martes, 26 de febrero de 2013

El mundo micénico - Parte 1

Durante la edad del bronce en el Egeo, en el segundo milenio a. c., se desarrolla en la Grecia continental una cultura que tiene su origen en la evolución de las comunidades neolíticas y que conoce la aportación de elementos culturales nuevos de la mano de poblaciones de origen indoeuropeo. Esta civilización ha supuesto uno de los más apasionantes enigmas de la Antigüedad desde tiempos remotos. Sobre ella han escrito historiadores, arqueólogos, literatos e incluso psicólogos y filósofos; no obstante se trata de la sociedad que participó en la guerra de Troya y sobre la que Homero escribió, siglos más tarde, en la "Ilíada" y la "Odisea".  

Enlaces relacionados:


 ORÍGENES  

El espacio egeo se encuentra muy fragmentado y el nexo de unión de todos los territorios helenos lo constituye el mar, y en la antigüedad no era diferente. No es de extrañar, que en la zona fueran apareciendo, desde época muy temprana, diferentes comunidades que sufrieron distintos avances en la evolución de su propia civilización. Arthur Evans, el descubridor del palacio de Cnosos, ya reconoció tres zonas culturales en el Egeo durante la Edad del Bronce: la zona minoica –a la que pertenece Cnosos y que englobaba las inmediaciones de la isla de Creta-, la zona cicládica –compuesta alrededor de las islas cícladas- y la zona heládica o micénica –integrada por la Grecia continental- y que, revisada por otros autores a la luz de los nuevos descubrimientos, aún hoy se emplea por su comodidad.

Mapa de las distintas culturas del Bronce Egeo
Sin embargo, a pesar de las similitudes, estas no son coincidentes en todas las zonas, pues cada una tiene su propio discurrir histórico. Así, la zona minoica adquiere una mayor preponderancia en épocas más tempranas, a pesar de ser una sociedad pacífica, en base a un elemento fundamental: su dominio sobre el mar y, por tanto, sobre todo el Egeo.

La civilización micénica o heládica se desarrolla plenamente entre el 1.700 y 1.200 a. c., por tanto, su evolución histórica es en parte paralela y coetánea con la del mundo minoico y no una continuación cronológica de la misma, abarcando parte del Minoico Medio su fase inicial y del Minoico Reciente su fase de apogeo y caída.

Cuadro de hallazgos arqueológicos y del desarrollo de las distintas civilizaciones en el Egeo durante la Edad del Bronce
El origen de la civilización micénica, se vincula a la llegada de diversas oleadas de grupos indoeuropeos que desde el 2.000 a. c. se van asentando en la Grecia continental y desde donde se van expandiendo paulatinamente por todo el espacio egeo, a medida que se retraía la presencia minoica (esto no es exclusivo de la Grecia continental pues por estas fechas también llega este elemento indoeuropeo a la península anatólica, donde formó parte de la gestación del estado hitita). Hacia el 1450 a. c. el proceso está culminando y los micénicos han ocupado económicamente el ámbito egeo. Entre 1.400 y 1200 a. n. e. aproximadamente, se desarrolla plenamente esta cultura, heredera en gran medida del anterior mundo minoico o cretense y predecesora de la Grecia arcaica.


Sin embargo, aunque el modelo cultural micénico tiene bastantes facetas comunes con el mundo cretense, también contiene sus propias connotaciones. Así, aunque también basan su organización en un sistema palacial y en una monarquía, y terminaron adoptando un sistema de escritura emparentado con el minoico -el Lineal B-, todos estos elementos tenían un carácter distinto. También sus bases económicas son similares a las cretenses, aunque con diferentes relaciones de producción a escala social.

Difusión de los Indoeuropeos.Fuente:Sanchez, J. R. A., Aja, J. R. (2009, March 24).  Retrieved April 19, 2015, from OCW Universidad de Cantabria. Web site / CC-BY-NC-SA 4.0

Esta cultura tiene sus principales centros en la Grecia continental meridional y central, organizándose en torno a ciudades como Micenas, Tirinto o Pilos en el continente helénico, y en Creta, uno de los es­tratos de Cnosos presenta también caracteres semejantes, lo que ha dado pie a pensar en una posible invasión de la isla por los griegos que lla­mamos micénicos. Las excavaciones realizadas en todas estas zonas han puesto al descubierto cierta unifor­midad en la organización palacial.

No se sabe a ciencia cierta la relación existente entre todos estos centros de poder. Por el momento, todo parece indicar que eran independientes y que no existían vínculos políticos entre ellos. A pesar de que algunos quieran ver y aventuren la existencia de alguna liga o confederación entre ellos, lo cierto es que aún no se ha encontrado nada que los uniera, más allá de la uniformidad cultural y la semejanza de modelos organizativos.

 EL PALACIO MICÉNICO  

En estas ciudades los palacios aparecen como centros de la vida política, social, económica y religiosa; en su interior se mues­tran un número de dependencias más o menos numeroso para el rey, la burocracia estatal y los artesanos, y grandes almacenes junto con am­plios talleres dedicados a la elaboración de una serie de productos diversos, consistentes en ob­jetos de bronce, cerámicas, perfumes y produc­tos agrícolas cuidadosamente embalados, algu­nos con ingeniosos dispositivos para conservar durante cierto tiempo la temperatura. Estos recintos se hallan rodeados por una sólida muralla que no resguarda al resto de la población, la cual, por las excavaciones realiza­das en la periferia de los palacios, son el expo­nente de un régimen de vida más primitivo, ya que no aparece, en ningún aspecto, un régimen de desarrollo semejante al de los palacios.

Plano del palacio de Pilos, adaptado a partir del dibujo original de John Travlos (1960) 
La organización social micénica tiene también su base en la centralización palacial. El palacio es el eje de la sociedad, donde reside el soberano y su corte. Es el centro de ciudadelas fuertemente protegidas. Esta característica defensiva le diferencia claramente del modelo minoico y podría ser muy ilustrativa de las diferencias en los caracteres socioculturales de ambas civilizaciones.

Las acrópolis micénicas, rodeadas de murallas de importantes volúmenes (ciclópeas) y con una estructura interna cerrada, se ubican en zonas altas y bien defendibles, que a menudo se convertirán, en el futuro mundo clásico, en áreas de culto. Arquitectónicamente, se organiza en torno a un patio porticado y recibe el nombre de «mégaron». Se trata de una sala del trono presidida por un hogar rodeado de cuatro columnas que soportaban el piso superior. Si bien el mégaron y el patio constituyen los elementos centrales en torno a los que se articula el palacio, existen una multitud de habitaciones, corredores, pasillos, escaleras y demás dependencias destinadas a la casa real y al funcionamiento de la misma (despensas, bodegas, almacenes, baños, y otros servicios). El interior se decora con pintura mural al estilo minoico, aunque desprovistas del marcado carácter religioso - ritual de aquéllas. Gran parte de la decoración se puede reconstruir a partir de los miles de fragmentos de yeso pintado encontrados entre las ruinas.

Reconstrucción ideal del exterior del gran mégaron de Tirinto
Esquema básico de un mégaron micénico

El palacio micénico es el centro residencial de la casa real, acogiendo al cuerpo de funcionarios y burócratas, militares y, eventualmente, a la población exterior amenazada. Así el palacio micénico es esencialmente un espacio de hábitat para la élite, bien protegido. Es el centro de la ciudadela micénica.

Conocemos cinco grandes palacios micénicos: Micenas y Tirinto, en la Argólida, destruidos hacia el 1.200; Pilos en Mesenia, destruido hacia 1.235; Tebas, en Beocia, destruido hacia el 1.320; y Cnosos, construido sobre el anterior palacio cretense, destruido nuevamente hacia el 1375. La cultura material asociada a estos centros es rica, destacando las citadas decoraciones en frescos y el uso de columnatas.

El espacio micénico tenía su base organizativa en la ciudad fortificada. Existían, al igual que en la organización minoica, centros principales y centros secundarios. Los primeros eran los centros urbanos en torno a los palacios, integrados en las ciudadelas; los segundos eran las denominadas aldeas. Existía pues una estrecha relación entre ambos tipos de asentamientos. En la organización territorial micénica se prestó especial atención a las comunicaciones, influyendo fuertemente en la elección de los emplazamientos.

Reconstrucción del yacimiento de Micenas
No conocemos exactamente la naturaleza de las relaciones del palacio con las aldeas situadas en las regiones dominadas por los mismos. En Pilos, los dominios palaciales estaban divididos en distritos administrativos, apare­ciendo funcionarios en relación con los palacios cu­yos poderes y atribuciones no conocemos bien. Sí sabemos que en algunas zonas, las aldeas se regían por consejos de ancianos; pero otros cargos nos siguen siendo desconocidos. Indicativo de esto es que en algunas tablillas aparece el cargo de «basileus»,  nombre que posteriormente de­signará a los reyes homéricos, lo cual podría dar pie a pensar que éstos habrían evolucionado a partir de los jefes de aldeas del período micénico, pero esta posibilidad no está constatada y viene a complicar el ya intrincado laberinto que representa el mundo micénico.

Puerta de los Leones (acceso a la acrópolis de Micenas), por Andreas Trepte (2008)
Fuente: Wikimedia Commons / www.photo-natur.de / CC-BY-SA 2.5
La arqueología nos ha permitido percibir el gran desarrollo material alcanzado en el interior de los palacios, una artesanía bastante evolucionada: se conocía la escritura, las construcciones denotan cier­to lujo, la rígida burocratización regula las diversas actividades, etc. Si nos trasladamos a las aldeas, nos encontramos con que el panorama sufre un cam­bio. Las construcciones, al igual que los objetos de uso, son bastante más simples y rudas, no están fortificadas ni han aparecido tablillas. Todo ello, nos hace vislumbrar que en la Grecia micénica existían dos mundos diferentes: el de los palacios y el de las aldeas. Fuera de las fronteras que suponen las murallas que envuelven a los palacios encontramos un régimen de vida más primitivo, que casi podemos calificar de tribal.

Las obras públicas también ocupaban un lugar destacado, con especial atención al establecimiento y mantenimiento de calzadas y puentes, y a la construcción de bancales para la agricultura. También las obras de ingeniería hidráulica fueron destacadas, intentando así paliar la escasez de tierras de cultivo: diques, conducciones de agua, canales, incluso la desecación de amplias zonas con fines agrícolas; como la del Lago Copáis (Orcomenos), que data del siglo XIV a. c.

Recorrido por el yacimiento de Micenas
subido por griegoimagen a https://www.youtube.com