En los artículos referentes a este epígrafe se intentará realizar un análisis dirigido al surgimiento y evolución de los partidos políticos en España hasta la configuración actual de los mismos. En este artículo veremos cómo la finalización de la dictadura impuesta por el general Franco dará lugar a una intensa remodelación de la estructura política en España durante el período de la Transición. Dicha remodelación deberá llevarse a cabo incluyendo a todas las facciones políticas de la España del momento en una etapa presidida por un débil equilibrio que podría en cualquier momento truncarse dando lugar a la disolución del proceso democrático recién iniciado.
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EL SISTEMA DE PARTIDOS EN LA TRANSICIÓN POLÍTICA (1975-82)
El 20 de noviembre de 1975 el general Franco
muere y, aplicando la Ley de Sucesión de 1969, el príncipe Juan Carlos I,
nieto de Alfonso XIII, es proclamado Rey de España por las Cortes franquistas.
En el discurso del nuevo jefe de Estado se aprecia una voluntad de cambio hacia
un sistema más plural. Se da paso así a un período histórico por el que se
deja atrás el régimen dictatorial en favor de otro de carácter democrático. Una
prueba de la complejidad de este proceso estriba en el hecho de que no exista acuerdo entre historiadores y politólogos acerca del
comienzo y el final de la Transición. Unos sitúan sus inicios en la muerte de
Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, porque hizo imposible un
“franquismo sin Franco”, otros prefieren el 20 de noviembre de 1975, cuando
muere el propio Franco y, finalmente, otros prefieren arrancar la Transición el
3 de julio de 1976, cuando el Rey nombra a Adolfo Suárez presidente del
Gobierno, en sustitución del franquista Arias Navarro, y el proceso de
democratización se convierte en irreversible.
La reina Sofía y el rey Juan Carlos I en la XV Cumbre Iberoamericana, por Claudio Vaz (2005) Fuente: XV Cimeira Ibero-Americana / CC-BY 2.0 |
Respecto a su final, la opinión
más compartida es la que la sitúa en el 28 de octubre de 1982, cuando el PSOE
gana las elecciones por mayoría absoluta. Según Mario Caciagli, esto suponía:
1. Que la coalición dominante del poder durante la Transición (UCD)
es alejada del poder.
2. Que un partido excluido del poder y de la oposición antifranquista
había ganado las elecciones con mayoría absoluta.
3. Que el régimen democrático se consolida porque se demuestra que es
posible el principio de la alternancia.
Politólogos como Juan Linz, por
el contrario, creen que el final de la Transición se produce cuando se aprueba
la Constitución, a finales de 1978, porque es el momento en el que se deroga
toda la legislación política procedente del franquismo, mientras que otros
autores la llevan a mediados de 1985, cuando España se adhiere formalmente a
las Comunidades Europeas.
LOS PROYECTOS POLÍTICOS PARA LA TRANSICIÓN
Desde el primer gobierno de la monarquía
se produjeron momentos de tensión que van a condicionar el proceso de
Transición, al plantearse el enfrentamiento entre los diversos proyectos
políticos existentes, cada uno de los cuales estaba respaldado por unas
concretas fuerzas política y sociales. Se pueden detectar hasta cuatro
proyectos políticos definidos, aunque en ocasiones las fronteras entre ellos
son confusas, lo que conduce a equívocos y a cambios en las trayectorias
políticas individuales, legítimas en todos los casos, pero tan sólo explicables
por la confusa situación en la que se vivía y la irrefrenable tendencia a
limpiar conciencias y comportamientos anteriores.
1. Proyecto INMOVILISTA. Se encontraba
en línea con el pasado y trataba de prolongar el régimen franquista sin Franco.
La dificultad del mismo era transformar la mentalidad que había caracterizado
el franquismo en ideología y controlar las instituciones. Dicho proyecto era
apoyado por sectores militares y de la antigua clase política, aunque tenía
escaso apoyo entre los ciudadanos. Su actividad, en algunos momentos muy
próxima al Gobierno, se centró en señalar los riesgos de una supuesta amenaza
revolucionaria; en cambio, en otros provocó el bloqueo del Ejecutivo de Arias
Navarro.
2. Proyecto REFORMISTA. Era al que
estaban vinculados algunos ministros del primer Gobierno de la Monarquía. Dicho
proyecto pretendía combinar ciertas instituciones políticas propias del
autoritarismo (democracia orgánica) con las del sistema democrático, a través
de la puesta en marcha de reformas parciales. Su objetivo era lograr una
democracia limitada. El teórico fue Manuel Fraga, y el ejecutor, Carlos Arias.
Su fuerza radicaba en el control del Gobierno y en el apoyo de un sector
influyente de la antigua clase política, sobre todo la ligada con el pensamiento
tecnocrático. Inicialmente contó con el apoyo del Rey, pero ante su incapacidad
para modificar la situación política y el peligro de radicalizar los
enfrentamientos en el seno del propio Gobierno y con los “rupturistas”, el
monarca optó por abandonarlo. Su talante y discurso autoritario les llevó en
ocasiones a ser confundidos con los continuístas, lo que les valió un escaso
apoyo electoral en las elecciones de 1977 (Alianza Popular es el partido que
los representa).
Adolfo Suárez durante su visita a Argentina (1981) Fuente: Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0 |
3. El proyecto RUPTURISTA recogía en su
seno a los partidos de la oposición al franquismo, básicamente al PSOE y al
Partido Comunista, junto a otros pequeños grupos y personalidades aisladas. Su
objetivo era abrir un proceso “constituyente” que derogara todo el aparato
legal del franquismo, mediante la elaboración de una nueva Constitución.
4. El proyecto REVOLUCIONARIO. Lo lideraron
pequeños grupos de extrema izquierda (GRAPO y FRAP), con escasa influencia
entre los ciudadanos y que trataban de crear una situación revolucionaria, con
métodos violentos, que terminaría en la implantación de un régimen de corte
comunista.
Aunque finalmente se impuso el
proyecto reformista, cuando el Rey decidió encargarle a Adolfo Suárez la
formación de un nuevo Gobierno en el verano de 1976, los resultados de las
primeras elecciones democráticas celebradas el 15 de junio de 1977 y la falta
de mayoría absoluta por parte de la UCD, terminó convalidando las tesis
“rupturistas” al plantearse ya como una necesidad de elaborar una nueva
Constitución, lo que ocurriría a finales de 1978.
Esquema de las características de la democracia española |
LOS PARTIDOS POLÍTICOS
La constitución y consolidación
de partidos era seguramente más fácil, en principio, para la izquierda, con
señas de identidad delimitadas y perfiladas por una larga oposición al régimen
de Franco, e incluso para lo que empezaba a perfilarse ya como «centrismo»,
donde confluyen muy diversas fuerzas procedentes de la oposición moderada. La
construcción de partidos en la zona de la derecha democrática, por el
contrario, tenía otras dificultades, entre las que la más evidente era cómo
distinguir una nueva derecha de la pura herencia del franquismo que por sí
mismo representaba la más extrema y antidemocrática reacción derechista. Por
ello, en todo este periodo la inestabiliidad política afectó bastante más a la
derecha y al centro que a la antigua izquierda de tradición obrera.
En realidad, los orígenes de los
partidos que surgirían de ese magma común de la oposición moderada y de los
reformismos dentro del franquismo se encuentran ya en el verano de 1976.
Políticos como Manuel Fraga, Pío Cabanillas, José María de Areilza, entre otros
muchos, comenzaron a constituir grupos políticos. En el entorno del propio
Suárez se movían otros personajes como el ministro Alfonso Osorio o Landelino
Lavilla que procedían en general de los grupos democristianos. Cabanillas y
Areilza constituyen en noviembre de 1976 el Partido Popular, que celebraría su
primer congreso en febrero de 1976, Fraga evolucionaría muy nítidamente hacia
la derecha con su proyecto de Alianza Popular. Se constituyen la Federación de
Partidos Demócratas y Liberales y el núcleo de la socialdemocracia es más
complejo y disperso y Francisco Fernández Ordoñez fundaba un Partido
Socialdemócrata.
Los partidos de tipo centrista
irán estrechado cada vez sus contactos con el equipo del gobierno persiguiendo
la estrategia de componer una coalición que pudiese prosperar al amparo del
poder. Los contactos con el Palacio de la Moncloa, que se había convertido en
la residencia oficial del jefe del Gobierno, tomarían cuerpo en marzo de 1977.
El primer intento fue la creación de un “Centro Democrático”.
A Suárez se le acercaron también
partidos de ámbito regional, en un heterogéneo conjunto de grupos políticos, de
ideologías con alcance social y regional diversos, a los que no unía de hecho
sino un tinte general de «centrismo», entre los que se incluirían los
socialdemócratas de Fernández Ordóñez. Todos estos grupos acabaron
constituyendo una federación de partidos, la Unión de Centro Democrático, en la
última decena de marzo de 1977, que sólo más tarde se transformaría formalmente
en un partido político. UCD recogió entre sus militantes y votantes una buena
parte del franquismo sociológico.
Bandera de la España democrática (conocida como la rojigualda) Fuente: Wikimedia Commons / CC0 1.0 |
La construcción de grupos
políticos de la derecha más militante se vertebró en torno a un proyecto que
empezó llamándose Alianza Popular y acabaría en este periodo con el nombre de
Coalición Popular, habiendo pasado por el de Coalición Democrática. El hombre
clave en esta empresa fue el veterano y destacado político franquista Manuel Fraga.
El 10 de octubre aparecen en público unidos los «siete magníficos» (Fraga y
seis conocidos franquistas, entre los que estaban López Rodó, Silva Muñoz,
Fernández de la Mora y Licinio de la Fuente), que el día 21 de octubre se
presentaron como el grupo «Alianza Popular» en un hotel de Madrid. Incluso más
aún que Adolfo Suárez, Fraga representa la reconversión de la clase dirigente
del franquismo a un nuevo modelo de supervivencia sociológica y política.
El conglomerado de fuerzas de la
derecha que se aglutinaron en torno a Fraga podría interpretarse como el
resultado del conservadurismo heredero del franquismo que había captado con
claridad ahora la necesidad de acomodación al nuevo juego político de la
democracia. Esto es lo que representó AP durante la mayor parte del tiempo de
su existencia: el vehículo de adaptación a nuevos tiempos de aspiraciones y
contenidos ideológicos, políticos y sociales, de gente realmente comprometida en su apoyo al franquismo. Sociológicamente, ésta era su diferencia esencial
con la UCD, que, a su vez, representaba más bien la herencia del moderado
reformismo nacido también dentro del régimen.
En el espectro general de la
izquierda, que en estas fechas se identificaba sobre todo con los partidos de
tradición obrerista y de inspiración más o menos inmediata en el marxismo,
destacaban dos partidos históricos, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
y el Partido Comunista de España (PCE). Pero en los años 60 habían aparecido en
España una importante constelación de grupos y grupúsculos que pretendían una
renovación del marxismo desde influencias notables del maoísmo y de las luchas
anticoloniales en zonas del tercer mundo y que representaban un rechazo de los
grupos históricos de la izquierda. Constituían lo que se llamaría una «nueva
izquierda», producto de las nuevas condiciones españolas y de las
transformaciones en los movimientos marxistas, leninistas y maoístas en el
mundo. Las trayectoria de estos grupos en España sería muy problemática.
El viejo Partido Socialista
español llegó a una encrucijada de su historia reciente en el comienzo de los
años 60 en que se produciría la renovación de las viejas estructuras heredadas
de los años 30, algunos de cuyos líderes de entonces vivían aún. En el partido
se iba a operar un profundo cambio generacional y un paso al primer plano de la
dirección de la militancia del interior de España frente al exilio, a costa de
una escisión. En el XII Congreso en el exilio, en 1972, se puso en marcha la
renovación nombrando una dirección colegiada. La Internacional socialista apoyó
a esa fracción de los renovadores, frente al viejo dirigente Rodolfo Llopis. En
el XIII Congreso del PSOE en el exilio, celebrado en Suresnes (París), en
octubre de 1974, fue donde se produjo la elección de un nuevo secretario
general, puesto para el que se pensaba, en principio, en Nicolás Redondo, el
sindicalista, pero ante su negativa, las expectativas se dirigieron hacia
Felipe González Márquez, un joven político que formaba justamente parte del
«grupo sevillano» del socialismo clandestino en España, que fue elegido
finalmente secretario general.
Felipe González, por Alfredo Pérez Rubalcaba (2012) Fuente: Flickr / CC-BY 2.0 |
El PSOE renovado era en el año
1977 una pieza esencial para culminar la Transición. Le fue permitido celebrar
de forma subrepticia su XXVII Congreso, en 1976, el primero en tierra
española después de 45 años.
El nuevo partido nacido en Suresnes se presentó en principio con un lenguaje
radical y hasta «revolucionario». Sus dirigentes, Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Enrique Múgica,
Pablo Castellano, Luis Gómez Llorente y otros, pertenecían a la generación
de 1968 y sabían bien el papel que el socialismo democrático podría y debería
representar en el nuevo régimen como encarnación o poco menos de la izquierda
clásica.
Mientras el PSOE se había
mantenido en un plano más secundario en la oposición al franquismo desde los
años 50, por el alejamiento de su dirección en el exilio de la nueva clase
obrera que se estaba formando en el país, el verdadero bastión de ella había
sido toda la organización clandestina del PCE, a la que la policía franquista
persiguió con mayor intensidad. Por ello, la opinión general era que la
fortaleza de la organización de este partido no tenía rival. Pero la ideología
del PCE y también su significación en la década de los años 30 y en la guerra
civil, la persistencia de la imagen de su dependencia de la política del la
URSS y otros tópicos históricamente muy arraigados, hacía que el reformismo
general inspirador de la transición mediante la reforma pactada viera muy
difícil, cuando no rechazara abiertamente, la participación del comunismo en el
proceso hacia la democracia. Otras fuerzas, sin embargo, y entre ellas se
contaba el propio Adolfo Suárez, veían que el camino de la legitimación del
nuevo régimen, que debería culminarse en las urnas, no era válido ni posible
sin la concurrencia de todos los partidos, y en ese punto el PCE era
inevitable.
Santiago Carrillo, por Claude Truong-Ngoc (1979) Fuente: © Claude Truong-Ngoc / Wikimedia Commons / CC-BY-SA 3.0 |
El problema del PCE en los años
decisivos de la transición era de hecho de otra índole. Estribaba, más bien, en
su persistencia en una trayectoria interna inversa a la del PSOE: en él no se
produjo un relevo generacional de ningún tipo. Sus dirigentes eran exactamente
los mismos de los años 30 o fieles continuadores de ellos, como Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri “La Pasionaria”.
La prueba de fuego para los más
de doscientos grupos políticos que existían en la primavera de 1977 serían las
elecciones convocadas para el día 15 de junio.
La campaña electoral (la primera
después de 40 años de dictadura) comenzaba el 24 de mayo, sin apenas dar tiempo
a los partidos de la izquierda comunista para montar sus estructuras después de
los problemas por la legalización. Y aunque los mítines más concurridos fueron
los del PCE, el líder más ocupado fue Felipe González, con tres actos públicos
por día, mientras que Suárez prefirió los actos en locales cerrados porque contó
con todo el apoyo de los medios de comunicación dependientes del Gobierno (televisión,
prensa y emisoras de radio).
Ningún partido obtuvo finalmente
la mayoría absoluta. El más votado fue la UCD, con 6 millones de votos y 166 escaños. Le siguió el PSOE con 5,2 millones de votos y 118 escaños. Fracasaba
la neofranquista Alianza Popular, que se quedaba en 1,5 millones de votos y 16
de escaños, mientras que también eran discretos los resultados del PCE: 1,6
millones de votos y 19 diputados. Se dibujaba así un mapa político claramente
bipartidista, dominado por la UCD y el PSOE, pero con correcciones en
nacionalidades históricas como Cataluña y el País Vasco, por la fuerte
implantación en ambas del nacionalismo moderado representado por Convergencia i
Unió y el PNV respectivamente.
La Transición democrática (1975-1979),
subido por maraldi 40 a https://www.youtube.com
La España democrática (1979-2004),
subido por maraldi 40 a https://www.youtube.com