sábado, 28 de diciembre de 2013

La Segunda Revolución Industrial y el desarrollo capitalista

En la segunda mitad  del siglo XIX, de forma paralela a la oleada liberal que se vive en Europa y que transforma el modo de vida y la mentalidad de sus moradores, el sistema económico se afianza gracias al éxito de la Revolución Industrial. Como resultado, el capitalismo asienta sus bases y el proceso industrial da un nuevo salto cualitativo. Se trata de un proceso donde surgen innovaciones científicas, tecnológicas y económicas de amplio alcance que influyen sobre la sociedad de forma decisiva. Las nuevas y mejoradas técnicas de producción, las nuevas industrias y la industrialización de nuevos países pintarán un nuevo escenario sobre el que actuará la sociedad del nuevo siglo.

Enlaces relacionados:
- La revolución agrícola y demográfica.
- La Revolución Industrial.
- El Movimiento Obrero: crisis capitalistas, nuevos métodos de trabajo, anarquismo y socialismo utópico.
- El Movimiento Obrero: el marxismo y la Primera y Segunda Internacionales.


 LSEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 

Durante el siglo XVIII y primera mitad del XIX, los progresos técnicos aplicados a la maquinaria hicieron posible el capitalismo de la Primera Revolución In­dustrial. Este capitalismo era producto del librecambismo y se basaba en la ley de la oferta y la demanda, en la libertad de trabajo y en la libre concurrencia. Había que producir a precios cada vez más bajos para triunfar sobre la competencia, y de ahí la necesidad de un aumento paulatino de la mecanización y de capitales para la maquinaria. En este período, los empresarios eran todavía capaces de financiar a es­cala familiar sus industrias y fábricas con los ahorros, beneficios o excedentes de la agricultura.


Locomotora de la Mount Emily Lumber Co.
Fuente: Wikimedia Commons / Visitor7 / CC BY-SA 3.0

Sin embargo, a partir de 1870, las innovaciones técnicas perfeccionan y multiplican la maquinaria, con lo que las empresas necesitan grandes cantidades de dinero para la instalación y renovación instrumental. Es preciso buscar nuevas fuentes de finan­ciación para esta necesidad constante y cuantiosa de capitales. Aparece así el gran capitalismo o capitalismo financiero. Los bancos, que hasta entonces se habían limita­do a ser instrumentos de cambio, se convierten ahora en bancos de negocios o de cré­dito industrial para financiar empresas y actividades de inversión, produciéndose la concentración financiera e industrial.

La producción de la industria mundial entre 1870 y 1890 se multiplica en todos los sectores. La producción de hierro pasa de 12 a 37 millones de toneladas métricas; la de carbón de 220 a 800 millones. Al mismo tiempo, aumentan las inversiones de capital en el exterior de los países en los que se ha acumulado. Las inversiones inglesas en el extranjero pasan de 200 millones de libras en 1855 a 2400 millones en 1900. Se forma un mercado mundial, en el que ciertas potencias suministran productos industriales y otros paí­ses colocan sus productos agrícolas.


Cuadro comparativo entre la primera y segunda fases de la Revolución Industrial

Esta fase de crecimiento se apoya en la abundancia de metales preciosos. El comercio mundial necesita instrumentos de cambio y las monedas se apoyan fundamentalmente en el oro. Entre 1800 y 1860 el stock de oro se multiplica por 22 y en 1914 por 63. Los descubrimientos de oro en California, Australia, Alaska y África del Sur aportan gran­des cantidades del preciado metal.


 LCONCENTRACIÓN INDUSTRIAL 

El continuo crecimiento industrial exige un crecimiento paralelo del capital necesario para financiarlo. Los bancos controlan ahora los capitales y las inversiones realizadas en la industria, que, al ser de un alto nivel, hacen necesaria la disponibilidad de créditos. De ahí la tendencia a la concentración del capital bancario.

Por otra parte, la necesidad de grandes capitales destinados a adquirir maquinaria y propiciar la investigación de nuevos sistemas productivos hace que sólo las grandes empresas puedan hacer frente a tan elevadas inversiones. Por ello, se tiende a la concentración, que abarata el proceso de producción y disminuye la competencia en el mer­cado. La concentración se llama horizontal si se trata de empresas dedicadas a un mismo tipo de actividad, y se llama vertical cuando une empresas de productos dife­rentes y complementarios.


Esquema sobre algunos de los cambios industriales surgidos en esta fase

Hacia finales de siglo aparecen ya asociaciones de empresas tendentes a limitar la competencia, la baja de los precios y los peligros de la superproducción. Dentro de la tipología de concentraciones empresariales de ese momento destacan:

1.  El cártel es la agrupación de empresas de un mismo producto para controlar el mercado y evitar la competencia, pero sin perder su independencia. Por ejemplo, el cártel hullero alemán, que llegó a agrupar 100 empresas mineras.
2.  El trust es la asociación de varias empresas que cuentan con un solo directivo para gestionar la producción de todas ellas. Por ejemplo, la Standard Oil Company, fundada por Rockefeller en 1882.
3.  El holding es una sociedad financiera que controla varias empresas mediante la adquisición de la mayoría de sus acciones.

Todas estas agrupaciones tienden al monopolio y, a veces, sus poderes son tan grandes que pueden incluso utilizarse como medio de presión ante los Estados; de ahí que la legislación de algunos países se orientase hacia su prohibición.

Caricatura de la Standard Oil Company, por Udo J. Keppler (1904)
Un pulpo que tiene agarrados a inversores, industrias, gobernaciones, al Congreso
 y se acerca peligrosamente a la Casa Blanca.

Fuente: Wikimedia Commons

Este nuevo tipo de sociedad tenía como arquetipo al hombre de empresa que, con audacia e intuición, se convierte en el fundador de los monopolios. Rockefeller es el gigante del petróleo, Carnegie del acero, Morgan de la Banca, Ritz de la hostelería, Hearst del pe­riodismo, etc. Las dimensiones universales que adquiere la producción industrial provocan que a las antiguas ferias les sucedan las exposiciones internacionales como lugares de intercambio.


 LAS COMUNICACIONES 

Un aspecto fundamental de esta segunda revolución industrial es el progreso de las comunicaciones. En primer lugar, hay que hablar del papel de los ferrocarriles, que se constituyen en un importante agente de transformación y en un campo de inversiones de primer orden. Inglaterra suministró vías, material rodante, diseños de trazado y capitales para la construcción de la red férrea de muchos países. El ferrocarril se convirtió en la palanca de la supremacía económica de algunas naciones.


Mapa sobre la expansión del ferrocarril europeo en el siglo XIX.
A finales de siglo, más de un tercio de las vías férreas instaladas estaban en Europa.
Las áreas industriales eran las mejor comunicadas.

En segundo lugar, el barco de vapor desplaza definitivamente al de vela, gracias a las innovaciones en los motores de vapor, lo que permitía aumentar la carga y la ve­locidad. En la innovación de los transportes fluviales y oceánicos influyen en gran manera los canales, y especialmente las travesías ístmicas de Suez y Panamá, que po­tenciaron el Mediterráneo y el Caribe como centros neurálgicos de las comunicacio­nes marítimas a nivel mundial. La creación de una red mundial de transportes continentales y oceáni­cos provoca dos efectos: el hundimiento de los precios y la división internacional del trabajo, basada en un bloque de naciones industriales y un anillo de países productores de materias primas.

En la máquina de vapor había hallado el siglo XIX el instrumento de su revolución del transporte, pero sus posibilidades de perfeccionamiento técnico parecían agotadas y sus rendimientos limitados. Se hacía necesario encontrar un motor que funcio­nase con un combustible líquido. En los años 80, se investiga en un motor que impulse el movimiento de un vehículo por carretera. El conde Dion y el mecánico Bouton utilizaron un motor a vapor, pero en 1885 ya se utilizan en estos vehículos los primeros motores movidos por derivados del petróleo, la nueva fuente de energía que lentamente, junto a la electricidad, desplaza al carbón y al vapor. El primer automóvil lo construye Carl Benz, con un motor de gas en el que se inyectaba vapor de gasolina. En los años 90, Forest crea el motor de cuatro cilindros, dota de inyector al carburador y de bu­jía al encendido; Michelín fabrica los primeros neumáticos para el nuevo vehículo y Renault la marcha directa. Al comenzar el siglo XX ya hay algunas fábricas de auto­móviles. En la segunda revolución industrial el papel del automóvil es similar al del ferrocarril en la primera, el automóvil supone un nuevo estimulo para la indus­tria siderúrgica, reclama una nueva red de comunicaciones, intensifica los transpor­tes terrestres y se convierte en campo de inversión para los capitales.

Ford modelo T de 1911, por Lglswe (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0

Otro vehículo revolucionará el transporte. Desde fines del siglo XVIII, los hombres pueden elevarse en globos de aire caliente o gas, pero su propulsión, por medios mecánicos, impedía que se considerara un sistema de transporte útil para viajes y comercio. La aplicación de motores y la conversión de globos en dirigibles la acomete el con­de Zeppelin en 1896, en talleres que aplican tres motores a dirigibles gigantescos. Pero los resultados aconsejaron su abandono. Pronto aparecerían los primeros aviones.

El progreso de las comunicaciones no se limitaba al invento de nuevos aparatos de transporte, sino también a la creación de procedimientos de transmisión de noticias: telégrafo, teléfono y radio, que dan un fuerte impulso a la creación del mercado.


 INDUSTRIAS REPRESENTATIVAS 

La cadena de inventos de la segunda fase de la industrialización se apoya en los avan­ces y descubrimientos científicos. Estos descubrimientos repercuten en el desarrollo de tres sectores: la industria eléctrica, la química y la del metal.

La industria eléctrica es la energía fundamental y, aunque su existencia era conocida ya desde el siglo XVIII, su desarrollo industrial sólo se produce en el último ter­cio del siglo XIX, tras una fase experimental de inventos. En cuanto a la producción, el belga Gramme inventa la dinamo, que permite la transformación de la energía mo­triz en eléctrica. Edison y Berges consiguieron electricidad a partir de centrales hidroeléctricas, y Edison fue también quien inauguró la primera central eléctrica del mundo en Nueva York en 1882. El transporte de la electricidad se hace posible gracias a Deprez, que la transforma en corriente de alta tensión, que puede trans­portarse a grandes distancias. El terreno de las aplicaciones de la electricidad es muy amplio: con el invento de la lámpara incandescente por Edison se hace posible la instalación del alumbrado público. En los transportes se empleará en los tranvías eléctricos y el metro, y en el terreno de las comunicaciones a larga distancia será la base para el teléfono, el telégrafo y la telegrafía sin hilos.

Principales transformaciones fruto de la Segunda Revolución Industrial

La industria química, es la industria más característica de la evolución del capitalismo y una de las más representativas de esta Segunda Revolución Industrial. Se sirve de procedimientos muy costosos para obtener productos que se venderán a bajo precio, lo cual requiere grandes sumas de capital para producir a gran escala y un mercado amplio para absorberlos. Los productos químicos más importantes son: la sosa, muy solicitada por las industrias textil y papelera para blanquear sus productos; los colorantes sintéticos o artificiales, solicitados por la industria textil; los abonos, que aumentaron las posibilidades de la agricultura; y los explosivos, que se utilizaron a partir de los descubrimientos de la nitroglicerina por Sobrero y de la dinamita por Nobel.

En la industria del metal supone una gran novedad la utilización del aluminio, el cobre, el níquel, el cinc, etc. Pero el hierro, convertido ahora en acero, sigue siendo el metal más im­portante. La obtención de acero era ya conocida con anterioridad, pero el procedimien­to era caro y difícil. Sin embargo, las innovaciones en su procedimiento de obtención van a traer como consecuencia la sustitución del hierro colado por el acero. Los más destacados de estos avances tecnológicos son el convertidor Bessemer, que permite aumentar la producción de acero hasta 1000 toneladas al día; el horno Martin-Siemens que economiza combustible y produce acero más homogéneo y barato; y el procedimiento Thomas-Gilchrist, que elimina el fósforo de ciertos minerales de hierro y permite así explotar yacimientos con un elevado porcentaje de fósforo, que hasta entonces esta­ban inutilizados.

Las aplicaciones del hierro, que en la primera revolución industrial se limitaban al campo de los ferrocarriles, encuentran ahora otros ámbitos de expansión: la construcción (torre Eiffel) y los armamentos (artillería, blindaje, cascos para barcos…).


En definitiva, en el último tercio del siglo XIX, al lado de un capitalismo mundial que adapta formas financieras, de trust y explotación de capitales, se produce una segunda revolución industrial, en la que la electricidad, el motor de explosión, el petróleo y las industrias químicas constituyen algunas de las palancas básicas.


La Segunda Revolución Industrial (1880-1914),
subido por Educatina a https://www.youtube.com