


 LA RESTAURACIÓN Y SU ARTÍFICE: CÁNOVAS DEL CASTILLO  

La liquidación de las Cortes republicanas por el general Pavía en los primeros días de 1874 traduce el rechazo de las clases dominantes hacia la I República. El cantonalismo, las guerras cubana y carlista, los problemas económico-sociales y, en general, la debilidad política del régimen republicano muestran las contradicciones de las fuerzas que iniciaron la revolución en 1868, y su incapacidad para consolidar un sistema democrático.

La principal figura del nuevo período histórico que se inicia entonces será Cánovas del Castillo, quien durante la época del Bienio Progresista fue la mano derecha del general O’Donnell por lo que estuvo en las filas de la Unión Liberal. Durante el Sexenio Democrático pasa a un segundo plano en la esfera política mientras estaba preparando la candidatura de Alfonso XII como futuro monarca español. Los tres principios fundamentales en los que se basa la política de Cánovas fueron los siguientes:

1. La creencia en la superioridad de la Ley (frente al pragmatismo de Narváez).
2. La defensa de un gobierno civil frente a las injerencias militares.
3. El convencimiento de que la suerte de la monarquía estaba en que progresistas y moderados se alternaran en el poder.

Antonio Cánovas del Castillo, por Ricardo Madrazo (1896)
Fuente: http://www.senado.es

Tras el fracaso del Sexenio el discurso de Cánovas se adaptó a la nueva realidad política y sostuvo la necesidad de mantener otros dos principios:

1. La defensa de la monarquía como institución consustancial a la historia de España aunque fuera bajo la dinastía borbónica
2. La creencia en que el sistema representativo era el que mejor podía funcionar a través del sufragio censitario.

Sin embargo, a pesar de lo expuesto, lo más interesante de su pensamiento político fue las matizaciones introducidas al poner en práctica el sistema de esta Restauración; como por ejemplo que:

1. La nueva monarquía no debía venir personificada de nuevo en la figura de Isabel II, sino en la de su hijo, Alfonso XII.
2. Los partidos de la época isabelina (progresistas y moderados) no debían restaurarse sino que había que crear otros de nuevo cuño. De esta forma aparecen el partido conservador, formado por antiguos moderados y unionistas, y el partido liberal, compuesto por antiguos progresistas, que estarían liderados por Sagasta.
3. La monarquía debía sustentarse en gobiernos civiles, por lo que todo el estamento militar debía quedarse al margen de la vida política.

Práxedes Mateo Sagasta
Fuente: Wikimedia Commons
Carlos Seco, en un prólogo a un epistolario de Cánovas, insiste en la valoración de algunos elementos del proyecto canovista, a menudo olvidados. Un proyecto que si bien no era democrático en la práctica (Cánovas siempre rechazó el sufragio universal), era profundamente liberal, integrador y civilista, a diferencia del proyecto isabelino de los moderados. Debe valorársele su capacidad de integración de la derecha católica y de la izquierda posibilista, por encima de sus diferencias políticas. Por otra parte, no consintió jamás que ni el clericalismo ni el militarismo determinaran determinaran ninguna clase de debilitamiento del poder civil. Para algunos, como Francisco Bergamín, “mató el militarismo y los pronunciamientos militares en España y redujo a la Iglesia a su verdadero cometido (…)”.

Quizá la mejor síntesis del pensamiento canovista sea el llamado “Manifiesto de Sandhurst” que, ideado y redactado por Cánovas, remitió el joven Alfonso en 1.874, desde una academia militar próxima a Londres. Lo de menos, aunque curioso, es la fórmula ficticia adoptada de supuesta carta de respuesta a felicitaciones por su cumpleaños. Se trata de un texto con clara intención propagandística para crear un movimiento de opinión a favor de la causa alfonsina. El breve texto es una síntesis perfecta de los principios inspiradores del nuevo régimen:

1. Llenar con legitimidad dinástica el vacío político y jurídico que se había agrandado durante el Sexenio, que era el principal argumento del proyecto restaurador.
2. Conciliar y pacificar para dar cabida al máximo de posiciones y evitar exclusiones, a priori, para dar estabilidad al régimen y evitar los pronunciamientos.
3. Este modelo conciliador se fundamentaría en una soberanía nacional compartida por el rey y las Cortes.
4. La solución tolerante aplicada a la polémica cuestión religiosa sería la mejor expresión de ese carácter conciliador del proyecto.

El manifiesto se publicó por la prensa española el 27 de diciembre. Dos días después, el general Martínez Campos llevó a cabo un levantamiento militar que proclamaba a Alfonso XII como rey de España. El levantamiento no encontró gran oposición y Cánovas asumió la regencia a la espera de la llegada del rey.


Alfonso XII (1870 aprox.)
Fuente: http://realeza.foros.ws

 LA CONSTITUCIÓN DE 1.876  

Esta constitución ha sido la que ha tenido una vida más larga hasta la fecha (cuarenta y siete años), desde 1.876 hasta 1.923. Cánovas concibió el nuevo texto constitucional como una síntesis de los principios e instituciones de la Constitución de 1.845 y las libertades y los derechos individuales de la de 1.869. De esta forma, en 1.875 Cánovas convoca elecciones a Cortes Constituyentes de acuerdo con la legislación vigente durante el Sexenio Democrático. Estos comicios de 1.876 dan lugar a un parlamento formado en su mayoría por diputados conservadores.

Los politólogos destacan de esta Constitución:

1. Su voluntad de consenso, ya que recoge la soberanía compartida por el rey y las Cortes (ya recogidas en 1.845) y las libertades individuales (ya contempladas en 1.869).
2. Sus límites, ya que la Constitución marcaba unos principios en los que la legislación se mostraba inflexible: el respeto absoluto hacia las instituciones monárquicas y a la propiedad privada.

Entre sus principales características podemos destacar:



PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES

- Soberanía: Rey y Cortes.



DERECHOS CONSTITUCIONALES

- Libre emisión de pensamiento.
- No especifica derechos.
- Se dejan a la legislación ordinaria.


RELIGIÓN

- Catolicismo oficial.
- Tolerancia con otros cultos.



PODER LEGISLATIVO

- SENADO: Natos y elegidos
- CONGRESO: Elegidos.
- Sufragio censitario. Luego universal



PODER EJECUTIVO

- Predomina poder ejecutivo.
- Turno de Partidos.

Dentro de los órganos de gobierno podemos destacar el papel de los siguientes:

1. El Rey: éste contaba con todas las atribuciones de 1.845 a lo que se añadía su papel como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.
2. Las Cortes: también mantenían el carácter bicameral de 1.845. De esta forma, disponían de:
- Congreso: formado por diputados elegidos por “el pueblo” mediante sufragio censitario, en principio.
- Senado: estaba formado por senadores de distinta índole, apareciendo tres tipos: los vitalicios, que eran elegidos por el rey; los que lo eran por derecho propio (al tener títulos nobiliarios, ser altas personalidades del ejército,…) y los que eran elegidos por los mayores contribuyentes de forma indirecta.
3. El Gobierno: tenía en sus manos el poder ejecutivo aunque no estaban muy claras cuáles eran sus atribuciones exactas.

En realidad, Cánovas quería un sistema político que se pudiera sostener en dos prácticas fundamentales:

1. Bipartidismo: centrado en los partidos conservador y liberal y que serían los únicos con capacidad de gobernar
2. Turnismo: deberían de alternarse pacíficamente en el poder, al frente del gobierno acabando con la inestabilidad política.

El sistema era una práctica que nada tenía que ver con la Constitución ya que el rey no designaba al gobierno que hubiera ganado las elecciones sino que le entregaba a uno de los dos líderes la Carta de Disolución de las Cortes para que convocara elecciones y constituyera en las Cortes una mayoría que le fuera fiel. Así que la voluntad popular no era respetada.

El sistema fue denominado por sus detractores como “caciquismo” por ser los caciques locales los que dominaban políticamente a la población. Sistemas de estas características han aparecido por todos los países europeos en algún momento de su historia y esto tiene mucho que ver con las características económicas del citado país en cuestión; como el predominio de la agricultura como forma económica y de la población rural como grupo social, el alto grado de analfabetismo de las bases o la existencia de personajes singulares con gran peso económico en estos lugares, entre otros. De forma resumida, podríamos decir que el cacique pide los votos del pueblo y éste a cambio recibe bienes e infraestructuras. Esto crea una relación de dependencia y una jerarquización en el poder que nada tiene que ver con los principios democráticos.

Esquema sobre la implantación del sistema
Las características principales del caciquismo podrían ser las siguientes:

1. Su arraigo y vinculación a una zona geográfica concreta.
2. Ejerce su predominio en el marco de una sociedad rural y atrasada.
3. Muestra un papel de intermediario entre las estructuras del estado y los ciudadanos.

Hay que destacar un aspecto llamativo del caciquismo, que es el que no todos los caciques ejercieron su poder de la misma forma, así podemos distinguir entre:

1. Caciquismo tradicional: que se basa en una relación de patronazgo que suele ser duradera. Es una relación de tipo paternal. Así se le reconoce al cacique una preeminencia social e indiscutida que arranca ya de las relaciones nobiliarias del Antiguo Régimen.
2. Caciquismo transaccional: que es aquella en la que el cacique ofrece algo a cambio del voto. Esta es una relación menos duradera y que a primera vista parece meramente comercial. Normalmente este grupo está compuesto por burgueses.
3. Caciquismo violento: en este tipo podemos advertir la existencia de una coacción que podía adoptar distintas formas, normalmente siempre de forma violenta, desde el célebre pucherazo hasta el caso de partidas de escopeteros para amedrentar a la gente o los notarios.

Esquema sobre la actuación política hasta fines del siglo XIX
Todo esto tenía como fin que el partido del turno ganara las elecciones, es algo muy claro pues nunca el partido que convocó las elecciones las llegó a perder. A esto ayudó que las elecciones se celebraran por el procedimiento del encasillado que consiste en la negociación previa, entre los dos partidos del turno, para elegir quién será el candidato que irá en la casilla con más posibilidades y que apoyarán los caciques. Este sistema hizo posible que en Andalucía, por ejemplo, sólo trece de los mil diputados fueran de un partido distinto a los que se repartían el poder en la práctica del sistema). El método consistía en la existencia de tres tipos de casillas:

1. Las casillas de nivel nacional: que estaban destinadas a elegir al jefe de gobierno, de la oposición y los distintos ministros del gobierno.
2. Las casillas de nivel provincial: donde se designaban gobernadores civiles y recibían poder político los caciques provinciales.
3. Las casillas de nivel local: aquellas que, en la práctica,  otorgaban el poder político a los caciques locales.

Los poderes de primer nivel imponían a los de los niveles inferiores, y los de segundo nivel aconsejaban sobre esto a las altas esferas. 


La Primera Restauración (1875-1902), 
subido por maraldi40 a https://www.youtube.com

jueves, 26 de julio de 2012

El pensamiento económico en la edad moderna. - Parte 8

Esta serie de artículos está centrada en el surgimiento de una nueva forma de pensar con respecto a la economía y que es heredera directa del nuevo contexto en que se mueve la Europa del momento. Los siglos modernos alumbran un nuevo concepto del hombre y su lugar en el mundo: el humanismo y el renacimiento subrayan el papel del hombre frente al pensamiento medieval (centrado en el concepto de Dios). El cambio de mentalidad imperante y una mayor tendencia de los países europeos hacia el reforzamiento de su autoridad como garante de la solidez del estado, acentuará el aligeramiento de las férreas posturas económicas medievales que ya poco a poco estaban desapareciendo frente al nacimiento de un nuevo pensamiento económico, traído de la mano de los hombres de negocios más influyentes, los funcionarios más preocupados por el desempeño de su profesión y de otros pensadores laicos que se centran en los problemas económicos del estado.


Enlaces relacionados:
El Mercantilismo 1.
              
 LOS AUTORES MERCANTILISTAS  

Todavía no se ha planteado una pregunta fundamental:

¿Quiénes escriben los tratados mercantilistas?

En primer lugar, hay que señalar que el colectivo de autores mercantilistas es inmenso, pero sólo una pequeña minoría de los miles de arbitrios, reme­dios, desengaños, avisos y memoriales fue publicada. En los siglos XVII y XVIII se presenta una gran expansión del pensamiento y la literatura económica pero, a diferencia de los siglos anteriores, no son ya los teólogos quienes se ocupan de la materia. Los pensadores del período incluyen a funcionarios públicos, periodistas, científicos, filósofos y, sobre todo, hombres de negocios. Nada marca tanto el rompimiento con el pasado que el hecho de que los pensadores económicos del período fueran prominentes hombres de negocios. Sir Josiah Child, una figura destacada, fue el hombre más rico de Inglaterra en el siglo XVII. Tanto él como Thomas Mun, otro escritor destacado en asuntos económicos, ocuparon puestos de dirección en la Compañía de las Indias Orientales. Otros autores ingleses como Thomas Milles o Gerard de Malynes fueron considerados bullonistas o metalistas, su pensamiento era algo más arcaico y estático por lo que se intentaban resistir a la propia dinámica de la economía. Estos autores eran reacios a operaciones de comercio exterior. Sus posiciones se veían enfrentadas con las de los teóricos de la balanza comercial (como Misselden o Mun). En Francia, la gran figura del mercantilismo será Jean-Baptiste Colbert, quien fue ministro de finanzas durante 22 años. Tal será su influencia que muchos autores designan al mercantilismo francés como colbertismo.


Colbert presentando a los miembros de la Real Academia de las Ciencias a Luis XIV,
por Henri Testelin
Fuente: Web Gallery of Art

En resumen, el comercio y la utilidad pecuniaria, que en épocas anteriores habían sido vistas con sospecha, fueron vistos ahora con otros ojos. Así, mientras en la Edad Media los escolásticos habían trazado una estrecha ruta a recorrer por el hombre de negocios que no pusiera en peligro su salvación, ahora eran los hombres de negocios quienes se constituyen en jueces de la conducta y de las políticas públicas que afectan la economía. Con ellos aparecen nuevos criterios para determinar la validez e idoneidad de los actos. Por ello, el poder y la abundancia en este mundo llegaron a tener más peso que la salvación del alma en el mundo por venir.

En el caso español, el mercantilismo tiene como protagonista a los llamados arbitristas que abundan en la España del siglo XVII y que fueron severamente satirizados por autores de la época como Cervantes o Quevedo. La mayoría de las veces se trataba de individuos con una formación científica e intelectual muy deficiente. Muchos de ellos, elaboraron unos proyectos tan quiméricos como interesados, que se pre­sentaban como la auténtica panacea, el remedio único y universal para resolver todos los complejos problemas de la economía nacional (sobre los que influyen, como sabemos hoy en día, múltiples factores). La realidad es que muchos de estos individuos buscaban su promo­ción en la Corte, ascender en la escala social y política. En cualquier caso, estos arbitristas son los grandes autores de esa intensa polémica que tuvo lugar en la España del siglo XVII y que Don J. A. Marabal llamó la "cultura de la decadencia". Sin embargo, hay que destacar que en algunos casos supieron vislumbrar algunos de los problemas de fondo de la economía española (algo nada fácil dada la formación económica de la época) e incluso proponer algunas soluciones factibles.

Estos arbitristas abundan en la Castilla del siglo XVII, por lo que su enumeración sería harto extensa, pero los más significativos serían Miguel Álvarez Osorio, Miguel Caxa de Leruela, Lope de Peza, Martín González de Cellorigo, Juan de Mariana, Francisco Martínez de Mata, Sancho de Moncada, Luis de Ortiz, Pedro de Valencia o Luis Valle de la Cerda, entre otros.

Joven mendigo (Niño espulgándose), por Bartolomé Esteban Murillo (1650 aprox.)
Fuente: Wikimedia Commons

Aunque son muchos los temas y problemas que se tratan, casi todos coinciden en lo más importante: “Denunciar la decadencia de Espa­ña”. Su misión consiste en buscar causas para explicar tal decadencia a la vez que proponen sus remedios únicos y universales, sus soluciones. De hecho, no sólo les preocupa la economía, también les preocupa otras cues­tiones de política social como por ejemplo la asistencia a los pobres, la crítica hacia la ociosidad, etc.

El análisis de la de­cadencia española, por parte de los arbitristas del siglo XVII, se realiza recurriendo a una paradoja fácilmente apreciable en la época: “¿Cómo era po­sible que una potencia militar como Castilla, con su poderoso imperio, que disponía de grandes riquezas en materias primas (como la lana) y en metales preciosos (reservas de oro y plata), se estuviera quedando atrás durante el siglo XVII y, en cambio, un nuevo y pequeño país como era Holanda estaba prosperando rápidamente?” La respuesta es categórica y acertada; la causa del atraso castellano es el abandono de los sectores productivos y una vez que se realiza esa denuncia deben pro­ponerse soluciones.

Si la solución está en que si resulta que el mal primigenio de la economía española era el abandono de las actividades productivas, la cuestión estribaba en cuál de las actividades económicas había que retomar pues tales actividades productivas no tienen igual importancia, por ejemplo no se sabía si retomar la agricultura o la ganadería.

Todos los arbitristas castellanos que se preocupaban por la economía nacional, sin embargo, incidieron en particular en la econo­mía de Castilla como corazón del Imperio. Ellos, conscientes de los gravísimos prejuicios que la política imperial estaba produciendo intentaron con sus escritos que los monarcas se fijasen no en España (tal concepto aún no era una realidad política), sino en Castilla. Para ellos, el futuro del Imperio pasaba por la rehabilitación de la economía castellana. Castilla era la que más había sufrido y la que soportaba el coste fiscal y económico de las empresas imperiales.

La causa por la que la economía castellana, según los arbitristas, había entrado en bancarrota era el descubrimiento de América. Es decir, en los cambios que se habían producido tras el hallazgo del Nuevo Mundo. Y mencionan tres consecuencias negativas:

1.   El alza de precios.
2. La entrada de metales preciosos con su inmediata saca (salida) a los distintos centros industriales o financieros de Europa.
3.  El abandono de los sectores productivos por vivir la gente ociosa o de las rentas que no son fruto del trabajo.

La primera de las consecuencias perjudica porque ponía en clara desventaja a los productos españoles, respecto a los extranjeros. Los productos españoles eran más caros y menos competitivos, resultando más barato importar los productos.

Con respecto al segundo caso, lo importante no era la posesión de los metales preciosos, sino que dichos metales no habían servido para relanzar las actividades productivas. Es decir, no contribuyeron a crear riqueza firme y estable. Esta rique­za era el fruto de la actividad productiva y no especulativa. Sin embargo, es conocido que los ahorradores eran grandes especuladores. Los metales no eran la riqueza, tampoco eran la causa de la decadencia de Castilla, que procedía del abandono de los sectores productivos y de esta manera resuelve la paradoja: países escasos en oro y plata eran, sin embargo, países industriales y trabajadores, y por tanto, eran países ricos. En cambio, España tenía poca industria y, por tanto, se había empobrecido.




 MERCANTILISMO Y BULLONISMO

Debemos clarificar que nunca existió una escuela de pensamiento que así misma se definiera como mercantilista, ni tampoco ninguna corriente de opinión que siendo consciente de su propia homogeneidad teórica pudiera definirse como mercantilista. Ahora bien, no hay duda de que Adam Smith tenía razón cuando agrupaba bajo la categoría de sistema comercial o mercan­til al conjunto de ideas económicas que dominaron los ambientes políti­cos y comerciales europeos en los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII. Más allá de las propias fronteras nacionales, existió un núcleo común de teoría y éste núcleo común de teoría era el que permitía tanto el diálogo como el debate y también era el que daba cierta homogeneidad a las distintas prácticas económicas nacionales. Aunque no puede ob­viarse que existían ciertas diferencias entre los autores de unos países y otros que se explicaban por los caracteres nacionales y, por supuesto, también en la propia evolución histórica. Esas diferencias, nos permiten establecer una distinción en­tre bullonismo y mercantilismo.

El primero, el bullonismo, había tenido una posición preponderante en las opiniones que circulaban en las cortes europeas hasta finales del siglo XVI. Este bullonismo se caracterizaría ante todo por la creencia de que la moneda, el oro, era la riqueza (como se ha comentado anteriormente). Obviamente, el hecho de que el dinero u oro constituya riqueza no plantea ninguna duda. Por otro lado, en opinión de Adam Smith, el error está en creer que sólo el oro constituye la riqueza.

Hay que señalar que esta interpretación del pensamiento de Smith es dudosa ya que actualmente hay historiadores del pensamiento económico que dudan de que jamás hayan existido economistas en esta época que pensaran exactamente de ese modo. Para estos, lo que pensaban los bullonistas era más bien no que el oro fuese la única riqueza, sino que ese oro (o tesoro, en definitiva) era el único tipo de riqueza que valía la pena acumular. Esta opinión no era ni mucho menos insensata, sino coherente y racionalsobre todo desde el punto de vista de la época. Para el poderlas guerras se ganaban con oro, los costes del gasto estatal se pagaban con oro y el oro constituía la moneda universal, luego son evidentes los beneficios inherentes a la acumulación de oro por parte del Estado. Por ello, es fácilmente entendible que el siglo XVI fuera el siglo del bullonismo. Para el pueblo, la idea tampoco era insensata, sino que también tenía su lógica. Para el comerciante, la moneda era sinónimo de capital; o mejor dicho, constituía el único capital que valía por sí mismo.

Así, está claro que para casi todos los economistas del siglo XVI la moneda era un medio para aumentar la riqueza y el poder. Eso sí, lo que no admitían muchos bullonistas era la idea de que este medio debiera usarse para aumentar el bienestar colectivo o lo que Adam Smith llamó la "riqueza de las naciones".

Puerto de mar, por Claude Lorrain (1638)
Fuente: Wikimedia Commons

Con respecto a cuál es la diferencia entre el mercantilismo y el bullonismo, podemos señalar en primer lugar, que el bullonismo tiene su desarrollo en el siglo XVI, mientras que el mercantilismo se desarrolla en el siglo XVII, que es su gran momento. Aunque unos y otros, aunque persiguen los mismos fines (aumentar la riqueza y el poder) se diferencian en los métodos para conseguir dichos objetivos. Los bullonistas defendían una amplia circulación de moneda en el territorio nacional, porque se consideraba garantía de una gran capacidad fiscal o contributiva. Por esa razón, se debía obstaculizar la salida de los metales preciosos fuera de los territorios nacionales. Y el método más sencillo para evitar esa salida de oro y plata fuera del país era prohibir las exportaciones de oro y plata. También se recurría con frecuencia al alza del valor nominal de las monedas, más en concreto consistía en aumentar el poder adquisitivo de las monedas que circulaban dentro del país. Así, se perseguía el efecto contrario, que era que afluyese hacia el país mone­da extranjera. Un tercer procedimiento era obligar a las distintas empresas nacionales a tener que pagar sus importaciones con mercancías y no con oro y plata (dinero). Por último, el cuarto procedimiento con­sistía en lo que se denominaba la balanza de contratos; adquirir de cada país extranjermercancías por un importe que no excediera al valor de las mercancías exportadas a dicho país.

Una última cuestión sobre el bullonismo era la tendencia, por parte de sus autores, a buscar las causas de la salida sistemática de los metales preciosos del país, en fenómenos de naturaleza puramente monetaria y, más en concreto, en las desviaciones del tipo de cambio de las paridades determinadas por el contenido metálico de las monedas. Esas desviaciones entre el valor nominal y el contenido de oro y plata de las monedas se atribuía a comportamientos ilícitos, a falsificaciones y manipulaciones de los banqueros y comerciantes. Justo es decir, que también los propios monarcas recurrieron con frecuencia a técnicas monetarias fraudulentas; como es el caso del "recorte" de la moneda, es decir, reducir el contenido de oro y plata de la moneda, respecto a su valor inicial. También, mediante un edicto o ley elevaban el valor de las monedas que circulaban por el mercado, valor muy fre­cuentemente por encima del contenido real de la moneda.

Estas prácticas legales dieron lugar a numerosas críticas hasta el punto que de estas críticas nació una ley económica que hoy se conoce como la Ley de Gresham, según la cual la moneda mala ahuyenta a la buena, es decir, si en un país circulaban dos tipos de moneda con el mismo valor nominal, pero distinto valor intrínseco, pues el pueblo tenderá a utilizar la moneda mala para realizar los pagos internos y, en cambio, guardará la moneda buena, por tanto, ésta desaparecerá de la circulación.

Sir Thomas Gresham, por Anthonis Mor (1560 aprox.)
Fuente: The Yorck Project / Wikimedia Commons

El mercantilismo, en cambio, tenía connotaciones algo distintas:

1.   Los mercantilistas, sin excepción se identifican por su elevado interés hacia la economía real; para ellos, esos viejos temas escolásticos de la justicia, la caridad y la salvación no aparecen ya en sus escritos económicos. Ahora, los mecanismos para aumentar dicha riqueza es la mentalidad burguesa; una preocupación que se proyecta al Es­tado. Entonces, todos los recursos materiales de la sociedad (medios) deberían usarse para promover el enriquecimiento y el bienestar del Estado. Esta consolidación del poder política y económicamente se concretaría en la ejecución de políticas internacionales o exteriores de exploración, descubrimiento y colonización.

Por esta razón, el tema eco­nómico más importante para los autores mercantilistas fue el del comercio y las finanzas internacionales; entendidos como instrumentos para aumentar las reservas de metales preciosos. La obsesión por aumentar las reservas de metales preciosos, que también era bullonista, se justifica porque el lingote de oro era la unidad de cuenta internacional, por tanto, el objetivo del comercio y la producción nacional era aumentar la riqueza o, lo que es lo mismo, acumular lingotes de oro.

2.   El desarrollo del empleo y de las industrias nacionales dependía de la puesta en práctica de políticas que fomentaran las importaciones de materias primas y las exportaciones de bienes acabados (manufacturados). Porque los bienes acabados o manufacturados tenían un mayor valor añadido que las materias primas. Esta política macroeconómica favorecía no sólo el principio del equilibrio de la balanza comer­cial, sino que también propiciaba un saldo favorable de la misma, puesto que perseguía un excedente de las exportaciones sobre las importaciones y ese saldo tenía que efectuarse o pagarse en oro.

3.   La doctrina se fundamentaba, por tanto, en la creencia de que la riqueza de un país se maximizaba por medio de la acumulación de metales preciosos resultantes de obtener un superávit en la balanza comercial. Sin embargo, la mayoría de los autores mercantilistas no com­prendieron los efectos que un aumento de la masa monetaria que circula­ba dentro del país podía causar (como la inflación) y además tampoco les preocupó.

El temor al exceso de libertad hizo que los mercantilistas buscaran el favor, la protección del Estado para planificar y regular la vida económica. El apoyo estatal (intervencionismo del poder político en la economía) se concretó en distintas leyes que venían a regular algunos sectores de la economía porque otros sectores (como la agricultura) permanecieron al margen de ese intervencionismo, al margen de la protec­ción del Estado. Se plasmó también en impuestos diferentes, en un desigual trato fiscal, para los distintos sectores económicos. El apoyo del poder político se plasmó en la concesión de ayudas a determinadas ramas de la producción nacional, complementadas con restricciones de acceso a los mercados para determinados productos, que por su elevada competitividad pudieron poner en peligro los intereses nacionales. También fueron habituales por parte del poder político la concesión de monopolios legales en forma de privilegios y patentes legales. Es el caso de aquel pri­vilegio que garantiza los derechos exclusivos de comercio, bien a un particular o bien a una sociedad de comerciantes, como es el caso de las compañías de Indias orientales u occidentales.

En conclusión, el mercantilismo fue, por tanto, una alianza de poder entre el monarca y los comerciantes, un pacto interesado por ambas partes. Porque el monarca dependía de la actividad económica que desarrollaba el comerciante para aumentar su tesoro. En cambio, el comerciante dependía de la autoridad del monarca, para que este legalmente procediera a salvaguardar sus intereses.

Oficina del banquero Jacob Fugger con su contable
Fuente: biography of M. Schwarz / Wikimedia Commons

4.   Por otro lado, otro punto sería el siguiente: los intereses de la clase mercantil adinerada y del Estado confluyen en asuntos económicos de tanta trascendencia como son los relativos al trabajo y a los salarios. A ambos les interesa el mantenimiento de unos salarios bajos y de una demografía en expansión porque a mayor población, mayor número de trabajadores potenciales y aumentan las posibilidades para reducir los salarios.

Estos dos asuntos, poblacionismo y salarios bajos, son cues­tiones muy discutidas en toda la literatura mercantilista. Estas doctrinas defienden el mantenimiento de una desigual distribución de la riqueza. De hecho, esa doctrina mercantilista de salarios bajos descansa sobre un fundamento amoral, que algún autor ha llamado "utilidad de la pobreza".

A lo largo de toda la etapa mercantilista (siglos XVI y XVII) encontramos en los folletos y en las obras de los distintos autores calificados como mercantilistas el argumento de que el trabajo debía de mantenerse en los umbrales mínimos de la subsistencia. Tal  argumento se justifica partiendo de una premisa: La creencia de que el sufrimiento es terapéutico. Es decir, esta teoría se concretaba en la opinión de que si, por ejemplo, a un criado se le presentaba la oportunidad de obtener unas posibles mejoras en su situación familiar, éste criado se volvería gandul y perezoso, por tanto el sufrimiento era también terapéutico y útil para el rendimiento del trabajo. La opinión que circulaba entre los autores mercantilistas era que debido a la generalmente baja condición moral de las clases inferiores, los salarios elevados les llevarían a estas clases a cometer toda clase de excesos como la embriaguez y el libertinaje, por ejemplo. Por esta razón, si los salarios se situaban por encima del nivel de susbsistencia, las clases populares caerían en el vicio y en la ruina moral, es decir, que la pobreza hacía laboriosos a los trabajadores. De hecho, en 1771 A. Young hizo la siguiente afirmación: "Cualquiera excepto un idiota sabe que las clases inferiores deben mantenerse pobres o nunca serán laboriosas".

Para los mercantilistas el desempleo no existía. En todo caso el desempleo era una consecuencia de la indolencia. Algunos incluso realizaban afirmaciones todavía más extremas, como B. de Mandeville, que argumentaba que a los niños de los pobres y a los huér­fanos no se les debía dar una educación a cargo de los fondos públicos, sino que debían ser puestos a trabajar a una edad temprana. Y es que la educación arruinaba al que merece ser pobre y la asistencia a la escuela comparada con el trabajo era un signo evidente de holgazanería.

Para los autores mercantilistas era de gran importancia que los estratos más bajos de las clases trabajadoras fueran tan numerosos como fuese posible porque se confiaba en estos colectivos sociales para conseguir el poder económico que habría de llevar al estado a la victoria en la lucha de las distintas naciones por conseguir la supremacía mundial. Quiere ello decir que la doctrina mercantilista condicionaba el destino de la na­ción a la existencia de un número de población de trabajadores no cualificados, que se vería obligada a la estricta com­petencia entre ellos, a una vida de laboriosidad constante con unos salarios mínimos.

5.   Los mercantilistas creían en la utilidad de la pobreza y en la baja condición moral de las clases trabajadoras. Ambas creencias estaban relacionadas con la oferta de trabajo. Decían los mercantilistas que dado que la producción para el comercio nacional e internacional es una función de la cantidad, del factor trabajo y de una cantidad constante de capital, la cantidad de trabajo era fundamental para el desarrollo de la economía inglesa. En consecuencia, muchos mercantilistas temían que una vez que los salarios alcanzasen un cierto nivel, los trabajadores preferirían el ocio adicional a la renta adicional.

El aumento de la prosperidad si se presenta en forma de un aumento del salario medio, para el conjunto de la economía, ha de desalentarse porque la entidad del factor trabajo disminuiría y finalmente conducción nacional. Al disminuir la producción nacional también disminuiría la capacidad de acumular metales por medio del comercio.

Puesta de sol en un puerto, por Claude Lorrain (1639)
Fuente: Wikimedia Commons

Con respecto a cuál es la importancia del mercantilismo en la historia del pensamiento económico, podemos decir que la doctrina mercantilista es importante sobre todo porque contiene el primer esbozo de una ciencia de economía. En el marco de dicha doctrina, se intentan establecer relaciones de causa-efecto entre diversos fenómenos de la vida económica. La tesis que formu­laron tanto bullonistas como mercantilistas, según la cual las varia­ciones de la cantidad de moneda son la causa de la variación de los precios es un indicio evidente de la relación causa-efecto en lo que se llama teoría cuantitativa del dinero.

La importancia del mercantilismo reside también en el hecho de que expresa con particular claridad el espíritu que se abre con el Renacimiento en Europa. El hombre de los tiempos modernos piensa que es su misión ganar dinero. Y ese hombre es el burgués, y es el res­ponsable de la revolución económica que contribuyo a desarrollar de ma­nera prodigiosa las fuerzas productivas de una parte de la humanidad y que creó la civilización industrial moderna.

Como sistema de ideas, el mercantilismo ha sido objeto de múltiples valoraciones, críticas positivas y negativas. Bien es cierto que la mayoría de las críticas han sido negativas y los que optaron por un juicio positivo hicieron dicha valoración jus­tificándose en que las políticas mercantilistas fueron las ade­cuadas para su época. El fortalecimiento del poder del Estado tras la caída del sistema feudal aconsejaba y justificaba semejante ideología económica. Quizás la defensa más notable del mercantilismo haya correspondido a un insigne economista J. M. Keynes (premio nobel de la economía) que dijo lo siguiente: “En una epoca en que las autoridades no tenían control directo sobre la tasa de interés interior u otros estímulos a la inversión nacional, las medidas para aumentar la balanza comercial favorable sobre la entrada de los metales preciosos era su único medio indirecto de reducir la tasa de interés doméstica y aumentar así el aliciente para invertir dentro del país".