Esta entrada se centra en la génesis y nacimiento de la cultura egipcia. Su aparición está fuertemente vinculada a la vida prehistórica que surge a la ribera del Nilo. Este marco geográfico le proporcionará a la cultura egipcia unas señas de identidad que la diferencian de los demás procesos de neolitización que aparecen en la misma época. La civilización egipcia nació mucho antes de la aparición del primer faraón en torno a unas comunidades agrícolas que se agruparían, después de un largo proceso, en torno a dos grandes poderes el Bajo Egipto, situado en el delta del Nilo, y el Alto Egipto, al sur de éste.
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- Los primeros faraones: fase protodinástica y tinita.
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EL
MEDIO FÍSICO Y SUS CONDICIONANTES
Egipto es un «don del Nilo»,
según la célebre expresión de Herodoto. Quizás no haya un país y una
civilización tan estrechamente ligados a un accidente geográfico como lo están
Egipto y el río que le proporciona entidad. Egipto es el Nilo y sus propios
condicionantes: el Alto y el Bajo Nilo; el delta; el valle y la franja fértil
que acompaña el discurrir del río; sus riquezas y sus carencias. El Nilo tiene
sus fuentes en dos áreas geográficas: por una parte los grandes lagos
africanos, donde nace el llamado Nilo Blanco, por otra parte el Nilo Azul, que
surge de las montañas de Abisinia. Ambos cauces se unen en Khartum, recorriendo
hasta su desembocadura 2.170 kms.
El Nilo en la revista National Geographic nº 31, por Earle Harrison (1917) Fuente: Wikimedia Commons |
Este largo valle está protegido
por los desiertos arábigo y líbico, que se encuentran al este y al oeste, respectivamente. Estos desiertos aislaron al país, hecho que tuvo repercusiones
en cuanto a la unidad que le proporcionaba, así como por la protección natural
que ofrecían. Este «aislamiento» del valle del Nilo otorgó algunas
peculiaridades a la cultura egipcia. El tapiz sobre el que se dispone el territorio egipcio se completaba
con diversos oasis del desierto líbico, una serie de pistas atravesaban el
desierto arábigo conectando el valle con el Mar Rojo y, a través de éste, con el océano
Índico y sus rutas comerciales.
Sin embargo, la imagen actual
de Egipto no se corresponde con el medio físico existente en la Antigüedad. El
Nilo era la auténtica columna vertebral del territorio, pero numerosos uadis
venían a su encuentro. Entre estos afluentes naturales y los canales
artificiales, unidos a un mayor coeficiente de precipitaciones, a la existencia
de lagos y lagunas y mejores condiciones ambientales en las áreas desérticas
periféricas, el País del Nilo se conformaba como un territorio bastante fértil,
con una mayor vegetación, acompañada de numerosas especies animales, propias de
un ecosistema más húmedo que el actual. Sin embargo, los cambios climáticos se
agudizaron facilitando el acercamiento del desierto y la limitación de las
tierras cultivables.
Petroglifos antiguos de los wadis de Gilf Kebir, por Ilan Molcho (2007) Fuente: Flickr / Wikimedia Commons / CC-BY 2.0 |
Egipto estaba dividido desde
tiempos remotos en dos países: el Alto y el Bajo Egipto, que se correspondían
con el Alto y el Bajo Nilo (éste último en la zona del delta, al norte). La
línea fronteriza entre ambos territorios se ubicaba a la altura de la ciudad de Menfis. Aunque el país
se unificó tempranamente, la existencia de dos realidades (norte y sur)
permanecería latente en la sociedad egipcia, resurgiendo en momentos de crisis. Nilo arriba, el valle daba
paso a una serie de accidentes geográficos que originan cuatro cataratas sobre
el río. Al sur de la primera catarata se situaba la Nubia (Baja o Uauat y Alta
o Kush) con la que Egipto mantendrá diferentes tipos de relación a lo largo de
su historia.
El río estaba sujeto a
periódicas inundaciones, similares a las que sufrían el Tigris y el Éufrates en
Mesopotamia, pero más regulares. Estas inundaciones dejaban a su paso un fértil
limo que paliaba los problemas de infertilidad y salinización de las tierras,
frecuentes en otras zonas. Las crecidas procedentes del Nilo Blanco y del Nilo
Azul no coincidían en el tiempo. El primero crecía en otoño y el segundo en
primavera. Todo el curso del río estaba dotado de sistemas de medida de la
crecida, los nilómetros, que aportaban una información que, acumulada por los
siglos, permitía a los egipcios predecir con cierta exactitud la llegada de las
aguas, los niveles alcanzados y la producción agrícola estimada. El control de
las crecidas permitió una temprana organización social, cuya cúspide fue
ocupada por la figura del faraón.
Nilómetro del templo de Kom Ombo, por Olaf Tausch (2014) Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0 |
EL ORIGEN DE LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA. LA FASE PREDINÁSTICA
El período predinástico es aquel anterior a la primera dinastía, establecida según la Lista de Manethon. Cronológicamente, el predinástico es anterior a
3100 a. c. y gran parte de dicho período lo conocemos por fuentes
prehistóricas. Es problemático el conocimiento de las comunidades
humanas de la región en tiempos tan remotos, aunque sí se admite la existencia
de diferencia físicas entre dos poblaciones: la del Alto y la del Bajo Egipto
(esta última con individuos generalmente más altos, de mayor complexión y
cráneos más anchos).
De igual manera, está poco
claro el origen de la lengua egipcia. Se sabe de su pertenencia al tronco que
da lugar a las lenguas semíticas, y por tanto son numerosos los rasgos
compartidos con éstas, pero también posee numerosos rasgos de otras lenguas afroasiáticas.
El problema se plantea cuando se quieren ver estos rasgos -tanto lingüísticos
como físicos- como aportaciones externas de grupos humanos, a los que se les
hace protagonistas del nacimiento de esta civilización. Este planteamiento es
uno más de los muchos que suscitaron las teorías difusionistas, fuertemente
contestados por la investigación crítica. Aunque no se pueda negar el trasiego
de grupos humanos y las aportaciones culturales realizadas, la civilización
egipcia se debe estudiar como fruto de los propios condicionantes de su medio
particular y la evolución de sus propias culturas prehistóricas.
La
prehistoria egipcia muestra la presencia de una fase importante de ocupación
neolítica sobre el valle del
Nilo. Las
comunidades agrícolas prehistóricas enraizaron pronto en el delta del Nilo con
centros como Merimda o El Omarí y en el oasis de El-Fayum, experimentando en el
Bajo Egipto un espectacular desarrollo que las llevó, a partir de mediados del
quinto milenio, al surgimiento de las primeras ciudades. En ellas va a aparecer
entre sus moradores por vez primera la división del trabajo y, por tanto, el
trabajo especializado así como la estratificación de las clases sociales. Así mismo,
los trabajos agrícolas permitieron una mejor alimentación, el almacenamiento de
excedentes y un enorme crecimiento demográfico como hasta entonces no se había
conocido en la zona.
Por
otro lado, el mayor desarrollo y dependencia de la agricultura permitió un
mayor conocimiento y aprovechamiento del recurso principal de la zona, el Nilo.
El dominio de las crecidas del río mediante diques y canales permitió un
sedentarismo total y la aparición de aldeas y pequeñas ciudades que
desembocarían más tarde en la creación de los nomos. Si bien estas circunscripciones territoriales en origen se
vinculan con superficies de regadío, a lo largo de la historia de Egipto sufrirán
una importante evolución y transformación conformando las provincias que
constituirán los dos reinos del Alto y el Bajo Egipto y, más tarde, del reino
unificado.
Vaso de cerámica Gerzeense (fase Nagada II), por Guillaume Blanchard (2004) Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 1.0 |
Los
yacimientos prehistóricos del valle del Nilo como El-Fayum y los otros mencionados se
convertirán en la base para una posterior diversificación eneolítica (propia de
la Edad del Cobre) que se organiza en los períodos: Badariense, Amratiense,
Gerzeense y Maadiense. La búsqueda, por parte de colonos del norte, de los
recursos minerales del Medio y el Alto Egipto permitió el desarrollo de la zona
pero provocó el conflicto con las poblaciones meridionales.
La cultura Amratiense dará
lugar a la cultura del Alto Egipto de la época histórica, una región unificada
que rinde culto al dios Set. El Gerzeense, en cambio, se desarrollará en el
Bajo Egipto y se relaciona con el culto a Horus. De la confrontación y
posterior unificación de ambas regiones surgirán las dinastías del Egipto
Arcaico. Si bien culturalmente la época se caracterizará por la continuidad, en
materia religiosa asistimos a un fenómeno de sincretismo (el culto a Horus
estaba ya presente en el Alto Egipto antes de la unificación), en el que las
diversas tradiciones locales de los distintos nomos poco a poco irán conformando un todo unido que dará lugar a
las particulares cosmogonía y teología del Egipto faraónico.
Pintura mural de la tumba 100 de Hieracómpolis, por Francesco Raffaele Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0 |
Aunque esta hipótesis es
generalmente aceptada, los hechos concretos de la época no están claramente
documentados y presentan grandes lagunas. Otros personajes que pudieron
intervenir en la época son Horus Escorpión, rey del Alto Egipto anterior a
Menes (Narmer) y Aha primer rey tras la unificación; aunque algunos estudiosos
defienden la idea de que los tres personajes eran el mismo gobernante y otros
que Menes y Narmer eran reyes distintos. Por ello, a pesar de que la tradición
otorgaba el papel de unificador a Menes, identificado con Narmer, en tiempos
más recientes se tiende a asociar a Menes con su sucesor, Aha, primer faraón de
la primera dinastía mientras que Narmer y Escorpión pertenecen a la denominada
dinastía 0.
Antiguo Egipto: Período predinástico,
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